Recientemente en una comida de fin de año con viejos amigos, surgió la conversación sobre secretos familiares.
Y me sorprendió que en ese grupo de once personas, cinco confesaran que el padre que tenían por tal no lo era, y contaran cómo se enteraron casualmente tras haber vivido varias décadas engañados.
¿Qué detonó ese medio día las confesiones? Lo ignoro, porque son temas dolorosos en los que no quise hurgar, pero recordé el caso de una querida amiga y prima política chilena que a los ochenta y tantos, se enteró era adoptada.
Para salir de las sospechas que desde adolescente la habían rondado, uno de sus hijos envió datos y saliva a una compañía gringa y coincidieron con los de una familia italiana que llegó a radicarse en Chile poco antes que ella naciera y buscaba a la niñita producto del embarazo de una de las tías cuando tenía dieciséis años.
Con emoción y no sin susto, concertaron un encuentro; los italianos le enseñaron un retrato de su madre, la aceptaron felices y para su encanto y sorpresa, se parecen muchísimo.
Me vino todo eso a la mente, al leer la reseña de las memorias Unearthing, Desenterrando, de la novelista canadiense Kyo Maclear; quien tres meses después de morir su padre, compró un kit casero de ADN para conocer detalles sobre su abuela paterna irlandesa.
«En enero de 2019 escupí en el tubo de plástico… y ni por un momento pensé que lo que había asumido como básico en la historia de quién soy y de dónde vengo, sería puesto en duda», escribió.
Pero… los resultados mostraron que su padre no compartía ADN con ella.
Y eso ha venido sucediendo a millones de personas que, para no convertirse en detectives de sus propias vidas, recurrieron a los laboratorios de genealogía genética como Ancestry y My Heritage; que les piden cepillos de dientes, vasos donde hayan bebido, saliva y uñas cortadas y les devuelven sorpresas.
Al principio, los solicitantes eran los posibles padres y las abuelas que no deseaban les enjaretaran un hijo o nieto ajeno.
Pero ahora son los hijos los que las quieren.
Y aunque no hay datos completos, se calcula en más de treinta millones las personas que han pedido saber quiénes son sus padres; y como demanda y competencia han subido, los precios han bajado y las pruebas son más accesibles.
Los confidenciales resultados deben reportarse a la Sociedad Internacional de Genealogía Genética (ISOGG) que sostiene que de cada diez casos, en poco más de dos el padre no es quien se suponía.
El ADN de dos personas es 99,5 por ciento idéntico y la variación genética restante puede determinar, entre otras cosas, el lugar donde vivieron los antepasados y el criminal que se busca.
Y dado que heredamos el ADN del padre y la madre, saber de quienes somos hijos permite anticipar enfermedades hereditarias y antecedentes positivos que den inmunidad.
Precisamente para investigar el genoma de los mexicanos y crear una medicina preventiva, la UNAM y el Conacyt promovieron en 2004 la creación del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen), dependiente de la Secretaría de Salud y que también hace pruebas de paternidad.
En fin, nunca había sido tan fácil desenterrar esqueletos familiares y ya hay hasta grupos de apoyo para los que están pasando por ese difícil proceso.
Porque, aunque permite conciliar historias de adopciones, infidelidades, rivalidades entre hermanos y condiciones hereditarias, a muy pocos les gusta el descubrimiento.
Y en la mayoría genera sentimientos de conmoción, negación, miedo, ira, confusión y aislamiento y reacciones en las que se juntan los deseos de venganza, con el amor y la comprensión.
La figura del padre es central en la configuración de la psique y la vida de hijos y generaciones posteriores y para resolver enigmas, la Ciencia es la última certeza.
Pero por desgracia, no solo los familiares tienen interés en esos datos.
Un artículo de este lunes 12 de febrero 2024 de la BBC, trata del hackeo de cientos de antecedentes de familias judías captados por MyHeritage.
Y advierte que en octubre pasado se supo que piratas informáticos ofrecieron por primera vez a la venta, datos genéticos; y la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, tomó medidas contra CRI Genetics y 1Health/Vitagene, por no mantener seguro el ADN de sus clientes.
Poseer información genética, tiene graves consecuencias, además de que «no hay forma de saber cuántos y quiénes pueden consultar resultados de familia y salud de interés potencial para empleadores y aseguradoras».