La singladura simpática y alternativa, complementaria, que nos ofertan los libros de toda índole, nos regala segundos inigualables con los que salir de ese hastío que es versión repetida de una existencia que se deja llevar por el río de la competencia y por las materias que a menudo no son tan originales como nos decimos.
Tenemos prosa, poesía, ensayo, novela, viajes, naturaleza, historia, relaciones, convenciones y comunicaciones, reflexiones y meditaciones, causas y efectos…
Todo se encuentra en esas obras que nos convierten en ejemplares desde el anonimato compartido por quienes nos precedieron.
Nada falta en las hojas de unos libros que nos mantienen eternamente jóvenes y activos, si somos capaces de dar con sus claves.
La lectura de grande y pequeña literatura, la relectura incluso, nos transforma en seres tan reales como ideales, tan idealistas como emplazados a ras del suelo.