El título de esta película es un buen aviso para navegantes: nunca hay que confiar en nadie: ni en los señores que te ofrecen caramelos en la puerta del colegio, ni en los maridos que hacen luz de gas, ni siquiera en el realizador Rowan Joffé (Brighton Park), quien ha conseguido para No confíes en nadie (Before I Go To Sleep) que Ridley Scott (Exodus, Gladiator) le produjera y que un gran actor como Colin Firth (El discurso del rey) se aviniera a protagonizarla junto a una Nicole Kidman (Las horas, Los otros) siempre por debajo de lo que se espera; pero que a pesar de todos esos mimbres avalados por “Oscars” ha construido con ellos un cesto muy mediocre.
Thriller psicológico y soporífero, No confíes en nadie es una adaptación de la novela best-seller de S.J. Watson en un guión muy frío construido a base de repeticiones de una anécdota; a saber, el momento en que Christine (Kidman), esposa traumatizada de por vida a raíz de la paliza de un desconocido catorce años atrás, se despierta cada mañana habiendo olvidado todo lo ocurrido el día anterior, incluso su identidad y la del tipo que duerme a su lado. Menos mal que Ben, el marido (Firth), está allí para devolverle los recuerdos, a base de fotografías pegadas por las paredes del apartamento. La mujer tiene depositadas todas sus esperanzas de curación en un médico (Mark Strong, The Imitation Game) que le recomienda grabar un diario en vídeo para ver si funciona como terapia y le devuelve progresivamente la vida que su memoria ha perdido.
A quienes hayan leído el libro les parecerá que la densa historia que narra se ha quedado reducida en la pantalla a esa anécdota interminable que va debilitando la fuerza de los personajes hasta hacerles “increíbles”, y los últimos minutos realmente insoportables.
«No confíes en nadie», ¡qué frase!
Me hace reflexionar acerca de nosotros, los chilenos. He escuchado a personajes nuestros destacados -en la imagen, hombres probos, buenos- lamentarse de que los chilenos, en el mundo, están entre los que menos confían uno en el otro. Y ocurre que de ese tal personaje «probo», «bueno», yo mismo estoy desconfiando porque es más apariencia que realidad.
He estado cerca de otros que invitan a la confianza…pero ellos son, en realidad, torcidos más de las veces que uno quisiera.
Creo que los chilenos, hasta inicios de los ’70 del siglo XX todavía teniamos una importante confianza entre nosotros.