Cuando me dispuse a redactar el artículo de la semana pasada, no pensé en escribir una segunda parte; pero una vez publicado, muchos amigos y conocidos me sugirieron hacer otra entrega, pues aún existen muchas dudas y confusiones, sobre las que vale la pena insistir para que los interesados puedan adquirir solvencia en la redacción de textos, además de persuadirse de la importancia de llamar las cosas por su nombre, como debería ocurrir con todas las personas cuya herramienta básica de trabajo sea el lenguaje escrito y oral. ¡No hubo más remedio; esta es la continuación!
Sobre las palabras mal utilizadas, que en la anterior entrega y en esta las he llamado «…para memorizar», he escrito muchas veces. En cada ocasión he mostrado enfoques diferentes, siempre con el deseo de facilitar la comprensión. Ha habido lectores que han aclarado sus dudas; pero lamentablemente hay otros a los que los aqueja el síndrome del teflón: nada se les pega.
De modo pues que, hoy mostraré otra serie de palabras que son utilizadas de forma incorrecta, tanto en los medios de comunicación social, como en el habla cotidiana. Solo hace falta memorizarlas, además de que es fundamental que cada persona que esté vinculada con la escritura y la expresión oral, valore la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera.
Casi todos los redactores de contenidos publicitarios y locutores de radio y televisión ignoran que el sufijo -triz es de género femenino, y por eso es frecuente leer u oír menciones en las que se anuncia que el establecimiento tal es «el de mayor prestigio en el ramo automotriz» o que tiene una amplia gama de «repuestos automotrices». En ambos ejemplos hay una falta de elemental concordancia, dado que el sustantivo ramo es masculino y por tanto el adjetivo que lo califica debe concordar con él en género y número.
Si alguien no sabe lo que es el género y el número de las palabras, es recomendable que le dé un repaso a lo que le enseñaron en la educación primaria y en secundaria. Lo adecuado es ramo automotor y repuestos automotores. Alguien pudiera decir que por mercadeo u otra razón prefieren usar la terminación femenina. Eso es simplemente ignorancia, frivolidad u otra razón, de las tantas que han motivado el arraigamiento de muchos vicios en el ámbito publicitario, en donde, a la par de grandes creativos, hay muchos disparateros.
Se ha vuelto un vicio casi indesarraigable el uso de la palabra experticia de forma inadecuada. Por lo general se la usa para referirse a la persona que es gran conocedora de un asunto y lo maneja con facilidad: «Fulano de tal tiene gran experticia en el estudio de suelos» o que «su experticia le ha permitido ocupar cargos de gran importancia». Se entiende que la intención es decir experiencia; pero se utiliza el término inadecuado.
Entre los vocablos experiencia y experticia existe un parentesco medianamente cercano. El primero es, entre otras cosas, el cúmulo de conocimientos y sabiduría con el que una persona desempeña un oficio. En tanto que experticia es una revisión pericial, llevada a cabo por expertos, y quizás ahí esté la razón por la que algunos piensan que es sinónimo de experiencia.
La experticia se aplica en casos de accidentes automovilísticos, aéreos, incendios, etc., en los que los peritos deben determinar las causas que los originaron. Si usted es conocedor de un oficio y lo desempeña con gran facilidad, tiene experiencia; experticia es otra cosa, no se le olvide.
Cierro, por esta ocasión, el tema de las palabras para memorizar, con tres que también son utilizadas de forma incorrecta. La primera es «manulio», dicha y escrita así, para referirse al mecanismo que permite conducir una bicicleta o cualquier vehículo de dos ruedas. La adecuada es manubrio. ¡«Memorícela!
Para indicar la poda de árboles, muchas personas, incluidos periodistas y educadores, dicen apodar: «Mañana debo apodar las plantas de mi jardín»; «El vecino apodó el árbol, y las ramas quedaron sobre la acera». Estos ejemplos son ficticios, pero no arbitrarios. Son muy semejantes a los que se oyen y se leen casi a diario en la vida real.
Cortar las ramas de los árboles es podar, no apodar. Apodar es poner apodos. No son vicios muy extendidos, pues son propios del lenguaje bajo que se emplea en algunos lugares de Venezuela y de Hispanoamérica.
Es fundamental que comunicadores sociales y educadores se conviertan en multiplicadores de la forma correcta. ¡Esa es su obligación moral!