Hemos visto «El hijo de Saul» del húngaro Laszlo Nemes y «The Lobster» del griego Yorgos Lanthimos, dos buenas sorpresas que dan la razón al director artístico del festival Thierry Fremaux, en la búsqueda de nuevos talentos.
Ambas películas tienen cualidades para poder figurar en un Palmarés, aunque no estamos nada más que al comienzo de esta carrera de fondo para obtener la Palma de Oro.
«El hijo de Saul» es la única ópera prima de la competición oficial y compite a la vez para la Palma de Oro y para la Cámara de Oro. Laszlo Nemes, quien pasó por la cinefundación de Cannes y cursó estudios en Francia, ha trabajado como ayudante de dirección del célebre y reputado director húngaro Béla Tarr, lanzándose ahora como realizador con una obra original y potente tanto por su tema como por sus opciones de puesta en escena.
Al abordar aquí el muy trillado tema de la Soah, del holocausto en los campos de la muerte, opta por un ángulo que no ha sido tratado a menudo de esta forma en la ficción, desde que Gillo Pontecorvo hizo su excelente «Kapo» en 1961. Se trata pues de los presos judíos que fueron utilizados como «kapos» o como «sonderkomandos» para conducir a las cámaras de gas y a los hornos crematorios a cientos de miles de judíos y militantes antifascistas. Esos «kapos» y «sonderkomandos» funcionan como robots que intentan sobrevivir y viven bajo la amenaza y la violencia permanente de los nazis, transmitiendo la misma violencia a esa masa de presos destinada al suplicio final.
El guión coelaborado por Laszlo Nemes con la escritora francesa Clara Royer relata la historia de un preso húngaro que forma parte de uno de esos «komandos», y se basa en un libro de testimonios de los supervivientes de los campos denominado «Voces bajo las cenizas». Desde un punto de vista formal Nemes asegura que se ha inspirado sobre todo en la película rusa «Requiem por una masacre» de Elem Klimov, 1985.
Utilizados como capataces y limpiadores esos «sonderkomandos» eran a su vez liquidados regularmente al cabo de varios meses de trabajos forzosos en ese permanente horror. El también escritor húngaro Geza Rohrig interpreta el papel de Saul Auslander, ese miembro de una brigada de limpiadores en Auschwitz obsesionado por la muerte de un joven judío que tras haber sido gaseado todavía respira y cuyo cadáver los nazis quieren someter a una autopsia.
Al identificar a ese joven con su propio hijo, Saúl va a intentar darle sepultura según el rito judío, en ese infierno que va de las cámaras de gas, a los hornos, las salas donde se desnudaba a los presos o las fosas comunes… Un infierno que Nemes filma en formato 40 milímetros, de cerca y siempre desde el punto de vista de su protagonista omnipresente en la imagen, sirviéndose de un recurso original, ya que el primer plano es siempre nítido, dejando desenfocado el segundo plano de la imagen, lo que le permite evitar todo efecto hiperrealista. El horror queda así siempre desenfocado o bien fuera de campo. Un hallazgo formal que confiere una poderosa fuerza al relato.
Sugestivo thriller fantástico de un cineasta griego residente en Gran Bretaña
«The Lobster» (La langosta) del griego Yorgos Lanthimos, es una sugestiva coproducción europea rodada en inglés, con un casting internacional que va de la francesa Lea Seydoux, el estadounidense John C Reily, la británica Rachel Reisz, o el irlandés Collin Farrell.
Bien acogida por la crítica en Cannes, «The Lobster» aparece también a estas alturas del festival como una seria aspirante a figurar en lo alto del Palmarés. Su factura de producción es brillante y sus actores excelentes, aunque a mi modo de ver el brío de sus diálogos y su conseguido humor del absurdo se diluyen un poco en la segunda mitad en la búsqueda de un desenlace a tan kafkiano dilema social y humano.
Rodada en Irlanda, con un guión escrito entre Londres y Atenas, «La langosta» viene a confirmar esa tendencia actual de muchos directores europeos de rodar en inglés, con destacados actores de horizontes muy diversos, pero en esta ocasión el resultado es óptimo, pues esa historia en el género de la ciencia ficción que nos habla de una absurda y totalitaria sociedad urbana, en donde reina la monogamia y la pareja como regla de vida, se presta bien a tal ejercício linguístico.
Este relato del cineasta griego Yorgos Lanthimos me ha hecho pensar por su suspense y sus situaciones absurdas en «El prisionero», aquella conocida serie de televisión protagonizada en 1967 por el actor británico Patrick Mcgoohan, en un mundo surrealista y totalitario del que nunca lograba escapar. Pero en la historia imaginada por Lanthimos la sociedad urbana se ha estructurado en torno a la idea de la pareja humana como ideal de vida. Los solteros solitarios son perseguidos y sometidos a una terapia de grupo que recuerda con humor e ironía ciertos programas de la telebasura televisiva en nuestros días, o la práctica de las sectas religiosas.
Un mundo maniqueo que transforma en animales a todos los que no se someten a esas normas morales establecidas, y que practica la caza de los solteros escondidos en los bosques. Los rebeldes, por su parte, han organizado la resistencia para defender su derecho a la libertad y a la soledad individual. Pero lo más ingenioso en el guión es que esos rebeldes que hubiesen podido gritar como Leo Ferré «Le couple, voila l’enemi !», resulta que también ellos reproducen una sociedad represiva y absurda, al organizar otro mundo maniqueo con reglas penales estrictas tan absurdas y estrechas como las que reinan en la hostil ciudad.
«The Lobster» es pues una brillante e inteligente parodia de todos los totalitarismos morales y la pareja protagónica en busca del amor va a desafiar la autoridad de unos y otros… con ironía y humor.
[…] pero somos numerosos también los que preferimos la fuerza innovadora de una película como “El hijo de Saul” del húngaro Laszlo Nemes como posible Palma de Oro de esta 68 […]