«Las algas verdes», largometraje de ficción del veterano cineasta francés Pierre Jolivet es una adaptación del comic «Les algues vertes, l’histoire interdite» (las algas verdes, la historia prohibida) de Inés Léraud y Pierre Van Hove, gran éxito de librería en 2019, vendidos más de 145.000 ejemplares y traducido en diversas lenguas.
La película estrenada este verano en París, ha sido lanzada por una presentación previa en numerosas regiones de Francia y sobre todo en Bretaña, con masiva participación de la población y debates muy animados que han servido de lanzamiento comercial al estreno parisino.
Mas allá de la obra cinematográfica, la película de Jolivet es sin duda por su rigor documental una bomba ecológica y política contra la industria agroalimentaria, cuando el poder político macronista acusa hoy de «ecoterroristas» a los ecologistas que luchan por la defensa del medio ambiente.
El guion, fiel al relato del cómic, se centra en el trabajo de investigación desarrollado durante siete años por la periodista Inés Léraud en Bretaña, en donde todavía hoy reina la ley del silencio en torno a un conocido escándalo: las algas verdes provocadas por los residuos de la industria agroalimentaria, contaminan las costas bretonas al descomponerse. La emanación de sulfuro de hidrogeno constituye un gas mortal responsable hasta hoy de la muerte de varias personas y de cuarenta animales en esa región, en la bahía de Saint-Brieuc (Côtés d’Armor).
Pero la ficción construida por Jolivet y su coguionista, la propia Inés Léraud, desarrolla al mismo tiempo un retrato de mujer: esa periodista de investigación (interpretada con brío por Celine Sallette) doblemente transgresiva en esa Bretaña profunda en donde se instala con su compañera sentimental Judith (la actriz Nina Meurisse).
Los programas radiofónicos realizados para France Culture por Inés Léraud (El diario bretón), se centran en el mundo rural y van poniendo de relieve este escándalo agroalimentario, al dar la palabra micrófono en mano a los actores locales. Un necesario homenaje al periodismo de investigación, en estos tiempos que corren de servil «periodismo de prefectura» y de desinformación en las medias dominantes.
La tensión y las amenazas sufridas por la periodista y por los «lanzadores de alertas» (que deberíamos denominar mejor como «valientes informadores») se entrelazan en la ficción con la crisis personal de la protagonista al verse abandonada por su propio redactor jefe bajo la presión del poder político.
Pero una nota de esperanza llega al final con el proceso iniciado en Bretaña pidiendo reparación para las familias de las víctimas de las algas verdes, y medidas concretas del Estado contra la contaminación.
El pasado 18 de julio (2023), un tribunal en Rennes ha ordenado por vez primera en su sentencia la obligación del Estado de tomar medidas en un plazo de cuatro meses para combatir la toxicidad de las algas verdes que proliferan en Bretaña, alimentadas por el estiércol procedente de las gigantescas granjas porcinas de la región.
«Las algas verdes» es una película necesaria, que se inserta en el debate político en Francia, una de esas películas que muestran la capacidad de la ficción para llegar a un más amplio público que el que se interesa generalmente por el género documental.