En la etapa de la adolescencia es significativo encontrar ciertas conductas autolesivas que deliberadamente se autoprovocan los chicos que no tienen, aparentemente, una patología mental diagnosticada.
Por ello, es necesario esclarecer el contexto y las conductas autolesivas para ver tanto los factores de riesgo que entrañan como para ofrecer al adolescente un abordaje cuidadoso en donde se valore una posible depresión y el enmascaramiento de esta o la huída del problema a través del consumo de tóxicos.
Este síndrome conductual que resulta ya familiar en muchos adolescentes no se debe enmarcar como una patología en sí misma. La autolesión como cualquier conducta deliberada, está destinada a producir un daño físico en el cuerpo y por tanto, no se intuye el suicidio ni la muerte inmediata porque ese no es el deseo del joven que lo expresa así.
Que el hecho en sí sea deliberado sí nos tiene que hacer pensar que es no es accidental y por tanto sí busca o se busca el impacto inmediato en el entorno.
Aunque inicialmente no exista una intención de morir, en la práctica clínica se pueden ver muchos jóvenes que pudiera parecer que sí lo pretenden. Estas conductas como las que sugieren la ingesta compulsiva de alcohol en los botellones o el consumo de cannabis y otras sustancias entre los adolescentes, hace que solo busquen el hedonismo y por tanto un placer ilimitado por lo cual, las autolesiones no se pueden catalogar como tal aunque implícitamente a largo plazo sí sean consideradas por los psiquiatras.
Es igualmente significativo que el riesgo de provocarse una autolesión sea del 40 % de los jóvenes en edades comprendidas entre los 13 y los 23 años. Si además son chicas y tienen un nivel bajo socioeconómico, si sienten cualquier tipo de discriminación por acoso y además, han vivido situaciones de violencia doméstica; embarazos jóvenes o abusos en cualquiera de sus formas; las conductas autolesivas pueden ascender hasta un 75 %. Estas normalmente conforman situaciones graves de enucleación ocular, amputaciones, castraciones y otras cuestiones difícilmente imaginables y siempre van acompañadas de un brote psicótico que puede confundirse con la esquizofrenia; estos, generalmente están provocados por el consumo de tóxicos.
De ahí la pregunta, ¿están las conductas autolesivas directamente implicadas en otros cuadros psíquicos? Realmente, sí. Raro es el joven que no padece algún tipo de compulsión previa que roza en conductas en donde se muerden las uñas, se arrancan el pelo, comen sin medida, etc. y todos estos actos provienen de un desorden mental. Estos actos automáticos que son aparentemente poco trascendentes, realmente lo son si vemos el origen de los mismos y los porqués en torno a dichos comportamientos. La severidad de los actos autolesivos puede ir in crescendo en la medida en la que la persona sienta o se sienta agredida y el aumento de los impulsos autolesivos llega a ser recurrente. En este sentido, hay que valorar si realmente el paciente padece un trastorno obsesivo-compulsivo y si tiene una trastorno por estrés postraumático, trastornos de la conducta alimentaria o trastornos disociativos entre otros.
Afrontar mal el estrés emocional, tener cierta inestabilidad emocional, encontrarse perdido, solo, incomprendido y sobre todo, llamar la atención en todas sus formas, puede hacer que la autoinjuria sea una respuesta que puede precipitarse a un estado de placer a través del dolor, situación realmente compleja. En otros casos puede deberse a la disfunción familiar; a la asistencia a eventos estresantes; a la propia búsqueda de la regulación afectiva; al control de los impulsos, entre otras cuestiones. En todo caso, las conductas autolesivas deben verse como agresiones directas a sí mismo y deben analizarse en la medida posible, cuanto antes, los grados de dichas lesiones, las conductas repetitivas y sobre todo, vislumbrar si existe una depresión que enmascara los acontecimientos que expresamente son muy llamativos pero el dolor mayor no está en la parte física sino en la mental del joven.
Desde la psiquiatría infantojuvenil se debe abordar el ambiente en donde vive la persona que se autolesiona, ver su conducta y manejar terapéuticamente al mismo. Esto hará que de una forma integral, se reconsideren sus actos y se vean las causas que le provocan esas conductas deliberadas que pueden haberse prolongado sine die. Ver de una forma holística los posibles cuadros de ansiedad; la enmascarada depresión además de los síntomas afectivos que acuse el paciente; si existe o no una baja tolerancia a la frustración y otros abusos de sustancias es el principio para determinar qué sucede, cómo debuta y evitar lo siguiente que no es necesariamente bueno.