Como ya hemos comentado en otros artículos, estamos haciendo un camino a la inversa. En vez de ir hacia adelante, nos empeñamos, más bien se empeñan, en ir para atrás. Parece que tenemos la meta en los años 80. Pues bien, iremos a ellos.
Estamos viendo cómo conquistas que costaron muchos años de esfuerzo, se evaporan en unos cuantos meses de crisis y recortes. Cuando no es la sanidad, es la educación; cuando no, la dependencia; y no podía ser menos con la ley que habla del aborto.
De repente, los obispos se pusieron las pilas. Ya se les ha acabado la paciencia. No han salido ellos a la calle con el PP para que ahora no hagan lo que prometieron y, ¡sorpresa!, hay una cosa que quieren cumplir. En el momento en que la Conferencia Episcopal le recordó al Gobierno que pasaba el tiempo y del aborto, nada, nuestro flamante ministro de Justicia, en otro tiempo el ‘progre’ del PP y hoy travestido en duro conservador, se puso manos a la obra.
Como siempre y en todo, hay una estrategia. Se trata de volver a la Ley del 85, pero para que no nos parezca tan mal, nos asustan con retroceder todavía más. Hablamos de la prehistoria y se ocupan fundamentalmente de evitar que el supuesto de malformación e inviabilidad para la vida no cuente a la hora de decidir un aborto.
Pasando por alto que de lo que hablamos es de la capacidad de la mujer para decidir sufrir -no hay aborto indoloro- un poco o llevar un sufrimiento compartido con el del hijo para toda la vida, nos encontramos con una defensa a ultranza del feto. Ellos hablan de la protección del no nacido -eso sí, luego, cuando nazca, ya nos olvidaremos de él-. Pero yo me resisto a creer que terminemos igualando nuestra ley a las de Irlanda o Malta.
Y aquí aparece la yenka. Si recordamos este baile, se trataba de ir “izquierda-izquierda, derecha-derecha, adelante-detrás, y un-dos-tres. A base de saltitos hacíamos unos movimientos que nos dejaban al final en el punto de partida .
Mucho me malicio de que por ahí va el tema. Nos asustan con una ley imposible para el siglo XXI, que yo pienso que no pretenden imponer, para, con un poco de discusión interna y mucho debate público, quedarnos con la ley del 85. Como la yenka, vaya. Con esto nos parecerá que hemos avanzado algo, pero a poco que pensemos, nos daremos cuenta de que hemos perdido 30 años, y tan contentos.
Dejando a un lado las consideraciones morales -cada uno es muy libre de tener las que quiera y pensar como quiera-, hay una cosa que esta clara: confundir pecado con delito nos retrotraería a épocas pasadas. Nada compatibles con nuestra Constitución vigente y nuestro Estado en teoría “aconfesional“.
Por tanto, mi consejo es que la Iglesia en general, a lo suyo; y el Estado, a legislar leyes acordes con las libertades que entre todos, y con mucho esfuerzo, nos hemos dado.