La semana pasada les hablé del creciente interés de muchas personas, en querer contribuir para que otras puedan deslastrarse de esos vicios de lenguaje que se han sembrado, tanto en los medios de comunicación, como en el habla cotidiana. De ahí que sea frecuente la aparición de contenidos cuya finalidad es mostrar formas con las que es posible hacer que desaparezcan situaciones que se han tornado casi indesarraigables.
Por otro lado está la promoción y celebración de encuentros que, de acuerdo con el criterio de quienes los desarrollan, reciben diferentes nombres; pero la finalidad es la misma (conversatorios, talleres, charlas, conferencias, simposios, etc.) Ante eso, sin pretender desmerecer la calidad de las enseñanzas que pudieran impartirse, siempre he advertido que es necesario tener cuidado, pues en ese aspecto (o sea, el lingüístico) existen muchas personas que se atreven a enseñar algo que ellas no manejan con facilidad, y en lugar de aclarar, oscurecen.
Tengo por costumbre no hablar de lo que no conozco, y cuando alguien me pide que le aclare dudas y no tengo la respuesta inmediata y correcta, prefiero admitir desconocimiento, para luego indagar y satisfacer la petición. Eso me permite mostrar que, aunque tengo facilidad para manejarme en estos menesteres, no soy infalible. Siempre he dicho que no soy ni pretendo ser catedrático del idioma español, toda vez que solo soy un aficionado del buen decir; eso para mí es suficiente.
La semana pasada estuve en San Carlos, capital del estado Cojedes, en atención a una invitación del Colegio Nacional de Periodistas y del Círculo Especializado de Periodismo Deportivo de esa entidad venezolana, para dirigir un conversatorio sobre la jerga deportiva y dictar un taller sobre las impropiedades más comunes en los medios de comunicación social.
En el conversatorio (viernes 7 de junio), al que como era de esperarse acudieron narradores, comentaristas y conductores de espacios radiales, tuve ocasión de expresar mi opinión acerca de las causas de los vicios, al tiempo que aporté algunos elementos con los que es posible deshacerse de ellos.
Por otro lado, al día siguiente (sábado 8) tuvo lugar el taller «Vicios en la redacción y cómo eliminarlos», al que acudió una notable cantidad de periodistas y estudiantes de Comunicación Social, interesados en mejorar su expresión escrita y oral. Agradezco la intención del gremio periodístico por la gentil invitación (a Pilar, Héctor y Franklin). También pondero la generosidad de los que participaron, quienes con sus inquietudes hicieron del taller un momento grato, productivo y muy provechoso, tanto para ellos, como para mí.
Hicimos un breve repaso sobre los elementos de una nota de prensa (antetítulo, título, sumario y fotoleyenda), para luego hablar de las palabras por la índole de la entonación, signos de puntuación, especialmente la coma; del verbo en gerundio mal utilizado. Analizamos algunas palabras y expresiones que a mi juicio, son las que más se utilizan de forma inadecuada, de las que hoy mostraré algunas, con el deseo de que las dudas que hayan quedado puedan desaparecer.
Entre esas está «pasó desapercibido», de la que muchas personas no se han percatado de que cuando algo es ignorado, con intención o sin ella, se debe decir «pasó inadvertido», pues desapercibido es otra cosa. Estar desapercibido es no estar apercibido, es decir, no estar preparado para algo.
De «yo soy de los que pienso…», que se ha convertido en un mal que ha hecho metástasis en muchas áreas del saber. Lo correcto es emplear el verbo en tercera persona del plural: piensan, creen, dicen, opinan. Esto es así porque la concordancia estricta debe establecerse con el sujeto gramatical: los/las que, no con el sujeto del verbo ser: yo/tú/ellos.
En el ámbito deportivo hablamos de la «mínima diferencia» e hice hincapié en que es una impropiedad que todo el que se precie de narrador o comentarista debe evitar, pues la mínima diferencia se da en muchos casos: entre 1 y 0; pero también entre 2 y 3, entre 11 y 12, entre 79 y 80, etc. La expresión correcta es por la mínima anotación, ¡y no hay más!
Les mostré algunos usos de «a», que es una preposición con múltiples aplicaciones: «Voy a ver una película», «Este perfume huele a miel», «Me encanta montar a caballo», etc. También el de «ha», que se emplea para formar la tercera persona del singular del pretérito perfecto: «Él ha ido a la boda», «Mi prima ha aprobado todo», «Jorge ha aprendido la lección», etc.
Sin dudas que el «encuentro de San Carlos» sirvió para que muchos periodistas y estudiantes de Comunicación Social pudieran adquirir madurez para escribir bien y hablar de mejor manera, además de que puedan convertirse en multiplicadores de lo que aprendieron; ese es mi más ferviente deseo.