“La cultura mueve el mundo, no hay que robarle esa posibilidad”
Las manos de Abelardo Espejo Tramblin se ven compactas pero distinguidas, no en vano son las que construyen el alma de su escultura.
Nacido en Jaén, reparte su tiempo entre Granada y París, donde tiene sus talleres en los que desgrana su regia obra escultórica que va recorriendo el mundo. Reclama más atención por la cultura en España, y, en este sentido, no se corta un pelo denunciando la indiferencia de los políticos.
Detrás de esa apariencia de dandy estilo casual que tiene este escultor jienense, hay mucho talento reflejado en sus magníficas obras y un bagaje cultural, innato, bien cultivado. A los doce años ya sorprendía por su aptitud, al atreverse con algo tan difícil como es la técnica de la plumilla, reproduciendo ilustraciones de Gustave Doré, al más puro hiperrealismo, tan exactos que sólo los entendidos eran capaces de diferenciar del original.
Sin embargo, ese punto contradictorio, muy de los genios, que en lo personal tiene Abelardo Espejo, determinó en su decisión creativa un lapso de treinta años, edad en la que empezó a hacer de la escultura su auténtica vocación: “En realidad me hubiera gustado ser arquitecto, pero me daré por satisfecho si lo llega a ser uno de mis hijos que, parece, va a ir por ese camino”.
Con ese conformismo, me cuenta Abelardo que, al final, decidió estudiar ingeniero industrial, y una cosa le llevó a otra, consciente de que la escultura es un arte de minorías y hay muy pocos escultores con el reconocimiento que se merecen, debido en parte, según opinión de Abelardo, a la falta de atención que los políticos le dedican a la cultura.
“En España, la mayoría de los políticos son unos ignorantes, no les interesa saber que la cultura mueve el mundo y no hay que robarle esa posibilidad; mezclan su ideología con los intereses del pueblo, que es quien lo tendría que disfrutar. Ya ves lo que ha ocurrido con el Chillida Leku, esa obra inmensa de un escultor de la magnitud de Eduardo Chillida. No entiendo cómo el Gobierno Vasco ha sido capaz de permitir el cierre de ese museo. Hay, incluso, un desprecio manifiesto hacia el creativo de arte, y esto lo estoy sufriendo ahora por una promesa incumplida que me hizo, en nombre de la Junta de Castilla y León, quien dijo ser “un amigo” del presidente Juan Vicente Herrera, para promocionar el Camino de Santiago a su paso por Castilla y León; realicé once esculturas de pequeño formato, con la promesa de que me encargarían una grande y ahora no quieren saber nada, es más, este hombre , colaborador del Gobierno de Castilla y León se atreve a desmentirme, y le vale porque fue un acuerdo de palabra. No descarto hablar sobre el tema, personalmente, con el Presidente Herrera”.
Abelardo se refiere a una extraordinaria escultura de libre inspiración a la que el escultor le ha sacado el alma a la Puerta del Perdón de Villafranca del Bierzo; ojalá hubiera alguna institución cultural, con sensibilidad, interesándose por la realización de esta escultura, de gran impacto, para situarla en un punto del Camino de Santiago.
La obra de Abelardo Espejo contribuye de forma notoria a la cultura contemporánea. El bronce, el hierro, la madera, girando siempre alrededor de África, la libertad y el agua: “África por su desequilibrio entre la riqueza y la pobreza; tendría que haber oportunidades para todos, la libertad pero aplicada a todo el desarrollo del mundo, y el agua porque es un elemento imprescindible en mi vida”. Con ese razonamiento le ha dedicado al agua buena parte de una cincuentena de sus obras monumentales; Puente de culturas de 31 x 65 m. para una de las entradas a Zaragoza con motivo de la Exposición Zaragoza 2008, o Columnas de agua de 18 m. de altura situada en el punto que une Granada con la Costa Tropical. Sin embargo la escultura que marca un punto de inflexión en su obra tiene un tamaño más reducido, se llama Libertad y fue elegida por la UNESCO como símbolo del encuentro “La Paz el día después” entre Yasser Arafat y Simón Peres, en Granada en 1993.
Reconocimiento
Un largo periodo en Francia le ha valido al escultor el credo hacia su obra, pero nunca ha descartado ser profeta en su tierra, y tiene puntos preferentes para la muestra de sus esculturas.
“Tengo la ilusión de exponer en Bilbao, creo que mi escultura encaja muy bien con lo que es el edificio del Guggenheim, también me gustaría exponer en el Reina Sofía, en el IVAM de Valencia, en el Thysen de Madrid…, combinar mi escultura con los cuadros de Carmen Cervera podría ser una exposición de mucho impacto. Siento gran admiración y respeto por la baronesa Thysen, por su gran aportación a la cultura, es una mujer muy inteligente que ha sabido aprovechar lo que tiene.
Otro mecenas del arte, digno de mi consideración, es el mexicano Carlos Slim que ha ido adquiriendo obras importantísimas hasta conseguir la mayor colección del mundo. Me encantaría ver una de mis esculturas en el Museo Soumaya de México, al lado de “Las tres sombras, o El Pensador”. Se refiere Abelardo Espejo a dos de las obras magnas del escultor francés Augusto Rodin que forman parte de las miles de obras de la colección privada que el empresario mexicano Carlos Slim irá instalando en el recién inaugurado Museo Soumaya para acercar, gratuitamente, el arte a los mexicanos.
La vanguardia y el impresionismo, mano a mano, en el sueño de Abelardo Espejo, que elogia la generosidad del mecenas mexicano: “Carlos Slim merece, y seguro que lo tiene, el reconocimiento de su pueblo mexicano por compartir con ellos su amor por la escultura; además ha sabido elegir, ya que Rodin es uno de los grandes del impresionismo francés, profeta en su tierra, porque en Francia un escultor es más importante que un ingeniero; en España es todo lo contrario”.
Lo dice un ingeniero-escultor que sabe lo que dice, porque, al igual que le ocurrió a Chillida hasta su reconocimiento en España, Francia le ha dado a Abelardo lo que España le niega. La obra de Abelardo es extensa y ha recorrido medio mundo. En su reciente exposición en la prestigiosa galería Bansard (BS art), de París, Abelardo ha presentado 28 esculturas; una muestra retrospectiva de su trabajo a lo largo de treinta y tres años, que ha denominado Mis homenajes, título muy apropiado teniendo en cuenta que Abelardo Espejo se autohomenajea cada día: “Trabajo con la misma ilusión que en mis inicios, yo diría que incluso más porque cada vez va quedando menos tiempo, tengo 65 años y muchas cosas por hacer; voy cubriendo etapas y ésta, para mí, es muy importante”.
En su taller esperan nuevas maquetas que quiere transformar en obras arquitectónicas, grandes edificios como rascacielos en los que va a combinar mármol con acero inoxidable: «para mí la escultura pública, la de grandes dimensiones, es una arquitectura escultórica». Dos ejemplos: una inmensa escultura realizada para SanaŽa (Yemen) y otra el conjunto escultórico monumental para la ‘Plaza de la Paz’ en Amán (Jordania).
En su constante evocación al agua, Abelardo ha editado un catálogo de sus esculturas con un título que lo dice todo “Homenaje al agua”, en el que Federico Mayor Zaragoza adorna con sus poemas la escultura de Abelardo. Una simbiosis perfecta apoyando la cultura.
Todo emerge del interior
sin reparar en el entorno
sin que el contexto condicione
el grito, la voz, el vuelo alto
el gozo o la zozobra
cada hombre es, únicamente,
responsable de su obra.