La vida es una conjunción de circunstancias que se palpan de una manera u otra en función del contexto y de las personas, y, ¡cómo no!, también como consecuencia de las actitudes que generamos y/o mantenemos. La fe inicial, como la prodigiosa vehemencia, es un eje crucial para las metas perseguidas.
Nada es imposible, como nada es gratis total, ni tampoco surgen los intereses loables por casualidad. “La perfección no es un accidente”, leía yo cuando era joven. Conseguir las finalidades soñadas, sean éstas las que fueren, requiere dedicación, entereza y esfuerzo.
Los valores más jugosos, que pueden estar en nuestro “ADN”, han de ser fomentados desde un abono constante a través de posturas democráticas y solidarias. El buen ejercicio nos mantiene en forma en los diversos órdenes existenciales.
El horizonte, como sabemos, está lleno de opciones que podemos rentabilizar mediante la eficacia de creer en nosotros mismos, al tiempo que hemos de laborar por la sociedad al completo, que ha de ser la divisa innegociable de nuestro quehacer.
Lo que nos circunda debe ser apreciado desde la premisa de la independencia que nos da el conocimiento. La formación sostiene nuestro día a día. Necesitamos estar activos, esto es, no detenernos frente los envites que tanto rompen y rasgan: cada jornada debe ser afrontada con delicadeza y calma, pero, asimismo, con vigor.
Efectivamente, hemos de solicitar que el “cronos” nos una. Hagamos esa petición desde la cortesía más absoluta, y desde el anhelo de estar en sintonía con los óptimos hados, que demandamos en tesituras complejas como ésta, en los períodos de mucha entrega y de más pasión.
Imploremos un entendimiento, un pacto, un consenso hacia un rumbo en el que podremos despertar, con un poco de fortuna, sin asperezas. Hay miedo por la incertidumbre, pero también ansias de autonomía, siendo cada cual uno mismo, explorando y meditando sobre lo que fuimos y seremos.
Aprendizaje continuado
Las hermosuras del pasado nos deben introducir en las magníficas destrezas que son frutos del aprendizaje continuado y previsible. Las sumas efectivas equivalen a progreso empático. No olvidemos que no nos vence el cansancio, el error o la opción de perder. No debe. Ésa es la premisa que hemos de llevar a cabo. La vida tiene muchas dimensiones: todas son cimientos de futuro si cultivamos la esperanza.
Acordemos los beneficios. Procuremos unos mínimos. Todos hemos de ceder un tanto para comprender que las opciones son coaligadas. No hay criterios absolutos, no la mayoría de las veces. Los matices nos permiten, si hay célebres intenciones, ver el bosque de los sentimientos más genuinos. Por eso la experiencia nos regala tanto, si somos capaces de aprender desde la sencillez y el altruismo.
Avancemos, por ende, por los caminos del riesgo y la prudencia con la mesura y la calidez que comparten quienes creen en la bondad. Todo lo que nos glosa cada amanecer nos lo dictan las miradas de los conocidos que reparten respeto y admiración. Puede que demuestren más lealtad que muchos que se afirman amigos.
Hemos de estar listos para ser felices, si aspiramos a ello de verdad. La predisposición, si no es todo, es buena parte del progreso. ¡Adelante!