Se publica el último libro del Premio Nobel que sobrevivió a los campos de concentración de Auschwitz y Buchenwald
Recibí la noticia de la muerte de Imre Kertész mientras leía su último libro publicado en España, “La última posada” (Acantilado). Tal vez por eso no me sorprendió demasiado la noticia, porque estas páginas, de género inclasificable, no son sólo una manifiesta despedida de la vida sino el anuncio de una muerte inminente.
Tuve la oportunidad de conocer a Imre Kertész en 2001, un año antes de que le concedieran el Premio Nobel de Literatura, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, con motivo de la publicación en España de su novela “Sin destino”. Años después, cuando se editó aquí “Liquidación” y volví a entrevistarlo me hizo saber, con asombro y satisfacción por mi parte, que mantenía un agradable recuerdo de aquel nuestro primer encuentro.
Desde que leí “Sin destino”, su gran novela autobiográfica sobre el Holocausto, he buscado las obras de Kertész con verdadero interés. Me conmovió “Kaddish por el hijo no nacido”, me entusiasmó “Fiasco” y leí con verdadera curiosidad sus “Cartas a Eva Haldimann”, su traductora. Ahora llega a las librerías “La última posada”, título que evoca la estación final de una vida siempre en movimiento.
Mirando hacia atrás con ira
Extraído de un poema de “Las flores del mal” de Baudelaire, el título de este libro es una especie de ajuste de cuentas con la vida a las puertas de una muerte presentida. Escrito a la manera de un diario, con apuntes tomados a vuelapluma, con la intención, dice el autor, de “girar el timón rumbo al último puerto”, “La última posada” contiene el texto de esta obra en dos partes (Kertész las llama “Intentos”) flanqueadas por una serie de notas (“Secreto a voces” y “El jardín de las trivialidades”) en las que el autor repasa los últimos años de su vida con una mirada entre crítica e irónica.
Es asimismo un trabajo metaliterario en el que Kertész cuenta las dificultades que tiene para escribir “La última posada”, los diferentes enfoques, las versiones distintas, los cambios que introduce en el texto hasta conseguir la perfección buscada. Sus protagonistas son K. y Cynthia, identificados como Arthur Koesler y su esposa (la idea del suicidio planea a lo largo de todo el texto), trasunto a su vez del propio Kertész y de su compañera Magda. Consciente de que va a ser su última obra, quiere que en ella se concentre toda la verdad de su vida y de su literatura.
En “La última posada” Imre Kertész reflexiona sobre la novela y la literatura a propósito de sus obras y de los autores que le han influido, entre los que destaca a Franz Kafka. Escribe también sobre sus experiencias como escritor bajo una dictadura totalitaria, critica a los regímenes que bajo la apariencia democrática esconden sistemas cuyos únicos valores son el dinero y el poder, y manifiesta, desde su origen judío, sus afinidades y desencuentros con Israel y los judíos europeos.
En “La última posada” Kertész lleva a cabo un ajuste de cuentas con su país, Hungría, tanto durante la dictadura como en los últimos años, en los que denuncia la vigencia de métodos de censura contra los escritores incómodos y cuyo ambiente le recuerda al del año 47, en el que comenzó a imponerse la política estalinista en el país. Las críticas a su obra y a su persona en Hungría, antes y después del Nobel, la incomprensión de su obra por los escritores húngaros, el permanente rechazo a sus opiniones, la incomodidad de verse cuestionado constantemente, lo deciden a vivir largas temporadas en Berlín, la ciudad en la que encontró una nueva patria: “Berlín es para mí la vida y Budapest el destierro”, escribe.
La vida como un viaje hacia la muerte
La concesión del Premio Nobel de Literatura a Imre Kertész en 2002 fue la culminación de una carrera literaria que, al mismo tiempo, supuso para él una prolongada crisis de creatividad. A lo largo de las páginas de “La última posada” son frecuentes las alusiones a las circunstancias que siguieron al premio, la vorágine de su nueva vida de viajes, entrevistas, actos, manifiestos… hasta el punto de desear sinceramente “el retorno a la gris cotidianidad”. Lamenta constantemente la falta de tiempo y de concentración para escribir, para escuchar música, para leer, para viajar sin obligaciones. Se sorprende haberse convertido en una institución y recuerda con nostalgia “qué bonito era ser escritor”.
Pero, fundamentalmente, “La última posada” es una reflexión sobre la decadencia física y la muerte, un lamento sobre los síntomas de la vejez, que se presentan de golpe, de la noche a la mañana: el insomnio, la impotencia, los dolores de espalda, el parkinson que avanza cada vez más rápido, la vida que se escapa de las manos…. Kertész narra con lúcida consciencia el viaje hacia una muerte inexorable que presiente cada vez más cerca y para la que dice estar preparado.