Ejercitarme de ‘sparring’ de quienes defienden sus derechos me ha posibilitado comprender a quién o qué acompaño en su entrenamiento. Aún, me sorprende conocer qué me encuentro en lo espacios por donde deambulo. Mi frugalidad me obliga a interconectar objetos próximos o solicitar variar de espacio con cierta espontaneidad sabiendo que no hay futuro… ese futuro imaginado del denominado sujeto por novelar desde sí lo no recreado con los objetos.
La sociedad industrial manifestó su predilección por escenarios generados para el proceso racional de la manufacturación de objetos industriales o por escenarios para la licenciación de egresados que racionalizados eran convertidos en sujetos. Sujetos afines a la mediatización del libro y del documento escrito en su afán de serlo, donde la tecnología del papel monopolizaba el acceso a la información registrada. En consecuencia, este estado de cosas soporta, entre otros: un modelo institucionalizado del escenario, la discriminación entre objeto y sujeto de derechos, la psicologización del espacio escénico, la apropiación del espacio como locus manufacturado por el sujeto y el privilegio jerarquizado del sujeto propietario sobre el objeto.
Ni el espacio es una constante como espacio parcelado y finalmente distribuido ni el número de objetos tampoco es constante, aumentando en la variedad de contextos relativos. Se solapan procesos de inputs/outputs divergentes donde los objetos varían al poder mostrarse como sujetos de la acción contextual o por introducir infraestructuras para la fluidez entre inputs/outputs. Los espacios finalmente solapados son híbridos al diverger sus propias performances. Piensen en el efecto de hibridación del ‘smartphone’ o de las ‘wearables technologies’ sin tener la necesidad de introducir ‘chips’ a humanos. Durante el ‘monopolio del papel’ el escenario anotado era privado, en cuanto la privacidad construía el flujo de interacciones que soportaba el privilegio conferido al sujeto de la escena. Era donde proliferaban ‘perfomances’ donde los objetos convergían en la composición de espacios geográficos segmentados y donde la norma impedía privilegiar a más sujetos o impedía las transferencias entre sujeto y objeto o impedía el flujo espontáneo de inputs/outputs. Imaginemos, por ejemplo, aquellas aulas de donde el verdadero talento huía a causa de ser una infancia-objeto.
En la hibridación real de sujetos y objetos, continuamos atrapados, aún, en la norma que interpuso el ‘monopolio del papel’ frente al auge del ‘hipertexto’, continuando, a su vez, atrapados en el proceso de la razón cognitiva de la infancia que interpuso su psicologización. El ‘Internet de las cosas’ tendrá que soportar el ‘Derecho de las cosas’ más si la dotación y la interacción entre máquinas genera esa espontaneidad de lo patológico desde el punto de vista de la transición a la emocionalidad y su respuesta, al exigirse por ejemplo un modelo y una ‘netiqueta’ en el trato con éstas. La respuesta a la consciencia simplemente pueda estar en un umbral determinado de la interconexión tanto interna (cerebro humano) como externa (interconexión entre dispositivos) como del registro performativo del dato.
Mientras, la escena sigue creciendo exponencialmente e interconexionando una mayor cantidad de objetos, pero aún, al inutilizar a la infancia, continuamos aprendiendo que la infancia será posiblemente sujeto de derechos. Pero el niño/a-híbrido cohabita con otros adultos en escenarios solapados. Convirtiéndose éste, el niño/a-híbrido, en prescriptor no de un uso de las TIC’s, el uso lo define y explica su necesaria usabilidad para todos/as, sino de detallar su experiencia en la hibridación y en su repercusión cultural. Detalle para la necesaria instantaneidad, presencia y modulación en el descubrimiento de los objetos.
A pesar de lo dicho, estamos acostumbrados a hablar de redes de personas, y ponemos la atención en un individuo-nodal privado y aislado al concebirlo promotor de lo que opina, identificado a lo sumo, en el caso de comunicaciones a larga o media distancia, con un número de teléfono o de IP (Internet Protocol).
El ‘tour de force’ por conocer cómo la sociedad distingue entre sujetos y objetos nos delata al desear no definir lo excluido.