Que yo quiero trabajar, ¿eh? Quiero que me llamen las productoras… ¡Yo no soy amigo de Willy Toledo!, dice Alberto San Juan en Autorretrato de un joven capitalista español, en cartel hasta el 28 de junio en el Teatro Alfil de Madrid.
Y es que, parece que estamos llegando a un punto en el que para poder mantenernos en una clase media, o al menos para poder vivir con dignidad, uno tiene que renunciar hasta de los amigos. Alberto San Juan en esta obra (escrita, dirigida e interpretada por él mismo) busca las claves de nuestra historia reciente que hacen que España esté en caída libre.
Y se plantea el asunto en primera persona “antes era bastante famoso, tenía mucho dinero, tenía chavalas a montón… tenía un Mercedes Benz… y ahora no tengo básicamente nada”. A partir de aquí San Juan quiere desentramar, al igual que el resto, el por qué antes “estábamos ahí” refiriéndose a en lo alto “y ahora estamos allá”, justo al otro lado. Las mentes malignas dirán que en su caso concreto será porque no ha conseguido mantener su estatus, porque siempre hace su mismo papel -opiniones que no comparto porque a mi San Juan siempre me ha parecido un tipo maravilloso- sin embargo parece que no hay que mirar muy lejos para ver como cada día la población se empobrece, los problemas se multiplican y como nuestra libertad merma ¿Por qué acaso tener un sueldo de 500€, 600€ no nos hace menos libres?
Malos tiempos para la actuación (no hay casi producciones, ni películas en España), malos tiempos para la lírica, malos tiempos para el periodismo… San Juan tantea en este trabajo “Y si JuanCar (Juan Carlos de Borbón), Felipe (González), Mariano (Rajoy) tienen algo que ver en que yo ya no tenga chavalas… con el tema del batacazo de ahora”. En clave de humor, con ese tono tan característico a medio camino entre la persona y el personaje el actor recorre la historia de España desde tiempos de Franco hasta los de Marianico (Rajoy no el Corto).
Lo hace de una forma valiente, sin tapujos, deslenguada, digna de admiración. No deja títere con cabeza, cosa que yo agradezco. Rompe la cuarta pared (se dirige directamente al público), rompe el concepto de obra (no se sabe el papel y aparece con el guion en la mano, por supuesto a propósito) y plantea este espectáculo que no es ni un monólogo, ni una conferencia, ni un diálogo sino una llamada al despertar, un “oye ¿qué hacemos?”. Porque algo hay que hacer, ya que aunque nos hagan creer que no, esto que está pasando influye en nuestras vidas, esto somos nosotros, afecta a nuestros cuerpos, a nuestro sentir, a nuestro follar… A pesar de que la gran mayoría se mantenga callada, no vaya a ser que confundamos libertad con libertinaje. Me planteo ¿qué pasaría si no tuviéramos tanto miedo?
Y bueno, como San Juan es un optimista convencido (o al menos su personaje lo es, a él no tengo el gusto de conocerle), deja espacio para la guasa porque es muy importante reírse y sobretodo reírse de uno. Si van a ver el espectáculo reirán desde que lean el título “autorretrato de un joven”. ¿Con 45 años, uno sigue siendo joven?
Lo que me queda claro, es que este tipo de trabajos cada día son más necesarios. No es ser de izquierdas, de derechas o de centro. Es nuestra vida la que está en juego. ¡Ole! por un texto valiente, una puesta en escena poco convencional y por un trabajo arriesgado, porque decir en primera persona las cosas que San Juan dice es de tener todo muy clarito a pesar de que en sus palabras «este espectáculo nace de un ignorante que decide empezar a leer”.