El abrazo de la serpiente: entre el mito y la esperanza

El abrazo de la serpiente, del director colombiano Ciro Guerra (Los viajes del viento, La sombra del caminante), es la película nominada al Óscar en la categoría de Habla no Inglesa por Colombia, siendo en este apartado la única aspirante hispanoamericana.

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Cartel de la película «El abrazo de la serpiente», del director colombiano Ciro Guerra.

Su principal valor es que se ve muy plácidamente al estar rodada toda ella en blanco y negro y constituir un paseo de lujo por el Amazonas. Un paseo que, si bien recuerda a ratos «La línea de sombra» o «El corazón de las tinieblas», y hasta consigue enfrentarnos a un Apocalipsis now de factura española, tiene también escenas en que se conversa y se reflexiona sopesando sin ira las experiencias de sus dos antagonistas (chamán y explorador respectivamente) en un tempo plano que parece estar fuera del tiempo. Dura algo más de dos horas (125 min.) pero no importa. Como en La hora 25, estamos «sin tiempo».

Ciro Guerra ha trabajado en «El abrazo de la serpiente» durante 5 años y ha sido rodada en escenarios naturales del Amazonas, entre las fronteras de Brasil y Colombia, de ahí su título al referirse al Amazonas como la serpiente que es la anaconda, diosa exclusiva de esas soledades. Y términos como «hijo de la anaconda» designan a los nacidos en sus orillas y que permanecen fieles a sus dictados.

Pero sus dictados pueden ser muy severos (véanse al respecto los libros El río de la desolación, de Javier Reverte, o La vorágine, de José Eustasio Rivera, o la brutal Huasipungo de Jorge Icaza) y de ahí lo monstruoso del título. Todo lo que tocan sus orillas queda marcado de manera dual, asfixiado y fecundado a un tiempo. Un ser, el río, representado por el animal más vigoroso y más mortífero, al que hay que ser fiel para no corromperse pero no tanto como para llegar a convertirse en un chullachaqui, «una cáscara vacía de hombre, privado de emociones y recuerdos».

Es lo que le ocurre al chamán Karamakate (representado por Antonio Bolívar). Su oponente es Evan (Brionne Davis), el norteamericano que ha perdido la capacidad de soñar, ni dormido ni despierto, y espera recuperarla con la yakruna, una poderosa planta oculta, capaz de enseñar a soñar.

El final es esperanzador puesto que Karamakate poco a poco irá recuperando los recuerdos perdidos.

La curiosidad por parte de europeos (alemanes primero y más tarde norteamericanos) por estudiar sus misterios y arrancarle a la selva el poder medicinal de sus plantas a costa de la propia vida, si es preciso, vertebran una historia de viaje en dos períodos distintos entre los que transcurre un lapso de 20 años con el nexo común de los personajes y su búsqueda: la del chamán en pos de sus recuerdos, siguiendo los dibujos del botánico alemán que perdió allí la vida (Jan Bijvoet) y al que ahora secunda en la suya propia Evan.

Pero como más arriba anuncié, no se ignora la labor de descubridores y evangelizadores españoles y así, navegando en la canoa con el explorador afiebrado, mientras escuchamos la perorata del chamán, se nos aparece la reserva apocalíptica de niños tutelados por el padre dominico, cuya labor es presentada, en pleno siglo XX, de una manera tan tremendista como esperpéntica. Creo que esto fue lo que mereció los diez minutos de aplausos en Cannes.

La terrible conclusión a la vista de lo que ha supuesto, años después, la liberación de esos niños, metáfora viva de toda América, es que han heredado lo peor de los dos mundos, pero ahí están también las palabras testimoniales de alguien tan autorizado como Roa Bastos (Hijo de hombre, Yo el Supremo), que, en entrevista con José Ramón Iborra, afirma que en los dos siglos de reducciones jesuíticas en Paraguay que él ha estudiado, no ha encontrado «ni un solo abuso sobre los indios en aquellas terribles soledades que hubieran permitido cualquier cosa». Y esto, que él pronunciara en 1998, trasladado a día de hoy, es aún más llamativo y meritorio.

https://youtu.be/FdOYd-21qaA

«El abrazo de la serpiente» ganó en Cannes el premio de la Quincena de realizadores. Ha sido considerada como la Mejor Película del pasado Festival de Mar de Plata y está nominada a Mejor Película Extranjera en los Independent Spirit Awards.

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Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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