Nueva mañana. Estamos bien. Estamos pletóricos. Es un milagro. Siempre se puede pedir más, pero hemos de ser coherentes y apreciar lo que tenemos. Me siento afortunado. Las circunstancias, siempre mejorables, son óptimas.
La luz de la vida derrocha vida, y soy feliz en lo sencillo, dichoso por lo que tengo, por lo que me rodea, que es ingente, potente, singularmente hermoso.
Además, el día me permite contemplar lo que albergo, cuanto me llega. Los sonidos son especiales, como las imágenes que les acompañan. Es una suerte estar aquí y ahora. Siento el aprecio de los míos, y eso me da más energías para seguir, para avanzar, para volver a empezar.
Me encuentro sin radicalismos, defendiendo lo humano, la calidez de lo bueno, que pretendo, pese a mis debilidades y carencias. No es cuestión de agobiarse, sino de intentarlo, y eso es lo que hago.
Vivo el instante. Miro el cielo, que me aporta sosiego, con sus tonos azulados, con su inmensidad, con sus opciones de futuro, que nos pertenece. Nos tomaremos las próximas horas con más calma aún, con la finalidad de saborear un poco más la existencia y sus cualidades, que son, en definitiva, las que queramos paladear. La actitud, como sabemos, hace mucho.
Recomenzamos, pues, en este trecho visible e invisible, y mi deseo es que todos sepamos interpretar el valor de ser y de estar. Darnos la mano es una necesidad. Incluso podemos subrayar que nos permite viajar y evitar destierros. La colaboración deja sus huellas y traza un camino de pureza y de reconciliación. Dejemos estimaciones y prosigamos. Ya veremos lo que sucede. La fe nos introduce en lo bonito, en lo positivo.
Estímulo
Por lo tanto, podemos, y debemos, expresar que nos estimula el día desde su inicio: intentamos ser nosotros mismos en la convicción de que la dicha es posible si ponemos medios y remedios, según proceda. El punto de los buenos anhelos desde los fines que capitalizan pasiones nos conduce por versiones nobles. Hay garantías de sosiego y de jovialidad.
En esta jornada llena de presente hagamos, por favor, que la redundancia optimista sea tan sencilla como real. Podemos tocar el techo y el suelo, y, en esa interacción, dar con la belleza del milagro de existir.
Terminemos, sin prisa, el desayuno, la comida, la merienda, la cena, en función de la hora que sea, y con esa energía procuremos que nada nos falte. Por supuesto, pensemos también en los demás. La cooperación nos hace fuertes, garantiza el porvenir, y, sobre todo, nos enseña a ser más humanos.
La existencia está repleta de opciones, de sendas, de aprendizajes, de experiencias, de mil eventos… Me quedo con los sanadores, que todos lo pueden ser. Ponderarnos vivos, dinámicos, comprometidos con nuestro entorno es la base para estar bien, y para ello, sin duda, se necesita poco. Fundamentalmente, y no hablo de conformismo, hemos de aprovechar lo que tenemos. No perdamos de vista los instantes, que son efímeros, como la Historia misma. ¡Adelante!
Dr, Frutos, cada vez que tengo la oportunidad, me gusta leer sus artículos, aunque confieso que me asusta opinar. Sin embargo me atrevo a hacerlo por segunda vez, por las siguientes razones: Encontré muchas frases que son la razón de la vida, como el milagro de la misma; disfrutar lo que tenemos sin olvidar ser solidarios, compartir ya sea el pan o la alegría.COOPERAR, para construír. Dar la mano o un abrazo, no hagamos una isla de nuestra vida, el ser humano es un ser sociable, la vida, es efímera, no la Historia y ésta no siempre nos absolverá. Somos y estamos. #hagamos el amor y no la guerra» Desde VENEZUELA, PATRIA AMADA, un abrazo y gracias por hacernos llegar sus escritos.