Vemos a Rodrigo Rato con una mujer en bikini, que debe ser joven, en un yate, y a continuación lanzándose a las aguas de otro paraíso -éste no fiscal-, sino de vacaciones para los de «arriba».
Mariano Rajoy con Rodrigo Rato en BankiaEn otras aguas contemplamos la desesperación, sin palabras, de un puñado de hombres, mujeres y niños lanzados a un turbio océano donde encontrarán su ancha e innominada tumba. No se arrojan por placer: son los de «arriba» quienes les empujan hacia la muerte.
Nos dicen que Rato se ha reunido con el Ministro del Interior. Hablaron de sus cosas. Rato imputado. El otro responsable de policías, fronteras, espacios de represión y también de libertad.
Días después de tan secretas y confortables entrevistas, en Salou, otros policías, cortan el sueño de desgraciados que se dedican a vender a los turistas pequeños productos para sobrevivir. No están imputados de posibles delitos que tienen que ver con millones de euros: son senegaleses, negros, desahuciados, que buscan en Europa escapar al hambre y la muerte prematura, seres humanos en la última escala de los de «abajo» más que explotados, por otros de la casta de los de «arriba». Uno de ellos pierde el sueño y los sueños al morir estrellado contra el suelo de la calle al que cae desde el tercer piso que compartía con otros compañeros emigrados.
Escribió Adorno:
Los trabajadores, que son los que realmente alimentan a los demás, aparecen en la ilusión ideológica como alimentados por los dirigentes de la economía, que son realmente los alimentados. La situación del individuo se hace así precaria. En el liberalismo, el pobre pasaba por holgazán; hoy resulta automáticamente sospechoso. El que no recibe ninguna asistencia de fuera está destinado al campo de concentración, en todo caso al infierno del trabajo más indigno y de los suburbios… La política de Aristóteles reconoce sin ambages la fusión del valor interior en el «status» en la caracterización de la nobleza cuando dice que «la excelencia está unida a la riqueza heredada».
Y las leyes de la herencia han impuesto desde tiempo inmemorial su dominio. Y también sus normas de conducta, reglas y comportamientos sociales. De ahí la importancia, a la hora de hablar de cultura y sociedad, de normas como el uso de la corbata, el frac, el smoking, en las Academias, Grandes Premios, recepciones reales, desfiles de moda, actos de la alta sociedad, etc. y el insulto y la descalificación a los «descamisados» a quienes se prohíbe asistir a tan «nobles» instituciones y grandes actos, saraos y fiestas. Vargas Llosa se sentirá feliz de no ser una escoria de los que pueblan «la ciudad y los perros» y poder en cambio acompañar a tan noble, culto, y bien vestido y cuidado cuerpo como el de Isabel Presyler a las tan reseñadas como pútridas (moralmente) reuniones y fiestas con toda clase de «noblezas». Y los de abajo, tras siglos de inoculación de semejantes reglas filosóficas, religiosas y políticas, tienen miedo no ya de arremeter sino simplemente de acercarse a tan ilustres representantes de la Ley y el Orden.
Y son los mismos respetables filósofos, académicos, jueces, aristócratas, banqueros, cardenales, quienes con sus leyes jurídicas y ordenamientos públicos y medios de comunicación dominados por su poder económico e ideología esclavista, obligan a trabajadores de toda índole a someterse a sus intereses, moral y condiciones de trabajo, si no quieren ser arrojados desde el basurero en que les reducen a vivir a los propios contenedores de exterminio. Y gran parte de los escritores aceptan las condiciones impuestas por el mercado y la publicidad para entrar en la lista «de los más vendidos», y esta palabra, vendidos, recupera en toda información cultural su más puro significado. Inolvidable información de nuestra altura literaria, la del diálogo sostenido entre el académico Pérez Reverte y otra «escritora-cuerpo» producida por las televisiones..
Cinco siglos de nobleza y de hambrientos y descamisados llevan a las palabras y los gestos, todo ahora en tecnicolor -lástima de un Francis Bacon español que los inmortalice- de los Rajoy, Soraya, Rato, Guindos, Aznar, etc. de la actualidad: explotados: apretarse el cinturón, aceptar el sacrificio, por el bien de España.
Adorno:
Toda moral se ha adecuado siempre al modelo de la inmoralidad… el guardia disuelve siempre con su porra de goma a los huelguistas… el hijo del fabricante puede de vez en vez tomar un vaso de whisky con el escritor progresista.
Y cuando muere un gran banquero o un importante hombre de negocios, no digamos una duquesa, se les ensalza día y noche en todos los medios. Su inmensa fortuna -leyes de herencia o corrupciones, que más da, significan el progreso de la Nación: véase esa otra «caja negra» que encierran las bolsas, valores y primas de riesgo. si se produce un accidente, es decir, quiebra por desaparición de dinero o valores accionariales; se insuflan los millones «desaparecidos» en sus bancos o empresas a costa del erario público, porque si se estrellaran muchos «aviones humanos» al mismo tiempo dejarían de existir paraísos… fiscales y de los otros, para su uso particular. Y todos seríamos culpables de semejante accidente. Por cierto, ¿Dónde queda ya Varoufakis que habló ayer de terrorismo y golpe de estado en Grecia?.
Un lenguaje revolucionario y no represivo sobre la libertad
Voltaire: Aplastad al infame.
Lenguaje que recupere la fuerza liberadora de la poesía que proclama la belleza, la calma, la voluptuosidad de Baudelaire. que olvide los catecismos religiosos o los ladridos y exabruptos de los políticos. Que hable de una sociedad no sujeta a leyes represivas y controles de toda índole, sino de liberaciones de cuerpos y espíritus, que termine con las cárceles y cadenas impuestas al placer, la diferencia, y devuelva a éstos a la explosión de poder que da la libertad, la búsqueda de la belleza y la sensualidad, que abomine del trabajo como necesidad y busque la conquista del tiempo libre como recuperación del factor humano frente al terror impuesto por el orden al servicio del capital.
Reconciliación frente a posesión y dominio, estética frente a mercantilización de la cultura, sensualidad y conocimiento contra poder y triunfo.
Porque Kant lleva razón cuando escribe: De la belleza como símbolo de la moral y de la libertad frente a los ladridos de un Ministro del Interior o la sinuosidad populachera y cínica de una mujer llamada Aguirre. Es decir, creación frente a represión, camino para una civilización nueva.
Con precisión lo expresa Schiller:
La función estética aboliría la compulsión y colocaría al hombre, tanto moral como físicamente, en la libertad.
Conquistar el placer no mediatizado y sujeto a la sociedad de consumo, sino a la liberación de todos los sentidos y de todas las zonas del cuerpo humano y no de unos genitales que se pretende reducir a función reproductora., de la imaginación y creación propia, y sobre todo, del tiempo libre, lejos de la eterna rueda del trabajo que consume cada vez más horas de vida y de la organización por las multinacionales de un ocio que busca ser otro elemento esclavizador y destructor de la personalidad humana.