“Cada vez más, estoy contra internet”, ha dicho el presidente de Turquía, Recep Tayyp Erdoğan, a una delegación del Comité de Protección de Periodistas (CPJ, según sus siglas en inglés).
Para el presidente turco, el principal problema es que internet es vehículo frecuente de insultos e injurias. Entretanto, al menos 23 periodistas siguen encarcelados en Turquía por ejercer su oficio, aunque la cifra puede ser más elevada. “No siempre es fácil tener al día esa cuenta”, nos dice Mehmet Koksal, experto de la Federación Europea de Periodistas. Para Erdoğan, el asunto de los periodistas encarcelados no parece tener tanta importancia como las palabras que circulan por las redes sociales. La cita inicial la cuenta nuestro colega Joel Simon (CPJ) en “The Guardian” (martes 4 de noviembre). Simon estima que hay una correlación clara entre la pérdida de peso de los medios “tradicionales” (¿?) y el aumento de la violencia y la represión contra los periodistas. En especial, contra los enviados especiales a las zonas de conflicto bélico o que viven algún tipo de insurgencia.
Al mismo tiempo, los grupos alzados en armas (en nuestros tiempos casi siempre con ideas regresivas, a veces no tan lejanas al electorado conservador fiel al presidente Erdoğan) utilizan la Red para extender su propaganda. Simultáneamente, en el momento en que escribo estas líneas, veo que el marcador de la Federación Internacional de Periodistas (FIP) indica que 97 periodistas y empleados de los medios (la FIP los cuenta también, a diferencia de otras organizaciones) han sido asesinados en lo que va de año. Cárcel y asesinatos de periodistas, son correlativos a la presión múltiple para desprestigiarlos y aminorarlos en la escala social.
Concentración mediática e impunidad
El mes de noviembre tiene tres fechas señaladas para recordarlos. El día 2, reconocido por las Naciones Unidas como “Día de la ONU contra la impunidad y la violencia contra los periodistas”; en recuerdo del brutal asesinato en Mali (en 2013) de Ghislaine Dupont y Claude Verlon, reporteros de Radio France Internationale (emisora pública). En segundo lugar, el día 5 de noviembre, cuando la FIP y su rama europea (FEP) señalan la jornada (Stand up for journalism, En pie por el periodismo) como recordatorio de otros problemas como la creciente precariedad laboral de los profesionales de la información, los ataques más difusos a la libertad de prensa o la reducción de los márgenes del pluralismo en el planeta.
Este año, ese paso adelante de la FEP/FIP apunta directamente a otro problema mayúsculo de la democracia y el periodismo. Se trata de “la creciente concentración de los medios en Europa y su impacto tanto en la calidad como en las condiciones laborales de los periodistas (…) en un contexto de creciente concentración de los medios de comunicación. Nuevos factores, como Google, amenazan no sólo al pluralismo de los medios sino a la supervivencia misma de los periodistas (…). Mientras, los magnates compran los medios a la manera de mercadería de saldo en muchos países, extendiendo así su control sobre el conjunto de los medios de comunicación. Sobre todo en el sur y este de Europa, donde los empresarios de los medios lo son también con frecuencia de otro tipo de grandes negocios. Influyen así en la producción editorial y promueven su propia ideología”.
En un breve vídeo, la FIP/FEP señalan con precisión a seis potentados que acaparan la mayor parte de la propiedad de los medios en todos los continentes. Los señalados son: Thomas Rabe, cabeza del grupo alemán Bertelsmann; Viktor Alekseyevich Zubkov, magnate de la empresa energética rusa Gazprom; los franceses Arnaud Lagardère y Martin Bouygues, quienes manejan entramados en los que los grandes medios se cruzan con intereses ligados a sectores diversos, como la construcción o los productos de lujo; Rupert Murdoch, quien ha visto su imperio (News Corporation) en entredicho por promover el espionaje social como vomitivo sucedáneo del periodismo; y por supuesto, el inefable Silvio Berlusconi, quien no necesita ninguna presentación (tápense la nariz, eso sí).
Concentración mediática en España
Sede de Telecinco de Mediaset-EspañaEsos pulpos de múltiples brazos tienen variantes. En España, los principales grupos mediáticos se llaman Prisa, Atresmedia, Grupo Godó, Editorial Prensa Ibérica, Grupo Zeta, Unidad Editorial, Vocento y Mediaset-España (donde el inversor mayoritario es Mediaset SPA/Fininvest SPA, es decir, Berlusconi de nuevo).
Si escarbamos en el accionariado de estos ocho grupos “españoles”, además de tropezarnos (por vías esquinadas) con la vieja Telefónica, vemos que volvemos a chocar con Berlusconi, también con De Agostini, Rizzoli-Corriere della Sera (RCS), Radio Télévision Luxembourgoise (RTL, que tiene medios en media docena de países europeos, como Alemania, Bélgica y Francia). Claro que si hablamos de RTL, estamos volviendo a hablar de Berstelmann (UFA, RTL); pero después podemos añadir a Carlos Slim (el primer o segundo empresario más rico del mundo) y los fondos financieros estadounidenses Fidelity, Halcyon y Monarch (situados en Prisa-El País).
Por supuesto, nos chocamos también (de nuevo por las esquinas, como Telefónica, más indirectamente) con nombres de bancos (Santander, Caixabank, HSBC), para no hablar de las tradicionales familias propietarias de medios o que los han controlado durante años: los Polanco, Luca de Tena, Godó, Asensio, Bergareche, Ybarra, Urrutia, etcétera. “Dentro del panorama mediático de España, aún son frecuentes los medios o grupos pertenecientes a familias concretas”, precisa Luis Palacio, director del “Informe Anual de la Profesión Periodística” (Asociación de la Prensa de Madrid y Digimedios.es).
Ah, claro, nos olvidábamos de Google. Si los ocho grandes grupos de medios “españoles” acaparan dos tercios del mercado publicitario mediático, con Google, sencillamente, no lo sabemos del todo porque “la compañía del conocido buscador no desagrega por países su cifra de negocio ni factura desde nuestro país, por lo que no es posible conocer su peso económico” en España, avisa también Luis Palacio en su informe. Es decir, ojo a quienquiera que discursee sobre su transparencia. Ni para lo que se refiere a ingresos publicitarios, ni para todo lo demás.
Terminar con la impunidad
De modo que en lo que se refiere al acoso al periodismo libre y a los periodistas (paramilitares, islamistas en armas o grupos mafiosos de todo el planeta) debemos considerar tanto a los citados entre paréntesis, por su impacto mortífero, como a los poderes constituidos (políticos, económicos y mediáticos). Nunca automáticamente y por igual, lejos de eso; pero siempre por principio de precaución.
Por fin, en tercer lugar, hay que proponer la memoria del próximo 23 de noviembre (tercera fecha conmemorativa del mismo mes, también Día para Terminar con la Impunidad). Se cumple el quinto aniversario de la mayor matanza de periodistas de la historia, que tuvo lugar en Ampatuan (provincia de Maguindanao, Filipinas). Un total de 58 civiles (34 eran periodistas) fueron asesinados en una confluencia oscura de intereses y clanes políticos.
Aproximadamente, un millar de periodistas han sido asesinados en las últimas dos décadas. Apenas una décima parte de esos crímenes han sido investigados debidamente. Y aún menos han visto -al final- un proceso judicial adecuado y la condena de los asesinos directos o de los ordenantes y organizadores de esos asesinatos.
De modo que los aniversarios de este mes de noviembre resumen bien los problemas de los periodistas y de la libertad de prensa, que es como decir de las libertades públicas. El periodista necesita el apoyo exterior para esa defensa. Y al luchar contra la impunidad, por la dignidad laboral del oficio, contra el desprecio de que hacen gala el modelo turco de Erdoğan, el húngaro de Viktor Orbán (¡en la UE!) o el del egipcio Mohamed Morsi (son sólo unos ejemplos planetarios y no los peores), nos acercamos más a la transparencia de la información y contrarrestamos un poco la concentración mediática. El ciudadano común defiende así sus propios derechos y libertades, contra grupos y gobiernos de todas clases (hasta los más democráticos) que utilizan los pretextos más variopintos para ocultar información o para intervenir en la difusión del trabajo periodístico y de las noticias. Aviso añadido: no hay que idealizar a nadie; desde luego a ningún gobernante, aunque no todos sean iguales.
“Puede que vivamos en la era de la información, pero quienes están en esos frentes desde los que nos envían noticias -que necesitamos para comprender sucesos planetarios- nunca fueron tan vulnerables. Nunca estuvieron tan aislados y tan solos”, remata el citado Noel Simon.
Noviembre es un mes de recuerdos sombríos para el periodismo, pero es también adecuado para luchar contra la impunidad, desde luego; contra la concentración mediática, también. Por la dignidad de los periodistas y por el ejercicio del periodismo como bien público. Puede ser un mes excelente para la defensa de los periodistas que están dispuestos a ejercer su oficio de manera honesta y lo mejor posible.
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