Personalmente, no creo que la violencia sexual o de cualquier tipo tenga que ser privativa de la llamada violencia de género, sino que se puede dar en cualquier situación en la que uno, ya sea hombre, mujer, anciano o niño, válido, no válido, etc., quiera establecer una situación de dominio sobre otro. Y está visto que todo vale para conseguirlo.
Mírame, cartelEs el caso: Mírame es, como su nombre indica, la historia de una llamada de atención largo tiempo desoída. Mírame es «me ves a diario pero nunca te fijaste en mí, no me viste y eso se va a acabar porque lo digo yo».
Podría ser la historia de cualquiera con ganas de revancha sobre alguien que lo ignora personal o profesionalmente o ambas cosas, a pesar de estar rozándose a diario. Sólo que él, Manuel, en el momento de pronunciar esa llamada de atención, se ha atrevido a dar el paso, y por eso hay momentos en los que hasta te cae bien si no fuera porque temes lo peor.
Es el Pijoaparte de La chica de las bragas de oro, la novela de Marsé, pero sus métodos han cambiado y al lado de éste (que, además, viene del Este), aquél nos resulta muy ingenuo porque, acorde con los tiempos, su deseo se ha forjado y alimentado a la luz de las nuevas tecnologías, lo que crea otro estado de conciencia «más avanzado».
Éste está dispuesto a humillar, a hundir, a anular todo lo que admira en su «objeto de deseo» para poder al fin poseerlo, para que pueda estar a su altura, y para ello no dudará en perpetuar la humillación con todos los medios que las nuevas técnicas le permitan.
A tal aberrante propósito, le valen los tópicos del sadismo que el sentimiento de inferioridad ha consagrado, como, por ejemplo, «¿te parezco poco para ti?» o «seguro que no soy el primero, ¿verdad, puta?», tópicos usados para herir lo amado y herirse a su vez, pero su trabajo sólo se culminará por completo con el uso adecuado de las nuevas tecnologías. Gracias a ellas, la dominación se va a perpetuar más allá en el tiempo y, ya fuera de la escena, cuando «todo esto» acabe, porque «esto», como él gusta de repetir a cada paso, «esto no ha hecho más que empezar».
El final es, así, tan deslumbrante como abierto y terrorífico a la vez, pues él sabe que abre algo a lo que ella no se va a poder resistir; tanto, que invita a mirar con curiosidad y honda reflexión a esas parejas que tan bien avenidas, demasiado incluso, se muestran en público, no sea que entre tanta armonía se oculte un horror tan hondo como el que aquí se anuncia.
Cecilia Sarli y Manuel Domínguez son los protagonistas de este duelo interpretativo, que muestra la violencia sexual como una expresión extrema del poder social. La obra plantea una reflexión sobre la vulnerabilidad de muchas mujeres que sufren agresión sexual a manos de una persona de su entorno, un tipo de violencia que permanece más oculta y donde el violador no necesita recurrir a la fuerza física para someter a su víctima y se vale, entre otras armas psicológicas, de la ‘sextorsión’, una de las fórmulas más letales del ciberacoso sexual que prolifera en nuestros días.
- Autora: Susana torres Molina
Director: Jesús Cracio
Reparto: Cecilia Sarli y Manuel Domínguez
Espacio escénico: Roger Portal
Diseño de vestuario: Pier Paolo Álvaro
Iluminación: Pilar Velasco
Compañía Atlántico Teatro
Producción: Cajón de Ideas Producciones
Función comentada: 18 de noviembre de 2016
Sala Mirador: c/ Dr. Fourquet, 31. Madrid