Hace muchos años vi una película fascinante que casi nunca se cita ni por los cinéfilos más eruditos a pesar de estar protagonizada por Gary Cooper y Ann Harding. Dirigida por Henry Hathaway en 1935, se titula «Peter Ibbetson» (en España «Sueño de amor eterno»).
Basada en una novela de George Du Maurier, contaba la historia de una pareja de niños enamorados que, separados por circunstancias de la vida, continuaron juntos relacionándose a través de sus sueños respectivos, soñando uno con el otro y viviendo esos sueños como si formaran parte de sus propias realidades.
Me acordé de esta película al leer «La leyenda de las mareas mansas» (Siruela), el nuevo libro de Irene Vallejo que recrea la fábula de Ceix y Alcíone incluida en «La metamorfosis» de Ovidio.
En la versión de Ovidio, Ceix, hijo de Eósforo, dios de las primeras luces del día, parte para consultar el oráculo y conocer el futuro que le espera con su pareja Alcíone, hija de Eolo, el dios del viento. Su barco naufraga y Ceix se ahoga. Alcíone sigue esperando su regreso hasta que el dios Morfeo se introduce en su sueño en forma de Ceix para que conozca la verdad.
Apiadados, los dioses transforman a Ceix y Alcíone en dos pájaros que anidan al borde del mar y ponen sus huevos entre la semana anterior y la posterior al día más corto del año. Estos días siempre son de calma porque Eolo protege de los vientos el nido donde van a nacer sus nietos. Los marineros los llaman «los días del alción». También se conocen como los días de las mareas mansas.
En una versión más antigua, de Hesiodo y Apolodoro, los dioses culpan a Célix y Alcíone de arrogancia, por mentirles presentándose falsamente como esposos de Hera y Zeus y los transforman en pájaros, pero de distinta especie: a ella en un martín pescador (alción) y a él en gaviota, para que nunca pudieran vivir juntos.
La versión de Irene Vallejo es fiel a la original de Ovidio, aunque introduce elementos modernos, como ciertos guiños al lector de la historia, y comienza advirtiendo que los amantes siempre se cuentan sus sueños uno al otro y sienten curiosidad por conocer qué les depara la vida en el futuro, preguntas que sólo el oráculo puede responder.
Escrito en un lenguaje sencillo, no se trata de una versión para niños, como pudiera parecer por su presentación en una edición muy cuidada, sino que también los adultos pueden sacar conclusiones de la recreación que la escritora hace de la fábula de Ovidio.
Hay que resaltar en este libro las bellas ilustraciones de Lina Vila, que sumergen al lector en los escenarios en los que se va narrando la historia.
Consagrada por un solo título
El éxito de «El infinito en un junco» nos descubrió a una escritora que conoce en profundidad el mundo clásico y sus autores, a los que dedica espacios interesantes, a veces muy curiosos, de Homero, Plutarco, Sócrates, Platón, Hesiodo, Arquíloco, Heráclito, Herodoto, Eurípides, Sófocles, Esquilo, Aristófanes y los romanos Juvenal, Catón el Viejo, Plauto, Terencio, Prudencio, Ovidio, Suetonio, Marcial, Quintiliano…
Irene Vallejo escribió «El infinito en un junco» en un lenguaje literario muy próximo al de la novela, por lo que su lectura resulta un gratificante ejercicio que lleva al lector al universo del libro en el mundo clásico, con apelaciones a la cultura de los siglos veinte y veintiuno, al cine y a la música popular, a la radio y la televisión, a internet, al arte… para entender mejor de qué modo la cultura de Grecia y Roma alimenta aún la creatividad de los artistas contemporáneos y nos guía hacia la libertad.
La recreación de la Fábula de Ceix y Alcíone de su último libro es un claro ejemplo de este cometido en el que Irene Vallejo muestra una vez más las dotes de narradora que alberga su vena literaria.