Las elecciones municipales que se han celebrado este 6 de octubre 2024 en Brasil diluyeron el poder local entre veintinueve partidos participantes, con un avance de la derecha, incluyendo la extremista, que probablemente se reflejarán en el legislativo Congreso Nacional a ser elegido en 2026, informa Mario Osava (IPS) desde Río de Janeiro.
La historia electoral comprueba que los resultados municipales poco influyen en las elecciones presidenciales, pero dictan la composición del Congreso, que se hizo más conservador a cada ciclo electoral de cuatro años en lo que va de este siglo. Las próximas elecciones para los poderes ejecutivo y legislativo nacionales serán en octubre de 2026.
El Partido Liberal (PL), identificado como de extrema derecha, conquistó ahora 512 alcaldías, con un aumento de 48,8 por ciento sobre las 344 de 2020.
Además el PL sigue en la disputa de veintitrés de los 52 municipios que tendrán la segunda vuelta el 27 de octubre, obligatoria donde haya más de 200.000 electores y ninguno de los candidatos haya obtenido la mayoría absoluta de los votos válidos en la primera vuelta, la del domingo 6.
Ese incremento del PL es fruto de la adhesión del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022) al partido en 2021. Pero su influencia es más amplia, porque hay «bolsonaristas» dispersos en varios partidos de derecha, como el Unión Brasil y Republicanos, e incluso en algunos moderados o centristas.
El Partido Social Democrático (PSD), uno de esos considerados de centro y fundado en 2011, fue el gran victorioso en estas elecciones, celebradas en los 5569 municipios brasileños. Triunfó en 882 municipios, 34,2 por ciento más que en 2020.
Superó así al también centrista Movimiento Democrático Brasileño (MDB) que obtuvo 856 alcaldías, solo 63 u 0,08 por ciento más que en las elecciones municipales anteriores, y perdió la condición del partido más «municipalista».
En 1992 eligió 1605 alcaldes y desde entonces pierde el poder local, cada vez más disperso ante la proliferación de los partidos legalmente reconocidos en Brasil, que alcanzaron 37 en las elecciones municipales de 2020. Una ley aprobada en 2017 redujo esa cantidad a los veintinueve actuales, al imponerles reglas más rígidas para mantenerse en la política.
Fortalecimiento derechista
Los comicios mantuvieron la tendencia de crecimiento de los partidos de centro y derecha, la mayoría agrupada en el llamado «Centrão» (gran centro) en el Congreso Nacional.
Ese poder se consolidó y amplió su capacidad de creciente reproducción por un mecanismo singular, las enmiendas parlamentarias al presupuesto gubernamental, cuyo aumento fue gigantesco en los gobiernos anteriores, especialmente en el de Bolsonaro, de extrema derecha (2019-2022),
Los legisladores nacionales conquistaron el derecho de destinar 49.200 millones de reales (9100 millones de dólares) este año de 2024, lo que corresponde a 24 por ciento de los recursos de las inversiones discrecionales del presupuesto, es decir de libre elección, excluidos los gastos obligatorios del gobierno, como los destinados a la salud o educación.
Es una participación anómala, son pocos los países en que tales inversiones decididas por los legisladores alcanzan dos por ciento o poco más.
Además de dificultar la gestión fiscal del gobierno, el Congreso dominado por el «Centrão» convirtió en obligatorias la mayoría de las enmiendas, es decir el poder ejecutivo no puede negar ni cuestionar tales gastos.
Ese proceso se debió a gobiernos débiles ante el poder legislativo, dependientes de diputados y senadores en diversas cuestiones, especialmente ante la posibilidad de una inhabilitación política.
Bolsonaro temió esa posibilidad por su gestión de la pandemia de la COVID-19, considerada responsable de buena parte de las más de 700.000 muertes durante la pandemia de 2020 a 2023.
Con los derechistas, moderados y extremistas, en el gobierno de más de 4000 de los 5569 municipios brasileños y la mayoría del Congreso, las enmiendas parlamentarias se convirtieron en un arma de ampliación del dominio de la política brasileña.
Esa es una dificultad adicional impuesta al gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, elegido en 2022 por el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), pese a la pérdida de sus bases de sostenimiento. El PT tiene solo nueve senadores en un total de 81 y solo 69 de los 513 diputados.
En las elecciones municipales de 2020 el PT eligió 182 alcaldes, contra 635 elegidos en 2012. Este año, los 248 conquistados en la primera vuelta indican una recuperación, pero con gran inferioridad en relación a los partidos de centro o derecha.
La izquierda en general sufrió el declive. El Partido Socialista Brasileño (PSB) sigue superando a su aliado PT, con 312 alcaldes ahora elegidos, 59 más que en 2020. Pero el crecimiento de esos dos partidos es superado por la pérdida de 166 alcaldes de otro aliado, el Partido Democrático Laborista (PDT), que solo obtuvo 149 alcaldes ahora.
La izquierda perdió electores especialmente en las capitales de los veintiséis estados brasileños y otras grandes ciudades. El PT no obtuvo ningún alcalde en las capitales en 2020 y tiene escasas posibilidades de hacerlo en la segunda vuelta en este octubre.
En São Paulo, la mayor metrópoli brasileña, con 11,8 millones de habitantes, ni siquiera presentó candidato. Apoya al candidato del Partido Socialismo y Libertad (Psol), Guilherme Boulos, en la segunda vuelta.
São Paulo, que ya tuvo tres alcaldes del PT desde 1989, refleja muchos de los dilemas y singularidades de la política brasileña actual.
El favorito en la segunda vuelta es el alcalde actual, Ricardo Nunes, del MDB, que obtuvo 1,8 millones de votos u 29,48 por ciento del total, gracias a su alianza con la extrema derecha, representada en su fórmula por el candidato a vicealcalde, Ricardo Araujo, un policía militar jubilado considerado de línea dura.
Su adversario, Boulos, alcanzó 29,07 por ciento o 25 012 votos menos que Nunes.
Un aventurero en la política
El tercer colocado acaparó la atención en la campaña para la primera vuelta. Pero Pablo Marçal, del minúsculo Partido Renovador Laborista Brasileño (PRTB), quedó fuera de la segunda vuelta al obtener 28,14 por ciento de los votos, solo 56.853 menos que Boulos.
Además Marçal, que se define como «influenciador» de las redes sociales, polémico e involucrado en varios procesos policiales, tendrá probablemente su carrera política interrumpida por delitos cometidos en esta campaña electoral.
El candidato divulgó la noche del 4 de octubre, antevíspera de los comicios, un documento que, según él, comprobaría el consumo de drogas ilícitas por Boulos.
Varios datos y detalles comprobaron que se trataba de una falsa denuncia y la justicia electoral ordenó pocas horas después la retirada de la publicación y la suspensión de la cuenta de Marçal en Instagram.
Varios juristas evaluaron que Marçal, popular por sus mentiras, ofensas y falsas denuncias contra los adversarios, difícilmente escapará a una condena de la justicia electoral y de la justicia criminal que puede proscribirlo de las próximas elecciones e incluso llevarlo a la cárcel.
Ese aventurero se presentó, sin embargo, como un pretendiente a la presidencia de Brasil en 2026 y un posible sucesor de Jair Bolsonaro en el liderazgo de la extrema derecha. Su derrota y cuentas con la Justicia no le auguran un futuro político, pero los 1,72 millones de votos que obtuvo despertaron el interés de varios partidos derechistas.