Lo que yo veo en él es una parte de mí mismo, mejor dicho, una parte que me gustaría tener y que, como el valor en la mili, a todos se nos supone: capacidad para cambiar las cosas. Pero, claro, no basta con quererlo; hace falta poseer muchas cualidades –y nunca serán suficientes- para desempeñar el puesto de Presidente del Gobierno.
Yo veo un hombre en su madurez, técnicamente muy bien preparado: doctor politólogo con un expediente repleto de matrículas de honor; profesor universitario, lo que le sitúa en una posición intelectual de constante reflexión sobre la política, la democracia y los sistemas políticos, algo que sería deseable en todos los candidatos.
Es un hombre de su tiempo, actual, conectado e interconectado
Se ha preparado académicamente en lenguaje audiovisual, imagen pública y medios de comunicación, es un usuario experto en redes sociales y su partido está conformado por nativos digitales: no tiene que metamorfosear una estructura antigua para meter con calzador las nuevas tecnologías. En esta misma onda, con mayores o menores coincidencias curriculares y por orden alfabético, están Andrés Herzog y Albert Rivera y no lo están Mariano Rajoy, Alberto Garzón y Pedro Sánchez en orden cabal de peor a mejor.
Dicen que No tiene(n) experiencia gubernativa
Tiene uno experiencia política en los barrios y en la universidad lo que le da el conocimiento de la gente y de los problemas cotidianos. Otro se ha fajado en el deporte de competición y en el nacimiento en un entorno hostil de un partido nuevo lo que le ha hecho flexible, negociador y coordinador y también está académicamente muy bien preparado. Herzog, por su parte, es un gran abogado procesalista con experiencia internacional y sobradamente comprometido con la limpieza y renovación democráticas.
En lo que podríamos llamar la alta política, Pablo Iglesias ha asesorado a países, empresas multinacionales españolas y extranjeras e instituciones para-gubernativas de carácter internacional, y durante su periodo como eurodiputado ha sido el más activo en iniciativas parlamentarias. La pregunta es cuánta gente en España tiene los conocimientos y reconocimientos suficientes para poder asesorar nada más y nada menos que a otros gobiernos. No minusvaloremos lo que es un mérito y logro personal porque salir del gobierno y ser nombrado Asesor de temas Mediterráneos en Telefónica con un cargo de a millón al año por no hacer nada, no es ni justo ni aceptable. La meritocracia, una aspiración democrática irrenunciable, solo se consigue si todos reconocemos los méritos ajenos sin mayor resabio.
Por otra parte, la experiencia gubernativa no es en sí algo destacable, por más que sí sea respetable: al puesto de presidente del gobierno llegan muy pocos, de hecho, desde 1979 solamente seis lo han conseguido y si alguien puede, que me explique qué experiencia tenían Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero o Rajoy. En democracia cualquier español mayor de edad que consiga el apoyo de la ciudadanía puede ser presidente, eso es lo más hermoso y puro del sistema.
Orwell imaginó una Rebelión en la Granja donde la primera regla establecía que todos los animales son iguales en deberes, derechos y oportunidades, pero la segunda dejaba claro que los cerdos son más iguales que los demás. Alegar, frente a un discurso político con una arquitectura argumentativa bien pensada y con el que se podrá estar de acuerdo o no, el miedo a la inexperiencia es ser, más allá de mezquino y minúsculo, incapaz para el debate: Yo quiero al mejor, no al más gritón.
A cada uno en su estilo, los considero estadista in pectore: son jóvenes como lo fueron Suárez o González –los únicos estadistas que nos han presidido- y cada uno ha explicitado el modelo de sociedad que pretende para España siendo los tres diversos en los detalles, mas parecidos en lo común. “Estadista” no es un título universitario; es algo a lo que se llega y no hace falta ser un experto para detectar quien lo puede ser y quien no lo será nunca.
Esperanzado, veo a una nueva hornada de líderes interesantes, capaces y con ganas de dejar su impronta como hicieran Carrillo, Fraga, Guerra, González y Suárez, líderes de verdad con vocación de servicio a su sociedad.