CRÓNICAS ALEMANAS
Como periodista español y también con algún poso que queda siempre en el subconsciente al haber vivido varios años en aquel país, he seguido con atención la campaña de las elecciones en Alemania, que llevarán el próximo día 22 al Bundestag o Parlamento federal al nuevo o la nueva canciller del país germano.
Ha sido una campaña con la que se podría escribir un libro, pero con un último capítulo abierto, puesto que de lo que ocurra en esa fecha van a depender en parte algunas cosas para una Unión Europea que en estos momentos, conforme vamos viendo, funciona en gran parte con un motor “Made in Germany”.
Son muchas las cosas que se han dicho y tratado en esta campaña, y saber acerca de algunas de ellas puede contribuir a conocer mejor el por qué de algunas cosas de nuestro vecino europeo del Norte, un vecino querido por unos y menospreciado hasta la saciedad por otros, pero un país fuerte que con 82 millones de habitantes y un 5,5% de paro tiene a 42 millones de personas trabajando y produciendo en una economía saneada. Tal vez por ello la actual canciller Angela Merkel saque alrededor de 14 puntos de ventaja al candidato socialdemócrata Peer Steinbrück, según el Instituto FORSA, si bien este último está mejorando y subiendo en las encuestas.
Cinco son los grandes partidos, además de otros más pequeños, que se presentan a estas elecciones alemanas con posibilidad de entrar en el Bundestag o Parlamento federal. En primer lugar está la Unión Demócrata Cristiana (CDU) liderada por Angela Merkel, que junto con su socio de la CSU rondan en estos momentos el 39% en la intención de voto. En segundo lugar está el Partido Social Demócrata alemán (SPD), con un 25% en intención de votos, y subiendo en las encuestas. A continuación tres partidos menores, pero que cuentan, y mucho, a la hora de las posibles coaliciones, algo normal en el país germano: La Izquierda (Die Linke) (10%), Los Verdes (9%), y Los Liberales (FDP), raspando un 5% de intención de voto. Ha nacido otro partido, totalmente euroescéptico, Alternativa por Alemania (Alternative für Deutschland), que ronda el 3%, con pocas posibilidades de llegar al 5% exigido para entrar en el Bundestag.

De entre las muchas cosas publicadas durante la campaña, algunas merecen unas líneas para saber lo que se juegan los alemanes, y por ende también en parte los vecinos de la Unión Europea. Por ejemplo que, aunque a regañadientes, el rigor fiscal alemán empieza a ser aceptado en la UE, por lo que tras la crisis de la deuda griega, se va notando un traspaso de poder de Bruselas a Berlín. Todo ello, en un momento en que el país germano se está quedando sin niños, por lo que el declive demográfico empieza a ser preocupante. Ello ha influido en el hecho de que entre los años 2011 y 2012 un millón de extranjeros llegaran a dicho país a trabajar, tantos casi como a Estados Unidos. Los necesitan para apuntalar su imponente industria que fabrica hegemonía en muchos sectores, y que la exporta. Como dato indicativo, baste decir que en tiempos del “boom” inmobiliario en nuestro país, la empresa germana Herrenknecht, líder mundial en tuneladoras, tenía en España 30 de esas impresionantes máquinas, fabricadas a gusto y medidas pedidas por el cliente.
Pero no es oro todo lo que reluce en el país germano, puesto que también hay regiones en declive, como sucede con la otrora potentísima cuenca del Ruhr, la llamada “Detroit alemana”, que conocí personalmente por haber trabajado en ella durante años. En esta región se han perdido miles de puestos de trabajo, y tan delicada es la situación que el Ayuntamiento de una de las localidades, Oberhausen, ha aprobado un impuesto sobre el trabajo sexual, lo que por estos pagos llamamos prostitución. Es una parte de la que podríamos llamar la cara desconocida u oculta del otrora famoso “milagro alemán”, en un momento en que en este país más de seis millones de personas reciben ayudas o subsidios sociales a través del célebre subsidio Hartz IV, un sistema que acabó con la carrera política del otrora canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, tema del que me ocuparé en otra ocasión.
Para finalizar, unas líneas sobre dos pensamientos opuestos de dos alemanes con gran influencia tanto en el panorama político y económico alemán como en la Unión Europea. Provienen de lo que yo he llamado “encuentros en la cuarta página”, pues ambos han sido publicados por el diario El País, uno el 20 de julio y el otro el 20 de agosto de este año. El primero pertenece al poderoso ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, en el que se afirma que “No queremos una Europa alemana”, manifestando entre otras cosas que Berlín desea ponerse al servicio de la recuperación económica de la Unión Europea. El otro emana del filósofo alemán Jürgen Habermas, ganador en 2003 del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, contestando a las palabras del ministro y advirtiendo que su país puede cometer un error histórico si solo sigue defendiendo las políticas de corto alcance que le favorecen en lugar de hacer frente a una Europa que en estos momentos se encuentra en situación de emergencia.
Sea como fuere, el próximo domingo 22 de septiembre comenzarán a despejarse algunas incógnitas.




