Suele decirse que a veces la realidad supera a la ficción, y esta exótica historia puede ser una de ellas. Porque pareciera sacada del mejor guión de ciencia ficción: la historia de un Samurai que llegó a España hace 400 años desde Japón en pleno Siglo de Oro arribando al puerto de Sanlúcar (Cádiz), acompañado de un fraile español después de un viaje en barco de más de un año por la ruta española, que incluía el paso por América.
El Samurai se llamaba Hasekura Tsusenaga y el fraile sevillano Luis Sotelo. Ambos formaban parte de la Embajada Keichó, enviada por el señor feudal de la ciudad japonesa de Sendai con la intención de que el Rey Felipe III le abriera las puertas del Imperio español para comerciar con México. El Samurai sería bautizado al cristianismo, y tan buenos “frutos” dio esta embajada que en estos momentos unos 600 vecinos del pueblo sevillano de Coria del Río se apellidan Japón, hecho que algunos historiadores achacan a que son descendientes del grupo de japoneses que en 1630 llegaron a España. Tan importante fue aquel acontecimiento que en estos días el príncipe heredero de Japón, Naruhito, está visitando nuestro país para conmemorarlo, estando previsto entre sus actos el de reunirse con los descendientes del Samurai y de su séquito, que se sienten orgullosos de apellidarse Japón. Y además en un pueblo sevillano.
La otra parte de la historia es que este hecho histórico fuera llevado al teatro a finales del pasado año por el grupo teatral al que pertenezco, cuando en la celebración de la fiesta nacional de Japón en España fuéramos requeridos varios actores para que interpretáramos obre el escenario unos breves pasajes de la llegada a España del citado Samurai Hasekura Tsusenga acompañado del fraile franciscano Luis Sotelo, que se entrevistarían con el Rey Felipe III. En líneas generales la obra da a entender que tras la visita se escondían intereses económicos, por una parte, y religiosos, por otra. La narradora (María Luisa Ocaña), presenta a la expedición con estas palabras: “Hace 400 años llegó a España un Samurái llamado Hasekura Tsunenaga, quien era jefe de la delegación japonesa enviada por el Daymio Date Masamune, señor feudal de la ciudad de Sendai, capital de la prefectura de Miyag Japón, fundada en 1600, conocida hoy por el sobrenombre de ‘Ciudad de los Árboles’…”.
El Samurai Hasekura (Conrado Granado) y el franciscano fray Luis Sotelo (Francisco Asensio) preparan la entrada en Sevilla, haciéndolo con la pompa y boato de la época y siendo recibidos por el Cabildo de la catedral de Sevilla, alojándose en los Reales Alcázares ante un pueblo regocijado. Hasekura trae una carta de su señor para entregar al Rey de España y una espada katana como regalo para la ciudad de Sevilla. Una vez establecidas las relaciones entre ambos países, el interés de Japón sería aprender en España técnicas de navegación, la purificación del otro y la plata entre otros asuntos, y por parte de España estaban interesados en abrir una nueva ruta de navegación hacia Asia con mejor ruta que la de Manila, así como expandir el catolicismo en Asia creando misiones.
A continuación entrarán en escena dos personajes históricos que eran los que verdaderamente hacían y deshacían en el entonces gran Imperio español. El Rey de las Españas, Felipe III (Ezequiel Rey), y el Duque de Lerma (Ángel Triviño), que dejan entrever en su conversación lo que verdaderamente les interesaba. “Su Majestad, no hay que dar demasiado crédito a las habladurías, nos conviene continuar con nuestros planes, conseguir el dominio de ultramar y expandirse hacia Asia”, dice el Duque en un momento dato, a lo que Felipe III responde: “Teniendo en cuenta la riqueza de un país como Japón, con sus recursos naturales de plata y oro, es conveniente mantener relaciones comerciales con aquel país, aunque después pensemos en conquistarlo…”.
La Embajada de Keichó partió de Sevilla rumbo a Córdoba, pasando por Toledo y finalmente en diciembre de 1614 llegaba a Madrid. Después de un mes en la capital del Reino no habían sido recibidos en la Corte, algo incomprensible para el Samurai en base a lo que representaba, aunque según fray Luis Sotelo no había por qué preocuparse, ya que en España “las cosas de palacio van despacio”… La realidad era que en la Corte no se fiaban del fraile, entre otras cosas. Por fin, el Duque de Lerma empieza de desvelar el por qué de la tardanza y los intereses de la Corona, por una parte, y de la iglesia por otra. Ante la pregunta del Samurai por la tardanza en ser recibido, el Duque responde: “Su Majestad el Rey de España ha de ser prudente en sus decisiones; no os ha recibido aún porque está recibiendo presiones del Consejo de Indias…”. Además de ello, el tema de la religión sale a escena, al ser un dato importante a tener en cuenta: “Además –continúa el Duque- vuestro Shogun ha promulgado un edicto en enero 1614 ordenando la expulsión de los misioneros españoles de Japón y ha empezado la persecución de la fe cristiana…”. A todo eso, añade, que se sospecha en la Corte que el Samurai reniega de la religión católica…
El fraile sevillano Luis Sotelo sale en defensa del Samurai, por una parte, y de expandir la religión católica en Asia, por otra: “Duque de Lerma, no hace falta dar tantos detalles a un pobre Samurai. Con amenazas no se conseguirá nada, y hay que continuar con la conversión al catolicismo en aquel país”… El Samurai Hasekura, a su vez, quiere desbloquear la situación, pues en su opinión “No puedo regresar a Japón con las manos vacías…”. ¿La solución? Que para que la Corte confíe en el japonés, éste se convierta al catolicismo, siendo bautizado. Dicho y hecho, ya que los intereses de unos y otros comenzaban a cuadrar, por lo que el Duque de Lerma lo deja meridianamente claro con estas palabras finales: “Fray Luis, la ceremonia la harems en el convento de las Descalzas Reales, y para darle más credibilidad, yo seré el padrino. Le bautizaremos al cristianismo bajo el nombre de Felipe Francisco Hasekura. Felipe como el Rey de España y Francisco como mi nombre”…
El Samurái japonés Hesekura Tsunenaga sería bautizado, efectivamente, y los “frutos” de aquella Embajada de Keichó que arribó a España en 1640 los podemos encontrar hoy en las huellas de esos más de 600 españoles que llevan en el sevillano pueblo de Coria del Río el apellido Japón… Y el que suscribe, por su parte, tuvo la dicha de dar vida sobre el escenario al personaje del Samurai en mi condición de actor, acompañado por un grupo de compañeros que dio lo mejor de sí para dar credibilidad a la historia que, aunque real, sigo pensando que parece de ficción.