La nostalgia esa eterna sensación a la que recurrimos cuando pensamos, pobres de nosotros, que cualquier tiempo pasado fue necesariamente mejor.
No hay remedio más eficaz que volver atrás con la música; acordes que van y vienen y nos hacen aprehender la vida de entonces; esa, que de forma eficaz se marchó tiempo atrás y necesariamente no vuelve.
Eso le sucedió un dos de agosto a Cecilia. Posiblemente en esa España que emergía, nunca hubiera tenido el éxito que se le dio a otros de su época y posiblemente, hoy, si viviera, hubiera sido una de tantas cantantes que no hubiera salido adelante.
Recuerdo que de niña en un lugar en donde la gente iba a veranear en Madrid, mucha gente veneraba una casa que era la de Cecilia. La casa amarilla, tenía su savoir faire. Abandonada tras morir ella en un accidente de coche, esa casa en medio de un monte con vistas a la finca de Ruíz Giménez, hizo que muchas personas hablaran de sus fantasmas, de los recuerdos que en ella aún permanecían y que nadie había visto nunca, pero que todos comentaban con intensidad.
Letras y estribillos del todo reales pero sin duda, palabras que emergían en una España que también tímidamente se abría al mundo de la música.
Amores y desamores, cuernos consentidos, dolor y más dolor, y toda referencia a una vida que sin duda ella no pudo disfrutar. La carretera; esas que había antes dejó mientras dormía su alma tendida y el coche, conducido por uno de sus músicos, se estrelló en un carro tirado por bueyes. Esa noche, a los 27 años, su vida se terminó y con ella comenzó la leyenda de la mujer que cantaba a las mujeres y hacía la poca protesta que entonces se cantaba. También falleció Carlos de la Iglesia su batería, y el resto, vivieron la escena.
La que nos quedó, hacía referencia a «Mi querida España», también a «Dama, dama» y sobre todo, cuando vemos violetas, a su ramito; ese que le dejaba cada nueve de noviembre, como siempre, y sin tarjeta…
Evangelina Sobredo, Cecilia, nos dejó la singularidad de sus letras, el terrible escenario de la mujer española de la época y sobre todo, la confesión quizá de su propio desamor.
Letras que delataban su existencia; «Mi ciudad», «Me quedaré soltera», «Tú y yo», «Una guerra» que era una alusión a la guerra civil española.
Lo que sin duda fue su mejor éxito fue la canción, «Amor de Medianoche». Canción seleccionada para el festival de la OTI quedó segunda y aunque a regañadientes representó a España, fue el recuerdo que hizo que permaneciera en todos los que aún no la conocían.
Su proyección internacional iba a suceder cuando perdió la vida. Su single, «Tú y yo» fue publicado unos meses antes de morir. Cecilia aunó la música española con la anglosajona y fue o pudo ser, un referente en la transición española. Canciones comprometidas y sin duda, letras, cambiadas, hicieron que su huella, aunque breve, permaneciera en la juventud que entonces emergía en esta España nuestra.
Hoy hace 40 años de aquel fatal accidente; uno de tantos, de esos que arrebataron la vida a músicos que iban y venían de fiestas populares.
Sin duda, en su canción «Un millón de sueños» nos dejara precisamente eso; un millón de sueños, muchos de los cuales aún, hoy, cuarenta años después, tenemos y no vemos cumplidos.
«Quien la escribía versos dime era
Quien la mandaba flores por primavera
Quien cada nueve de noviembre
Como siempre sin tarjeta
La mandaba un ramito de violetas»