El 36 Congreso de Teología organizado por los teólogos de la asociación Juan XXIII, que preside Juan José Tamayo, expresó en su manifiesto final su solidaridad «con los pueblos oprimidos y olvidados como el kurdo, el palestino y el saharaui, a quienes se les niega su derecho a la independencia y se los somete a todo tipo de vejaciones. Todos ellos tienen numerosos emigrantes, refugiados y desplazados».
Del 8 al 11 de septiembre de 2016 se celebró en el salón de actos de Comisiones Obreras (la jerarquía eclesiástica no les cede un local), el citado Congreso de Teología, que ha reunido a personas y colectivos procedentes de los diferentes pueblos, culturas y religiones para reflexionar sobre el tema ‘Migrantes, refugiados y fronteras: de la exclusión a la hospitalidad’.
Entre los asistentes se encontraban el delegado del Frente Polisario en Madrid, Abdulá Arabi; el consejero de la misión diplomática de Palestina en España, Marwan Burini, y la profesora de relaciones internacionales de la UNED Nazari Armanian por el pueblo kurdo.
La última jornada contó con el jesuita Esteban Velázquez, conocido porque el pasado mes de enero de 2016 no se le permitió entrar en Marruecos, le detuvieron en el puesto de control y le requisaron la tarjeta de residencia marroquí. Precisamente hace dos años participó por última vez en un Congreso un arzobispo español, lo hizo, tras décadas de ausencia, mediante un escrito, «la forma es la de una carta, pero el fondo es el de una confesión». Se trataba del arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo, quien se solidarizó con Esteban tras su expulsión. Por cierto, el pasado mes de agosto celebró sus 50 años de sacerdocio.
Velázquez era el responsable desde 2012 en Nador de la Delegación de Migraciones del Arzobispado de Tánger y prestaba asistencia sanitaria y seguimiento médico de inmigrantes heridos en los saltos de la valla de Melilla visitando los campamentos del monte Gurugú, dado que Médicos sin Fronteras dejó su labor humanitaria en 2013.
Entonces, el Ministerio de Asuntos Exteriores no hizo nada al respecto, ni la petición de unas explicaciones a Marruecos, a pesar de la petición de diferentes oenegés.
En el manifiesto final del Congreso recordaron que existen en el mundo 200 millones de personas migrantes, 60 millones de desplazados, 20 millones de ellos refugiados y 40 millones desplazados internos, y 4 millones de víctimas de trata y condenaron «el terrorismo que dice basarse en motivos religiosos».
Asimismo criticaron «la insensibilidad de un sector importante de la jerarquía católica española ante el drama de las personas migrantes y refugiadas», denunciando «enérgicamente» las declaraciones del arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, «quien amparándose en un mal uso de la libertad de expresión, adopta actitudes racistas, xenófobas, excluyentes e inhospitalarias cuando alertan irresponsablemente sobre la ‘invasión’ de los refugiados, cuestionan que todas las personas que cruzan la frontera sean ‘trigo limpio’ y afirman que a Europa vienen muy pocos porque sean perseguidos».
También recordaron el mensaje hospitalario de la Biblia, que pide amar a los emigrantes, no maltratarlos ni oprimirlos «porque emigrantes fuisteis vosotros en el país de Egipto» (Éxodo 22,20).