Confianza en nosotras mismas desde la fraternidad.
El futuro de las mujeres no ha de concebirse pegado a un hombre, ni a ningún mandato sexista estereotipado que la deje en un segundo plano, y a expensas de una simplicidad dicotómica, ser una buena mujer esposa y madre al servicio de la familia, o una mala mujer que se dedique a otra cosa que no sea el papel que le han asignado, siendo “un poco” sospechosa casi siempre.
Mucus, inteligencia natural de un moco, se pregunta: ¿Cómo van a evolucionar las personas, si para hacer su propio camino tienen que depender de algo o de alguien, siendo lo más probable que se vean “obligadas” a obedecer, más que a ser ellas mismas? ¿Cómo van a desarrollar las propias aptitudes? ¿Cómo se va a visibilizar a las mujeres si se las oculta? ¿Cómo vamos a construir una sociedad rica en potencial humano, si se impide a las mujeres que desarrollen sus cualidades imposibilitando su aportación a la colectividad? ¿Cómo vamos a respetar la propia individualidad, si el pensamiento se reduce a los prejuicios? ¿Cómo vamos a trabajar por los derechos humanos, si no somos capaces de empatizar tanto cognitiva como emocionalmente con las personas desdichadas, desfavorecidas…? ¿Cómo se a acabar el maltrato y los asesinatos de mujeres por parte de las parejas o ex parejas, si se las sigue culpabilizando por ello? ¿Cómo vamos a conseguir que las mujeres sean autónomas y libres si no tienen independencia económica? ¿Cómo conseguir solidaridad en una cultura sexista, clasista y competitiva con las mujeres? ¿Cómo van a confiar las mujeres en sí mismas, si la cultura las juzga, las considera menos capaces y las remunera menos que a los hombres por el mismo trabajo? ¿Cómo van a defender las mujeres sus derechos, sin solidarizarse entre ellas?
De ahí la importancia de practicar dos conceptos, uno la sororidad, que es la solidaridad y concordia entre mujeres, que implica un reconocimiento mutuo, plural y colectivo.
Otro el empoderamiento de las mujeres consiste en el aumento de la participación de las mismas en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder. Esta expresión conlleva también otra dimensión: la toma de conciencia del poder que individual y colectivamente ostentan las mujeres y que tiene que ver con la recuperación de la propia dignidad como personas.
Clara Campoamor (1888-1972) fue una defensora de los derechos de la mujer y principal impulsora del sufragio femenino en España, logrado en 1931 y ejercido por primera vez en 1933. En la guerra civil huyó de España y murió exiliada en Suiza. Me ha parecido oportuno recordar una de sus afirmaciones: “Defendí en Cortes Constituyentes los derechos femeninos. Deber indeclinable de mujer que no puede traicionar a su sexo”.
Toda una lección, las mujeres tenemos el deber de apoyarnos desde la fraternidad para ayudarnos a potenciar nuestra autoestima estimulando, favoreciendo y reafirmando nuestras cualidades (destrezas, talento, ingenio, facultades, arte, inteligencia…) para aprender a confiar en nosotras mismas y así poder aportar lo mejor a la colectividad.
Vamos a visibilizarnos en sororidad, no como quiere la culturO machista, sexista y patriarcal, es decir divididas, ninguneadas, ocultando la valía y los logros, y mostrando carne fresca… claro que en otras culturOs las esconden y anulan de cuerpo entero…
Mucus esputa: Para la culturO machista, sexista y patriarcal, las mujeres no están para respetarlas, están para usarlas y juzgarlas según su criterio acusador y culpabilizador.
[…] ¡Viva la solidaridad y sororidad! […]