Solo India faltaba a la cita de la negociación (EEUU, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) con Irán. El gobierno de Nueva Delhi ha mantenido relaciones especiales con Irán, a pesar de haber recuperado y reforzado las suyas con Estados Unidos y de seguir siendo amigo de Israel.
Desde que Nehru liderara la política de los no alineados, las relaciones exteriores indias han sido siempre peculiares, distintas; aunque el acercamiento a la URSS, durante la época de Indira Gandhi, pareciera desviar el eje de las “amistades” estratégicas. En el momento actual, India espera reanudar sus proyectos de cooperación con Irán. Para Nueva Delhi, se trata de recuperar por completo los intercambios comerciales, especialmente los referidos a la energía; pero también de normalizar las relaciones y expectativas con un país (Irán-Persia) milenaria, culturalmente, emparentado con la India.
Según el prestigioso diario The Hindu (25 de noviembre), 6.000 millones de dólares de ventas de petróleo pendientes podrían ahora realizarse, tras el previsible término de los embargos bancarios que afectaban a Irán. Las refinerías indias habían reducido a la mitad sus importaciones de crudo iraní, a causa de las sanciones. India e Irán tienen pendiente también la construcción de un gasoducto, que podría ir desde el golfo Pérsico (desde Asuluyeh) hasta Delhi pasando por Pakistán.
La tensión histórica, persistente, con el vecino-hermano-enemigo paquistaní podría también convertir ese proyecto en otro distinto, submarino, que no pasara por territorio paquistaní. Desde el fondo marino, tendría una salida hacia Pakistán y otra seguiría hasta India. Pero esa opción tiene problemas técnicos de todo tipo: habría que situarlo a 3.500 metros de profundidad. Evitaría, eso sí, las tentaciones y peligros de un ataque terrorista, que tendría la primera opción, además de las complicaciones estratégicas que implica atravesar el territorio controlado por Islamabad.
Los preacuerdos de 1993 (Irán-India) y 2002 (Irán-Pakistán), podrían haberlo hecho posible si EEUU no lo hubiera impedido. Tanto India como Pakistán recibieron presiones enormes de Washington, que prometía beneficios si renunciaban al proyecto. En el caso indio, la firma de un tratado sobre energía nuclear con EEUU fue decisiva para aparcarlo.
Para The Times of India (25 noviembre), está claro: la apertura EEUU-Irán “es un golpe para Israel y Arabia Saudí, un alivio para India”. Ese diario dice que puede estar en marcha un reajuste del panorama geoestratégico desde Oriente Medio al sur de Asia. Y recalca también los aspectos prácticos para la India: “Puede ser un desahogo para India, que (hasta ahora) tenía que hacer juegos malabares para mantener el equilibrio en cuatro aspectos: su creciente asociación estratégica con EEUU, su fuerte relación militar con Israel, sus inversiones económicas y sociales en Afganistán y sus lazos de civilización con el poder persa”. The Times of India no olvida citar el proyecto indio paralizado (uno más) de carretera entre la ciudad de Zaranj (frontera de Irán y Afganistán) hasta el puerto iraní de Charbahar. Una ruta posible más para la mejora de los intercambios.
Los resúmenes de la BBC, sin embargo, citan el escepticismo de otros medios de comunicación indios. “Demasiado pronto para celebrarlo”, dice el Deccan Herald, que señala que lo firmado es sólo “un primer paso, en una situación aún confusa, en la que muchos actores interesados tratarán de socavar lo acordado”.
Si Nueva Delhi se vio obligada a votar más de una vez contra Irán en los debates del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), puede que ahora eso quede definitivamente olvidado. En Teherán se vivió como la traición de un buen amigo. Ahora, únicamente la interferencia de terceros, puede dificultar la voluntad y el interés común de Teherán y Nueva Delhi de estrechar su colaboración. Si EEUU sigue adelante en el acercamiento hacia Irán, la India volverá plantear con ese país las cosas que ambos tienen en común, todos sus intereses comunes. En todos los terrenos.