El presidente Biden no podía haber dejado pasar la oportunidad de adelantarse a Donald Trump en la solución de un conflicto regional. Y no se trata de un conflicto cualquiera; el inquilino de la Casa Blanca pretende dejar atada – a su manera – la explosiva situación de Oriente Medio, ofreciendo una tregua – que no la paz a libaneses e israelíes
¿Y la guerra de Gaza? Este avispero se lo regalamos a Trump, insinúan los asesores de la Administración Biden. Un regalo envenenado, igual que la bendición de utilizar minas antipersonal, prohibidas por los convenios internacionales, otorgada a las autoridades de Kiev.
El acuerdo de alto el fuego entre Israel y la milicia chiita libanesa Hezbolá, entro en vigor esta madrugada. La tregua, negociada por Estados Unidos y Francia, detendrá temporalmente las hostilidades que han asolado la región en los últimos dos meses.
El primer ministro libanés, Najib Mikati, manifestó que su Gobierno acogía con satisfacción el acuerdo; el Gabinete Netanyahu aprobó la propuesta durante una reunión extraordinaria. El ministro de Defensa, Yisrael Katz, ha indicado que Tel Aviv responderá con firmeza a cualquier violación del alto el fuego, advirtiendo a Hezbolá de que no debe aprovechar la tregua para reforzar su presencia militar.
Actuaremos contra cualquier amenaza, en cualquier momento y en cualquier lugar, manifestó Katz a la enviada especial de la ONU para el Líbano, Jeanine Hennis-Plasschaert, haciendo hincapié en el compromiso de Israel de impedir que Hezbolá refuerce su presencia en las inmediaciones de la frontera con el Estado judío.
Las condiciones del alto el fuego incluyen un período de 60 días durante el cual las fuerzas israelíes se retirarán del sur del Líbano, lo que permitirá al ejército libanés desplegar 5.000 efectivos en la zona. Se exige a Hezbolá que cese sus actividades al sur del río Litani, en consonancia con la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, jamás se implementada eficazmente.
Hezbolá mantiene desde hace tiempo una importante presencia militar en la región fronteriza, construyendo túneles, almacenando armas y planificando ataques. La reciente campaña militar israelí incluyó ataques aéreos e incursiones terrestres para desmantelar dicha infraestructura.
El ministro Yisrael Katz advirtió que Tel Aviv vigilará de cerca la tregua. Toda casa en el sur del Líbano que se reconstruya y en la que se establezca una base terrorista será demolida, dijo. Cualquier intento de rearme o reagrupamiento de terroristas quedará en nuestro punto de mira, añadió Katz.
La responsabilidad de mantener el alto el fuego recae en el ejército libanés y en la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (FINUL). La FINUL, criticada en reiteradas ocasiones por su incapacidad de hacer cumplir los planes de desmilitarización, trabajará junto con el Gobierno libanés para implementar la tregua.
El operativo estará supervisado por un alto mando del Ejército estadounidense (probablemente, un general) e integrado por expertos militares occidentales.
Detalle interesante: Hezbolá rechaza la presencia de oficiales británicos y alemanes en el equipo de monitoreo. Por su parte, Israel descarta la inclusión de ciudadanos franceses en la estructura de vigilancia de la tregua.
El titular de Asuntos Exteriores del Líbano, Abdallah Bou Habib, destacó que la presencia estadounidense es fundamental para reconstruir la infraestructura destruida durante los recientes ataques del Ejército israelí.
Los funcionarios israelíes insisten en que es esencial una supervisión estricta para impedir el contrabando de armas y la producción de armamento por parte de Hezbolá. Si no lo consiguen ustedes, lo haremos nosotros, advirtió el ministro Katz a los emisarios de la ONU.
A medida que se alivian las tensiones, el mundo observa de cerca si este alto el fuego es el preludio a un proceso de paz duradera o sólo servirá – al igual que otras iniciativas humanitarias de Occidente – como mero paliativo al conflicto.