Acoso al pueblo español

España es un país atado a un potro de tormento histórico,  John Berger
Acoso: Perseguir a una persona o un animal sin permitirle descanso para cogerlo o «cazarlo»
Hacer objeto a alguien de persecuciones o malos tratos. María Moliner

Acosadores: la oligarquía, es decir, las organizaciones económicas o políticas de la clase social dirigente, la Iglesia Católica, dependiente del Vaticano y organizada en sectas religiosas con sus correspondientes sacerdotes y jerarcas, los poderes políticos, las fuerzas represoras con su estamento superior, los poderes judiciales, y al servicio de todos ellos las fuerzas llamadas del Orden Público, policías, cuerpos de seguridad.

La historia viene de lejos. Poderes feudales, tribunales inquisitoriales, guerras contra el pueblo, intervención de poderes extranjeros.

Las víctimas siempre son las mismas: los hombres y mujeres explotados por los oligarcas, terratenientes, empresarios, banqueros, que cuentan para la organización y amparo de su estructura económica explotadora con el apoyo de los poderes civiles, eclesiásticos y militares.

En las luchas arrastradas a lo largo de la historia, a veces los explotados arrancan beneficios, mejores condiciones de vida, estructuras sociales más equilibradas, a los explotadores, mas éstos, en cuanto se ven más poderosos, no dudan en arrebatárselos.

Los acosadores, que poseen también la palabra a través del control de los más importantes medios de comunicación, han instalado un falso dilema que enturbia la razón y el análisis de cuanto está ocurriendo, pervirtiendo los términos que emplean. Y así aparecen ante la opinión pública los acosadores como acosados, si éstos intentan protestar aunque sea por medios absolutamente pacíficos, y los acosados, auténticas víctimas de aquellos, como acosadores..

A las gentes del pueblo, ya no solo trabajadores, profesionales de toda índole, los gobernantes les quieren apesadumbrados, resignados. Les permiten lamentarse de su situación todos los días, para que debiliten sus fuerzas y esperanzas. Pero no que reaccionen. Imponen, o intentan imponer su mordaza, con palabras y hechos. Palabras en la secuela de las enseñanzas que en su día desarrollara Goebels y sus seguidores. Hechos consumados, de obediencia debida, amparados en la mayoría parlamentaria y las exigencias y obligaciones impuestas por el capitalismo neofascista de la oligarquía alemana y europea. Las palabras son como el áspid venenoso que uno y otro día escupe, sin rubor, su mentira. Las serpientes humanas sonríen, se disfrazan con modernos atuendos y aparecen educados y corteses aunque a veces no pueden ocultar sus gestos de brutos incivilizados o de melifluos y torticeros seguidores de los doctrinarios de la Iglesia. Su finalidad es la de a fuer de repetir e imponer sus simples, retóricas y siniestras mentiras, intentar destruir la capacidad de pensar de sus receptores. Y los hechos, si no son demasiado convincentes y resulta necesario, se imponen por la fuerza, en la organización sanitaria, en la educativa -la cultura para ellos mejor deje de existir- en los desahucios, los despidos de trabajadores, el robo de dinero propiciado y desarrollado por las entidades bancarias a los incautos ciudadanos. Al tiempo que se va imponiendo una única forma de trabajo, el salario del miedo, se apalea, detiene, multa, encausa a quienes protestan, van dejando de ser personas, ciudadanos del país en que se gobierna por decreto, para convertirse en bultos, enemigos. Quienes cumplen y hacen cumplir las órdenes superiores no son sino amedrentados burócratas obnubilados por el reglamento al que juran obedecer y jamás cuestionar.

Escribe Vachel Lindsay

El crimen del mundo es que los jóvenes envejecen. Los pobres son bueyes, penumbrosos y con la mirada plomiza: No que mueran de hambre, sino que lo hagan sin resistirse. Dichosos tiempos aquellos… gritaba Don Quijote refiriéndose al pasado. Gritamos nosotros:

Dichosos tiempos aquellos en que los guardias no persigan o apaleen a los manifestantes, sino que formen barreras y cuerpos de protección ante las viviendas de las gentes a las que pretenden desahuciar, e impidan se acerquen a ellas los cuervos encorbatados y engominados que quieren arrojar a ancianos, niños, mujeres, a la basura.

Los acosadores, Rajoy, Cospedal, Santamaría, González Pons, Guindos, Montoro, Botín, Koplovitz, Gallardón, etc. hablan del derecho a la intimidad -otros defienden la necesidad de guardar sus miles de millones en paraísos fiscales, la Infanta de la impunidad real, Bárcenas de su necesidad de esquiar en las pistas más lujosas del mundo, Ortega de explotar a las gentes del tercer mundo con salarios de muerte para que le permitan amasar con sus tiendas su incalculable fortuna-, de no molestar el sagrado secreto del cuarto de los niños a los que atienden serviles criadas. Quienes todavía tenemos la capacidad de pensar, no podemos por menos que vomitar al escuchar esas palabras. (Pobres, dicho sea de paso, los resignados lacayos que todavía se dicen de izquierdas cuando, aunque a sea a regañadientes, dicen que es preciso respetar las leyes).

Y cuando hablan del paro, seis millones, seis millones repiten como si se tratara de kilos de chatarra, recuerden: si los empresarios españoles, sean de zapatos, trajes, coches o utensilios de otras industrias, en vez de utilizar mano de obra del tercer mundo -así llaman a un centenar de países- con salarios que no alcanzan los 100 euros al mes y condiciones higiénicas y de seguridad que provocan miles y miles de muertos al año, desarrollaran sus fábricas y empresas en el territorio español, el paro se paliaría inmediatamente. Claro que ellos no figurarían, porque no es lo mismo ganar un 10 o 20% por sus productos que un cien o un millar por ciento por la venta de los mismos. Y entonces no aparecerían en las páginas de couchet de periódicos, revistas, programas del corazón de las televisiones, ellos, sus mujeres o esposos, sus amantes, por tener el inmenso mérito de figurar entre las cien o mil mayores fortunas del mundo. Si quienes depositan sus ganancias en paraísos fiscales -por cada salario, paga extra, indemnización que cobra un banquero, se explota o roba a un centenar como mínimo de ciudadanos que utilizan para sus cobros, pagos o depósitos los bancos- devolvieran el dinero al Estado que tanto les gusta jalear en sus competiciones deportivas, fiestas, romerías, no se necesitaría ·recortar» en las prestaciones sociales o salarios ni un solo euro.

Al lenguaje lo que es del lenguaje. Ellos, estos ladrones de guante blanco, terroristas de sombrero y corbata, son los acosadores. Y el pueblo español el acosado. Por eso los ciudadanos tienen el derecho a defenderse, manifestarse y mostrar públicamente a lo acosadores su repulsa.

Con palabras de uno de los mejores escritores y más lúcidos y comprometidos intelectuales de todos los tiempos, Albert Camus:

La rebelión es el acto del hombre informado que posee la conciencia de sus derechos.

Andrés Sorel
Escritor, nacido en Segovia durante la guerra civil. Fue corresponsal de Radio España Independiente entre 1962 y 1971 y dirigió en París la publicación Información Española. A la muerte de Franco regresó a España y colaboró en diversos periódicos y publicaciones de izquierda, entre los cuales destaca la fundación en 1984 del diario Liberación. Ha sido durante muchos años secretario general de la Asociación Colegial de Escritores de España, y director de la revista República de las Letras.

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