Martin Amis escribió uno de los textos más críticos con el estalinismo, «Koba el Temible» (Anagrama), en el que denuncia los excesos del totalitarismo de la URSS, los vergonzosos procesos autoinculpatorios de dirigentes soviéticos, el Gulag y los crímenes de los años treinta que llevaron a la muerte a millones de personas, muchas de ellas militantes del Partido Comunista y revolucionarios desde la primera hora.
«Koba el Temible» es una larga reflexión sobre el estalinismo que Martin Amis dedica a su padre, el escritor y poeta Kingsley Amis, quien fue durante años un militante comunista fiel a la política de Stalin.
A raíz de la guerra en Ucrania muchos analistas políticos han detectado en la personalidad y la ideología de Vladimir Putin una inquietante reivindicación de la figura de Stalin, un requerimiento reclamado también por una parte considerable de la sociedad rusa que, tras la debacle de la Unión Soviética, considera que el país necesita un líder fuerte que devuelva a Rusia el papel de gran potencia mundial que ostentaba hasta la caída del comunismo.
Putin ha sabido manipular este sentimiento y comunicar a esa sociedad una imagen de sí mismo como el hombre fuerte que Rusia necesita. Pero esta identificación de Putin con Stalin no es nueva. En «Koba el Temible», una obra publicada en 2002, Martin Amis ya dice que «El ruso Putin elogia a Stalin, repite a Stalin, propone acuñar monedas con el perfil de Stalin» (p.271).
El destino de Ucrania ha estado marcado por su geografía, sin fronteras protegidas por cordilleras que la resguarden de las numerosas invasiones de las que ha sido víctima a lo largo de la historia y del dominio colonial que sobre ella han ejercido Rusia, Polonia y el Imperio Austrohúngaro.
Durante el siglo veinte y sobre todo desde la creación de la Unión Soviética, sufrió numerosas maniobras para convertirla en una provincia de Rusia y terminar con las aspiraciones del nacionalismo ucraniano apoyado por una generación de políticos concienciados con la identidad del país y por intelectuales, artistas y escritores que se oponían a la imposición del idioma y la cultura rusas sobre la ucraniana y a la censura que impulsaron Lenin y Stalin desde el principio de la revolución.
La fuerte oposición de la sociedad ucraniana a los bolcheviques y el miedo a perder Ucrania obligaron a Lenin a rectificar sobre medidas que coartaban los sentimientos nacionales ucranianos, pero más tarde Stalin insistió en debilitar el nacionalismo ucraniano y aprovechó la crisis económica de 1929 para llevar a cabo una colectivización agrícola que causó una hambruna trágica.
La colectivización no fue sólo una medida económica sino también un instrumento para eliminar al nacionalismo que se oponía al régimen soviético. Los líderes nacionalistas fueron purgados, encarcelados en campos del Gulag o fusilados.
A causa de la hambruna desatada por la política de Stalin sobre la producción de trigo de Ucrania murieron entre 1931 y 1934 más de cuatro millones de ucranianos. Stalin nunca reconoció los errores que llevaron al Holodomor, nombre con el que se conoce esta hambruna, documentada por Anne Aplebaum en «Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania».
Mucho antes, en «Koba el Temible» Martin Amis ya recoge las hostilidades de la URSS contra Ucrania y culpa a Stalin de lo que algunos historiadores han calificado de genocidio: «Nadia Alilúyeva [esposa de Stalin] Ignoraba que en Ucrania hubieran muerto cinco millones. Ignoraba que habían muerto por resolución de su marido» (p.145).
Para Amis, durante el mandato de Lenin ya el hambre en Ucrania se imbricó con el terror y recuerda que entre 1921 y 1922 se sacaron de Ucrania cinco millones de quintales de trigo para repartirlos por otros lugares. Después, durante la ofensiva estalinista de 1929 y 1933 y el Holodomor se purgaron todas las instituciones ucranianas.
Martin Amis cita pasajes del «Testimonio» de Shostakóvich para denunciarlo. También revela ya entonces el secuestro de niños ucranianos documentado en un informe del cónsul italiano en Jarkov. La historia, pues, se repite.
Un innovador escritor y ensayista
Martin Amis murió el pasado mayo (2023) en su residencia de Lake Worth, en Florida, de un cáncer de esófago. Casado con la también escritora Isabel Fonseca, llegó a los Estados Unidos en 2011 después de una larga trayectoria como editor de los suplementos literarios de revistas como «The Times», «The Observer» o «The New Statement» y como novelista de éxito gracias a un estilo irónico (a veces sarcástico) y a un humor corrosivo.
Formaba parte del brillante grupo de escritores británicos que triunfaron en los años setenta con una literatura novedosa y rupturista, entre los que también estaban Ian McEwan, Salman Rushdie, y Julian Barnes, todos ellos polémicos y mediáticos. A su llegada se instaló en Nueva York y, a causa del incendio de su casa, en 2016 se mudó al barrio de Brooklin.
En 2019 Martin Amis publicó una recopilación de sus ensayos escritos entre 1994 y 2017 con el título de «El roce del tiempo» y antes había reunido sus reseñas en «La guerra contra el cliché» y los textos periodísticos sobre literatura en «Visitando a Mr. Nabokov y otras excursiones».
Tanto en su autobiografía intelectual titulada «Experiencia», como en su último libro, «Desde dentro», recoge sus memorias, escritas con un estilo inclasificable, en las que mezcla la crítica de libros con reflexiones sobre la literatura y la vida. Repasa también sus relaciones con escritores como Saul Bellow, Philip Larkin, Philip Roth o Christopher Hitchens, este último uno de sus mejores amigos cuya muerte le afectó seriamente.
Además de sus ensayos Amis fue un excelente novelista, como lo demuestran obras como «Los papeles de Rachel», con el que obtuvo el Premio Somerset Maugham a los veinticuatro años, y la «Trilogía de Londres» (Dinero, Campos de Londres y La información).
Después, con «La flecha del tiempo» consolidó su carrera de gran escritor, cuyo éxito internacional continuó con «Tren nocturno», «La casa de los encuentros» y «La zona de interés», una diatriba contra el nazismo y los campos de exterminio, cuya adaptación al cine por Jonathan Glazer acaba de conseguir el Premio del Jurado del Festival de Cannes.