Jorge Luis Borges: “…en lo que a mí se refiere soy incapaz de imaginar un mundo sin libros”
Es la Biblioteca del Congreso de Washington, la más grande del mundo, la más cosmopolita y universal, con alrededor de 128 millones de objetos entre libros, mapas, manuscritos, fotografías, filmes, audio-videos, grabados y dibujos, partituras musicales y material digital.
Una verdadera ciudad dedicada a la letra impresa y a la documentación que registra la historia del mundo. Conocerla fue un deslumbramiento, fue ingresar en una urbe casi sagrada con laberintos, túneles y miles de libros que guardan el tesoro intelectual de nuestra civilización.
Fue fundada en 1800, dentro del Capitolio de los Estados Unidos y con el fin de servir al Congreso en sus información e investigaciones. Luego, se construyó un edificio permanente que lleva el nombre de Thomas Jefferson, porque además de presidente fue uno de los hombres que tuvo la más importante colección de libros de su época y la ofreció cuando las tropas inglesas quemaron el primer recinto.
En 1815, esa colección fue comprada por 23 950 dólares y esos 6487 libros fueron la base de la actual Biblioteca, se encuentran en exhibición y muestran el concepto Jeffersionano de universalidad que se mantiene hasta hoy como filosofía de la institución.
En 1897 se inaugura la Biblioteca Jefferson, uno de los mas bellos edificios de América, su Hall revestido en mármol, nos permite apreciar la Biblia de Gutenberg, y la gigantesca Biblia de Maguncia de 1450, exposiciones de arte, pinturas y estatuaria que decoran todas su salas.
En 1939, se termina la Biblioteca John Adams, en 1980 se inaugura el Memorial James Madison; el conjunto bibliotecario está interconectado por túneles y está totalmente computarizado.
“Para mí es un orgullo trabajar aquí” me dice Mark D. Conner, investigador especialista con quien recorro los túneles donde se albergan los libros, la sección pionera en el uso de nuevas tecnologías de conservación como la desacidificacción del papel para conservar las colecciones, la sala de transportadores que llevan y traen los libros solicitados. Veo anaqueles que suman 800 kilómetros subterráneos, escaleras, pequeñas puertas como la de Alicia en el país de las maravillas, elevadores y salas majestuosas donde los lectores pueden consultar el universo en forma de libro. No, no es un sueño, es la Biblioteca del Congreso de Washington.
Con un personal de 4000 funcionarios, la Biblioteca atiende a millones de estudiosos y visitantes, además de las consultas y referencias que se hacen por minutos por internet o libros que se solicitan y no salen del famoso templo. Por sus salas pasaron científicos, músicos, directores de cine que donaron sus películas y posters, investigadores, escritores, entre ellos Mark Twain, Walt Whitman, Vargas Llosa, presidentes y políticos como Martín Luther King que legó su manuscrito del discurso “I Have a dream” (Yo tengo un sueño).
La Oficina de Derechos de Autor, el reconocido Copyrigth, forma parte de esta Biblioteca gigante, desde 1870 se han registrado 30 millones de derechos de autor, cuidados celosamente.
Cuando uno ve este monumental acervo se pregunta: Cómo acrecienta la Biblioteca sus colecciones?
Entran 10 000 libros por día y los especialistas seleccionan el material, catalogando y distribuyéndolo a las secciones especiales o a bibliotecas que se encuentran en la red del servicio bibliotecario. De igual manera se procede con mapas, grabados y otros materiales. Así, pude gozar de unos bellísimos grabados del siglo XIX, de John James Audubon, el naturalista pintor que retrató los pájaros de América.
La Biblioteca del Congreso, con su concepto universalista, estuvo siempre interesada en las culturas y sociedades del mundo, especialmente de lengua española. Fue el hispanista Archer M. Huntington quien estableció en 1939, la División Hispánica.
Esta División Hispánica es un centro de estudio de las culturas de América Latina, el Caribe y la Península Ibérica. Ella es la encargada de acrecentar las colecciones latinoamericanas y españolas, facilitar su uso y difundirlas a través de guías, bibliografías y via internética. Con gran emoción encontré registrado mi libro Borges y los Otros (Editorial Planeta) y Miami Habla-Entrevistas a Hispanos Emblemáticos (Ed. Alexandria) en el catálogo de la institución. Su actual directora, Georgette Dorn, motiva la participación de los autores hispanos y su interés por la División Hispana.
La Biblioteca no solo alberga y registra, se han microfilmado colecciones de folletos históricos y políticos, ficheros y documentos. También hay una colección de CD-ROM de revistas especializadas, periódicos y manuales. Este material es accessible a través de http://lcweb2.loc.gov/hlas
Un Archivo de la palabra (Archive of Hispanic Literature on Tape, AHLOT) comenzó a grabar autores y poetas leyendo sus escritos, desde 1942. Así, se guardan y se pueden escuchar las voces de Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda, Miguel Angel Asturias, Octavio Paz, Gabriela Mistral, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Gabriel García Marquez, Jorge Amado y Nélida Piñón.
Todos los estudiosos, periodistas, profesores, investigadores y público en general tiene acceso a los materiales de la División Hispánica de la Biblioteca del Congreso, todos están invitados al uso a través del internet: http://www.loc.gov/rr/askalib-hispanic-spa2.html . O en su sitio web loc.gov .
No soñaron en el siglo XIX, aquellos fundadores que comenzaron con 740 libros y tres mapas, siguiendo el decreto del presidente John Adams que trasladaba la sede del Gobierno de los Estados Unidos a Washington, que aquella Biblioteca sería la Gran Biblioteca del mundo, la ciudad de los libros que atesora la historia de nuestra cultura.
La Biblioteca del Congreso fue proclamada Monumento Nacional, pero es también, marcando el sentido democrático del pueblo Americano, es, la Biblioteca de todos.