Uno se cansa de reflexionar. De intentar razonar con la palabra, cuando las palabras están al borde de la desaparición: mercancía y fanatismo destruyen los significados. Reflexiona para sí mismo, para no sumergirse en el abismo de la vulgaridad, la mentira, la alienación. Unos simples ejemplos para concluir con las palabras de alguien que no veréis en las tertulias televisivas, escucharéis en las conversaciones de las radios, seguiréis sus palabras en las columnas de opinión de los periódicos.
Y sin embargo es la voz de la razón en el atropello de la comedia política, cultural y humana que satura lo que se denomina -otro atropello- democracia española. Me refiero a Rafael Sánchez Ferlosio. Porque leer unas líneas suyas es el mejor purgante que podemos tomar ante el atropello del vocinglerío, la farsa en que se sumerge la cloaca española.
Antes de transcribirlas, solo breves reflexiones.
El toro de Tordesillas
El problema va más allá de la defensa de los animales. Muchos de quienes la practican no se acuerdan de la tortura que cada segundo sufren en todas las partes del mundo los humanos. Lo atroz es contemplar los rostros, los gestos del «pueblo», quienes se regodean ante el martirio, la sangre, la muerte de la pobre e indefensa bestia. Porque allí se contempla su subconsciente, su primitivismo: allí están los que pueden ser un día violadores, xenófobos, carceleros y seguidores de la violencia irracional y genocida, en la guerra y en la paz. Eso es lo que produce más náusea.
Las pesadillas del nacionalismo
Demasiadas veces hemos recurrido en estas páginas a quienes razonan denunciando a las iglesias nacionalistas, a quienes anteponen el culto a las banderas, los himnos, las fronteras, a la singularidad, a la cultura e independencia de cada ser humano, el intercambio de ideas y conocimientos entre todos los pueblos y habitantes de la Tierra. Lo que ocurre ahora en Cataluña roza también el esperpento y la mentira corrupta y alienante. No porque quieran independizarse -palabra usada por todos los dictadores- sino por el cómo, el para qué, el quiénes gestionan esta historia. Los mismos corruptos que solo aspiran al poder propio, a ser lacayos de otros imperios, y los bancos y capitalistas son tan españoles como alemanes o norteamericanos, y a éstos no los denuncian y hablan de luchar contra ellos, o contra las iglesias, el más pernicioso de los nacionalismos y es frecuente ver a sus dirigentes hermanados con ellas, los mismos que también ocultan todos los desmanes que a diario cometen contra su explotado y alienado pueblo. Menos banderas -todas son odiosas-, menos fanatismo político religioso, y más conocimiento, diferencia, libertad y derechos en el día a día de la vida cotidiana.
Los partidos
Bankia: salida a bolsa con Rodrigo RatoEl capitalismo, para obtener una mayor explotación a través de sus bancos y oligarcas de los ciudadanos ideó tras la crisis del 29 en Estados Unidos una fórmula mágica: convertir en asalariados a sindicatos y partidos políticos para impedir la vieja historia de las revoluciones. Hablar de ellos en la España de hoy también provoca repulsión. Da igual el padre de la patria Pujol o su fiel servidor Artur Mas que los burócratas de IU, PSOE, Comisiones o UGT de Caja Madrid, y no digamos los Cospedal, Rajoy, Aznar, Rato y sus servidores tipo Bárcenas. De asalariados a corruptos solo media un paso. Se expulsa a unos para que vengan otros. Y mientras, se acomodan a convertirse en freno de las protestas y luchas de quienes intentan al menos soñar con otro mundo posible.
Hablar de España hoy, y recordemos que es la herencia del ayer y por desgracia si no lo remediamos los prolegómenos del futuro, es sumergirnos en la podredumbre y convertirnos en siervos del lenguaje que estupidiza y aliena a los ciudadanos. Por eso nos refrescamos con las palabras de Rafael Sánchez Ferlosio extraídas de su libro La hija de la guerra y la madre de la patria.
El mitin electoral reaviva mis prejuicios contra la democracia de partidos. Todos ven la abyección de los oradores, pero nadie la del público (…) El supuesto forzoso de la unanimidad incondicional convierte todo mitin en una práctica fascista: el local se transfigura en una Piazza Venecia, donde cualquier partido es «partido único». En cuanto a los que acuden a los mítines , tal vez la cotidiana catarata de aplausos al dictado de la televisión colabore no poco en atrofiar cualquier resto de orgullo, de sensibilidad y de vergüenza (…) Se trata de la conversión de los partidos en «empresas» análogas a las empresas comerciales, mediante el desarrollo de una «máquina» electoral, dirigida por el «boss» -un empresario de tipo capitalista, que no tiene «principios» políticos fijos, carece por completo de ideología y sólo pregunta qué es lo que proporciona votos-, que conduce la campaña electoral hasta la «convención nacional» del partido, en la que se designa el candidato, y -dato especialmente relevante- «sin intervención de los parlamentarios».
Añadimos: mítines, manifestaciones, y vemos en los documentales las de Franco, Hitler, también miles de miles, un mismo hombre o mujer, ayer, hoy, triste, repugnante razonamiento para los que siguen afanándose en hablar en nombre del pueblo, ser la voz del pueblo, dirigir la empresa política o cultural por mandato del pueblo, mientras banqueros y empresarios sonríen complacidos.