La tortuga carey, en peligro crítico de extinción, tiene pocos santuarios en el mundo y el Parque Nacional Cahuita en Costa Rica es uno de ellos. En 2012 se contaron apenas 53 nidos, pero hay un enemigo contra el que no sirven los esfuerzos conservacionistas: las playas se están haciendo cada vez más chicas, informa Diego Arguedas Ortiz (IPS).
Durante años, los más de ocho kilómetros de playas de Cahuita albergaron cuatro tipos de tortugas marinas: baula (Dermochelys coriacea), verde (Chelonia mydas), cabezona (Caretta caretta) y carey (Eretmochelys imbricata).
Pero la erosión de la arena y la elevación del nivel del mar achicaron el ecosistema para estas especies y la cantidad de animales que llegan a desovar al Parque Nacional, en la provincia sudoriental de Limón, tras viajar por el mar Caribe.
«Muchas tortugas ahora arriban a playas fuera del Parque, en lugares donde nosotros no tenemos control, lo que las hace más vulnerables», dijo a IPS el administrador de esta área de conservación, Mario Cerdas.
En los tres años que lleva administrando el Parque, Cerdas ha presenciado una disminución de tortugas que arriban para anidar.
El Parque Nacional Cahuita abarca 1100 hectáreas de una península pantanosa y poco más de 23.000 hectáreas de océano, donde se destaca el principal arrecife coralino del país.
Se creó en 1970 como monumento nacional y en 1978 fue declarado parque con el fin de proteger estos ecosistemas.
Los «desvíos» no son la única preocupación. El sexo de las tortugas marinas se determina por la temperatura de la arena en las playas de desove: más frío favorece el nacimiento de machos, más calor, el de hembras.
Con el cambio climático, el calor está en aumento en la región.
«Eso podría ser aceptable para la población hasta cierto punto, pero si la relación de sexos se va haciendo muy grande, puede haber problemas para la población», señaló el científico Borja Heredia, del Secretariado de la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS pos sus siglas en inglés).
Este es solo uno de centenares de casos en los que el cambio climático incide en las especies migratorias.
Las sequías africanas dificultan el viaje que hacen cada año millones de aves a través del Sahara, los osos polares tienen más complicaciones para conseguir alimento, y el calentamiento global ha variado las rutas de las mariposas monarca.
Para analizar estas consecuencias y buscar salidas, científicos y funcionarios de gobierno de todo el mundo se reunieron en Guácimo, Limón, entre el 9 y el 11 de este mes.
El taller fue organizado por un grupo de trabajo de la CMS sobre el cambio climático que incluye a especialistas de más de 20 nacionalidades.
«Estamos viendo cómo podemos combatir el cambio climático en las especies migratorias como ballenas, pájaros, tortugas o invertebrados», explicó a IPS el británico Colin Galbraith, coordinador del grupo de trabajo y consejero para el Cambio Climático de la Conferencia de las Partes de la CMS.
El equipo deberá presentar un documento a principios de mayo y ponerlo a disposición de los 120 países partes. En junio pasará su primer filtro: el Comité Científico de la Convención lo evaluará y determinará su relevancia. La siguiente etapa será recibir el aval de la Conferencia de las Partes, que se reunirá en noviembre en Quito.
Puesto que se prevé que el cambio climático ejerza modificaciones diferentes en las distintas regiones, proteger de sus impactos a las especies migratorias que pasan por ellas es un desafío sin precedentes.
Para los animales no importan las fronteras nacionales creadas por los seres humanos. Por eso la CMS procura generar espacios internacionales de conservación para protegerlos en sus rutas migratorias.
Galbraith adelantó a IPS que el documento se enfocará en tres grandes ejes.
«Compartir información entre los países, generar estrategias para adaptarse al cambio climático, donde además se incluyen mecanismos para crear capacidades de reacción en los países, y finalmente cómo se puede comunicar esto al mundo», apuntó el coordinador del grupo de trabajo.
En marzo, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) confirmó la fragilidad de ecosistemas de todo el mundo al calentamiento global, en el segundo volumen de su Quinto Informe de Evaluación, dedicado a impactos, adaptación y vulnerabilidad.
En las zonas costeras, el alza en el nivel del mar está poniendo en riesgo hábitat como arrecifes coralinos, humedales y playas de anidación.
En Cahuita, por ejemplo, se ha perdido hasta un cuarto de la playa en los últimos 15 años, sostiene el administrador Cerdas. En el último evento de mareas altas, el agua llegó hasta la casa del guardaparques, una estructura de madera situada a 100 metros del límite usual de las olas.
«Las especies migratorias se enfrentan a muchos de los mismos desafíos que los seres humanos: tienen que elegir cuándo viajar, qué ruta tomar, dónde comer y descansar y cuánto tiempo deben permanecer antes de regresar a casa», aseguró el secretario general de la CMS, Bradnee Chambers, en una columna publicada por IPS.
«Estas opciones, que son aparentemente tan triviales para los seres humanos, son decisiones de vida o muerte para ellas», agregó.
El reporte del grupo de trabajo reunido en Costa Rica también será considerado por la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático y por el Convenio para la Protección de la Biodiversidad, en un esfuerzo para crear conocimiento multidisciplinario.
«Las diferentes convenciones relacionadas con el ambiente tienen que empezar a mirarse a los ojos y a trabajar más entre ellas, cooperando con recursos e investigación», apuntó Max Andrade, coordinador de la Unidad de Políticas Públicas de la Subsecretaría de Cambio Climático de la cartera ambiental de Ecuador.
Como país anfitrión de la próxima Conferencia de las Partes, Ecuador buscará dar protagonismo al calentamiento global, agregó Andrade.
En la pasada reunión, celebrada en Noruega hace tres años, se decidió crear el grupo de trabajo sobre cambio climático.