Quiero empezar este nuevo año deseándoles salud, amor y tranquilidad.
Y por la importancia de los amigos para nuestra vida emocional, voy a desmenuzar una muy curiosa información que sostiene que los elegimos porque huelen igual que nosotros.
Con lo que no estoy muy de acuerdo, porque he llegado hasta a cambiarme de perfume cuando alguna amiga me lo copiaba.
Pero seguramente soy la única a la que no le gusta oler igual que otra, porque de acuerdo con lo publicado en el portal Israel21c los científicos Inbal Ravreby, Kobi Snitz y Noam Sobel, del Instituto Weizmann de Ciencias de ese país, están convencidos que los amigos se escogen porque huelen parecido.
Los humanos, dice, no somos tan descarados como los perros que saludan a otros perros oliéndolos, principalmente, la cola.
Pero sí los olfateamos y de ahí, el tamaño de la industria del perfume que gana millonadas.
Añaden que el olor puede reducir estados emocionales o irritarnos y descubrir parentescos y enfermedades.
Recuerdo que mis papás decían que el doctor que nos atendía de chicos sabía si teníamos tos ferina o sarampión antes de subir a vernos, solo por el olor.
Bueno pues los investigadores israelíes, contrataron a dos equipos de «olfateadores» humanos y les pidieron analizar los olores de dos grupos de veinte parejas del mismo sexo sin ligas familiares o románticas; uno, integrado por amigos; el otro, por desconocidos.
Uno de los equipos debía calificar en intensidad, atractivo, atracción sexual, competencia y calidez, los olores de las camisetas y los pantalones del grupo de amigos y el segundo hacer lo mismo con las prendas de quienes no eran amigos.
Los resultados coincidieron en que las camisetas de los amigos olían más parecido que las de los extraños y los investigadores concluyeron que hacer clic con los olores ajenos que están determinados por la genética y por tanto con la evolución, suele ser la base de las amistades.
Pero seguirán investigando, porque las razones para la amistad, además de edades, apariencia, educación, religión y raza similares, siguen siendo obscuras.
De otra investigación sin nada que ver con la anterior, informa El País en un artículo del pasado 18 de diciembre firmado por Miguel Ángel Criado, que establece que los animales mantienen vínculos amistosos perdurables.
Y chimpancés y bonobos, que son los parientes más cercanos de los humanos, tienen una elevada memoria social que les permite recordar a sus amigos, décadas después de estar separados; abrazarlos y besarlos al encontrarse y mostrar júbilo si los ven en fotografía.
Primatólogos, antropólogos y psicólogos de varios países, se unieron para diseñar un experimento que mostraba durante dos segundos dos diferentes fotografías a veintiséis chimpancés y bonobos de zoológicos de Edimburgo, Reino Unido, Planckendael, Países Bajos y el santuario de Kumamoto, Japón, mientras un monitor medía las reacciones de sus ojos.
Tras veintiséis años sin ver a su hermana Loretta y a su sobrino Erin, la bonoba Louise los reconoció en fotografías y otros bonobos y chimpancés recordaron a compañeros del grupo al que habían pertenecido tiempo atrás.
Esta capacidad de recuerdo, que comparten con los humanos, es la base de las sociedades complejas.
Y la idea de investigarla surgió cuando los científicos captaron que los animales con los que interactuaban, los reconocían tras años sin verlos.
Y Josep Call, primatólogo de la Universidad de Saint Andrews, precisó que chimpancés y bonobos dedicaron más tiempo a mirar las imágenes de los que habían sido sus compañeros de grupo.
Precisó que chimpancés y bonobos son los parientes más cercanos de los humanos y aunque hace entre seis y nueve millones de años que los linajes se separaron, compartimos el 98,7 del genoma.
Agregando que reconocer es básico para la evolución de las especies, porque permite recordar aquel lugar donde abundaba la comida o que esa serpiente es peligrosa.
Y que los humanos no solo recordamos eventos y lugares, sino que conservamos en la memoria las emociones asociadas a ellos.
«Nos gusta pensar que todo lo que hacemos es único y no lo es, y otras especies, como los delfines, son capaces de distinguir vocalizaciones de otros delfines a los que hace tiempo no oían».
Agregó que la llamada curva del olvido en los seres humanos es muy pronunciada en los primeros quince años que pasan si ver a alguien querido, pero después lo que queda, queda para siempre.
Y que las especies animales que cultivan lazos sociales se reproducen más, lo que daría una ventaja evolutiva a la amistad.