No hay, no debe haber, mayor objetivo en nuestro devenir que la dicha. Aquí hemos de ser generosos sin vacilar: sí, hemos de ser felices, pero también hemos de compartir el concepto con los demás, siendo, en paralelo, sencillos, auténticos y destacados cooperantes con los convecinos, conocidos o no. La soledad en estas lides, como en otras, no es oportuna.
Impliquemos, sin resquemor alguno, cuando estemos en este proceso, a esos mundos que aceptan cuanto somos. Nos experimentamos recurrentemente, y eso ha de servir para saber lo que nos inspira y conviene. Intentemos, para dar con los frutos que merecemos, ofrecer y regalarnos múltiples usos con los que creceremos de verdad. Si somos capaces, nos podremos recuperar de cualquier envite.
Es normal que surjan los inconvenientes. Pese a todo, nos impulsaremos a seguir. Hemos respondido a muchas preguntas a lo largo de la Historia, y por ahí debemos progresar. Las aventuras altruistas desde las que nos trasladamos son lúcidas. Hemos acudido muchas veces a las corduras que son llamadas de atención y que nos otorgan respuestas. La tónica ha de perdurar en este plano.
Abundemos en las astucias más salubres con esos anhelos de querencias en las que todo lo bueno se puede compartir. Se debe. Nos aclararemos con dones mágicos, si miramos con el corazón. Nos hemos de experimentar con cosechas sugerentes. Como consejo, nos contaremos aficiones, y eso nos hará fermentar la voluntad. Con ellas, en su atractivo, por él, somos todo: sin ellas no alcanzamos valores.
Hemos de ubicarnos en la tonalidad más hermosa. No hablamos de la excepción, sino de la norma. Construyamos lo esencial desde la tentativa de fraguar lo más relevante. Fundamentemos cuanto desarrollamos, y, por favor, no paremos de ir hacia el cumplimiento de las promesas dadas.
Nos prepararemos cada vez que podamos con vivencias especiales. Nos proporcionaremos ideas. No siempre toparemos con el todo. Hemos subrayado a menudo las oportunidades de amar. Nos introducen en los universos más bendecidos.
Aconsejemos, sí, a los otros, pero también nos hemos de auspiciar a nosotros mismos con las gratitudes más sensacionales. Como constatamos, nos resultamos muy queridos cuando movemos las fichas en esa dirección. Nos sabemos en la complicación, como hemos de ser hábiles para salir de ella, y no sólo un día, siempre. Cuando menos, hemos de tener ímpetu para las transformaciones, aunque no siempre las obtengamos. Miremos hacia los dones que nos repone la vida, que son muchos. Los ascensos nos han de prestar querencias claras. La felicidad es el objetivo crucial
El contento, como sabemos, se consigue desde la facilidad en el acontecer, sin rebuscar inútilmente, sin daños directos y colaterales. El entendimiento, la paz, la justicia y los buenos sueños en camino hacia su cumplimiento son bases para que el equilibrio se instale en nuestras existencias. El cimiento está en ese proceso virtuoso.
Conceptos
La vida es una eterna elucubración con la que hacemos realidad nuestros deseos. Lo descollante, nos decían nuestros ancestros más sabios, es soñar bien. De ahí parte todo. También conviene tener valor y constancia para salir adelante. Las promesas, sobre todo las personales, las debemos cumplir. Creo que no hay más secreto para la jovialidad que desarrollar esta reflexión, que hacerla palpable. Todo es más simple de lo que parece.
No creo que haya modelos supremos: entiendo que hay existencias modélicas. Lo son porque se adaptan bien, porque no renuncian a lo fundamental, y porque son en la medida del propio ser humano sin circunloquios ni artificios.
Si el discurrir cotidiano nos ofrece una atalaya, ésta ha de albergar la pasión por todo lo que confeccionamos desde la honestidad de cumplimentar cada etapa, cada estadio. La defensa de la cultura se inmiscuye en esta perspectiva y forma parte de un proceso liberalizador en el que debemos creer como instrumento de cooperación y entendimiento.
Desde este rincón abogamos por la bondad y por su hermana mayor, el Amor, como eje esencial de transformación y de progreso de la sociedad toda. Lo relevante es que no nos quedemos en palabras.