La comidilla del momento en muchos estratos del ámbito mundial es, sin dudas, el triunfo de Donald Trump, quien se convertirá en el presidente número 47 de los Estados Unidos de América, aunque desde el punto de vista informativo, ya no es noticia, pues la mayoría de los habitantes de este planeta sabía que eso era un hecho por consumarse, y que solo faltaba que llegara el momento, por las razones que muchos saben, y que en este artículo no voy a ventilar, pues aunque periodista, no soy analista político.
Desde luego, lo dicho no implica que tal acontecimiento no haya sido importante; lo es; pero lo que quiero destacar, es que no sorprendió a casi nadie, dado que se sabía que de eso no habría vuelta atrás. Muy pocos eran los que afirmaban que Kamala Harris sería la primera presidenta de ese país. ¡Se impuso la tradición!
Desde que arrancó su campaña, Trump se perfilaba como el ganador, salvo en algunos momentos en los que supuestamente la contendora tuvo un significativo repunte, reflejado en resultados emitidos por empresas dedicadas al estudio de la opinión pública, ¡vaya usted a saber con que intención! Digo supuestamente, porque los resultados finales demostraron lo contrario.
Desconozco los detalles del sistema electoral de EEUU; pero con lo que permiten mis pocos conocimientos sobre el asunto, el triunfo de Trump fue contundente e inobjetable, al punto de que Kamala Harris no tardó en reconocerlo como el vencedor de la contienda.
Lo cierto es que el triunfador pasará a la historia como el segundo expresidente que regresa a la Casa Blanca, como ocurrió con Grover Cleveland en 1893.
Lo que tampoco ha sorprendido es la designación de Marco Rubio, como secretario de estado, lo cual ha hecho que, en mi opinión, la victoria de Donald Trump haya pasado a un segundo plano en lo mediático. ¡Rubio es la vedette!, y luego de conocerse su designación como el próximo secretario de estado en la nueva gestión de Trump, ha comenzado a ocupar espacios en los medios de comunicación de todo el mundo.
Ahora, me ha llamado la atención el tratamiento que algunos medios de difusión masiva y de gran prestigio, como el New York Times y BBC Mundo, le han dado al tema. Confieso que hasta hace poco creí que el actual senador por el estado de Florida era nativo de Cuba y que había emigrado a los Estados Unidos; pero no, nació en esa nación, y por tanto es ciudadano estadounidense, por lo que llamarlo «hispano», es impropio, de acuerdo con la definición, muy escueta por cierto, que del referido sustantivo aparece en el DLE (Diccionario de la Lengua Española). Los que emigraron a ese país de Norteamérica fueron sus padres.
Debo manifestar que antes de escribir este artículo, elevé la consulta a la Fundéu (Fundación del Español Urgente), y no recibí la respuesta deseada. Palabras más, palabras menos, le pedí que me orientará sobre si era lícito que a un ciudadano, como el caso de Marco Rubio, hijo de emigrantes cubanos, podía llamársele hispano; pero, o no me entendieron o en el peor de los casos, me malinterpretaron. Ante eso, les ratifiqué mi inquietud, y sin hacerse esperar, la referida fundación me envió la respuesta anterior. ¡Y como dijera la doctora Polo: «He dicho, caso cerrado».
En cuanto a Marco Rubio, el tema solo me interesa desde el punto de vista lingüístico, que es lo que manejo con relativa facilidad, y porque muchos medios han difundido lo que originalmente publicaron el New York Times y la BBC Mundo, lo cual en mi opinión y con base en el significado del vocablo «hispano» , es un despropósito.
Marco Rubio es estadounidense de origen hispano; pero quizás por ahorrarse palabras o por desconocimiento, los redactores de los medios nombrados, lo llaman hispano. El único que le ha dado el tratamiento adecuado es France 24, que publicó: «El presidente electo Donald Trump eligió al senador republicano Marco Rubio como su secretario de estado. El político nacido en Florida se convierte así en el primero de origen cubano en ocupar el máximo cargo de la diplomacia de la primera potencia». Al ser sus padres cubanos, él tiene ese origen.
No sé si en el caso de Barack Obama, a algún medio o periodista se le haya ocurrido mencionarlo como el primer presidente africano de los Estados Unidos; pero si ocurrió, se aplica el mismo criterio que en el caso de Marco Rubio. Ignoro la disposición constitucional de ese país en cuanto a la nacionalidad; pero si Rubio y Obama nacieron allí, son ciudadanos estadounidenses, de origen hispano y africano, respectivamente. De cualquier modo, hay espacio para el debate sano.