Todo el mundo lleva su cruz a cuestas. Puede que varias. De tamaños, de pesos, de costes, de opciones, de fracturas, de posibilidades, de caídas por ellas… Diversas, silentes, ruidosas, pegadas a nuestros seres. De dolor… todos sabemos… mucho. Es consustancial a la existencia, a sus periplos, a los caminos que tomamos, por decisión propia o impuesta. Aprendemos de él en su carácter inevitable.
Lo importante es sobreponerse a las circunstancias adversas y nocivas, convivir con ellas, afrontarlas con valentía dentro de los temores que todos podamos albergar, que, de suerte en suerte, nos invaden, pero que no debemos dejar que nos ganen. La partida, debemos decirnos, siempre es nuestra. Lo crucial es poder afrontarla: el resultado, sea el que fuere, ha de ser formativo, edificante.
Estamos en la Semana de la Pasión, en unos días para recordar, para revivir desde la experiencia aquello que fue y lo que pudo haber sido. La vida se constituye de ciclos: de nuevo caemos en la cuenta de ello. Nos lo hemos de reiterar para no olvidarlo.
Contabilizamos gentes que se van, personas que vienen, opciones perdidas y otras muchas que surgen, así como vencimientos y re-inicios. Todo lo bueno está por ocurrir: ésa la postura que defendemos, o que debemos. Es un pensamiento de sumo optimismo que contribuye a dulcificar el porvenir. Funciona. El consejo es que mantengamos los ojos bien abiertos para no perdernos lo sustancial en relación a aquello que nos sucede, para ser capaces, en paralelo, de interpretarlo con certezas.
Vivir, de algún modo, es reinterpretar los guiones históricos, los personales y los colectivos, y no sólo por y para refrendar experiencias con las oportunas o respectivas circunstancias de cada etapa, sino porque hemos de ahondar en las opciones que tenemos, que son muchas, bastantes, a menudo infinitas, para ser felices. Seamos, por ende, dichosos desde el esfuerzo, el empeño y la voluntad que añade segundos fructíferos a la narración cotidiana.
Creer
Es, ésta, la tuya, la de todos, sea cual fuere su interpretación, una semana para los que creen, para los que creerán, para los que aún andan de camino hasta sin saberlo. También son jornadas para rememorar a quienes se encuentran en otra dimensión, como el querido maestro Sebastián Escudero, el último en abandonar el barco de la familia de la profesión, que también es familia: cada una de estas mañanas le mandaré un beso.
Y mandaré más besos y abrazos, esta semana y sucesivas, porque no estoy dispuesto a esperar a que sea demasiado tarde para demostrar que amo a quienes tanto se lo merecen por multitud de motivos. Es mi receta, que procuraré llevar a cabo con práctica fundamental y decisiva. Intuyo que hemos de intentar sacar provecho de las especiales eras de sensibilidad que interiorizamos, como ésta, para despertar y potenciar nuestros halos (y lados) más humanos. La cosecha se tercia, es ya, abundante, por lo que tendremos de sobra para repartir. Seguro.