La región de América Latina y el Caribe se presenta como una alumna con buenas calificaciones en energías renovables, pero todavía no en eficiencia energética, y aún tiene un largo camino que recorrer como aporte a la acción climática global y para superar la vulnerabilidad de su población y sus economías, informa Humberto Márquez (IPS) desde Caracas.
Muestras de ello son las recientes crisis energéticas en Ecuador y Cuba, con cortes de electricidad desde catorce horas diarias hasta días enteros, y las amenazas que representan las sequías –que este año se ensañaron por ejemplo sobre Bogotá y la Amazonia brasileña- para los sistemas hidroeléctricos con los que se alumbra la región.
Entre los 660 millones de latinoamericanos y caribeños que soportan los distintos impactos del cambio climático, hay al menos diecisiete millones de habitantes, unos cuatro millones de hogares, que todavía no tienen acceso a la electricidad.
Ese panorama llega a un nuevo examen en la 29 Conferencia de las Partes (COP29) de la Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc), que inició su andadura de dos semanas este lunes 11 en Bakú, capital del petrolero Azerbaiyán.
La conferencia anual de 196 Estados parte tiene el financiamiento de la acción climática como tema principal y pasará revista también al compromiso global asumido hace un año, de triplicar la capacidad de energías renovables y duplicar la eficiencia energética.
En la COP28, en Dubái, se planteó tener en 2030 una capacidad instalada mundial de 11.000 gigavatios (Gw, equivalente a 1000 megavatios, Mw) de energía de fuentes renovables, 7000 Gw más que en la actualidad. No es probable alcanzar el objetivo, a juzgar por las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC en inglés).
Las NDC funcionan como compromisos de los Estados para adoptar medidas con las cuales se pueda disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, de modo que el calentamiento del planeta no exceda de 1,5 grados centígrados sobre los promedios de la era preindustrial, tal como recoge el Acuerdo de París de 2015, con que concluyó la COP21.
En el caso de América Latina y el Caribe, «la capacidad instalada de generación eléctrica ya es de 58 por ciento con energías renovables y en once países supera 80 por ciento», indicó a IPS el experto uruguayo Alfonso Blanco, director de transición energética y clima en el laboratorio de ideas Diálogo Interamericano, basado en Washington.
Según la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), la capacidad instalada de generación eléctrica en la región era de 480.605 megavatios (Mw) en 2022, con cerca de 300.000 Mw producidos a partir de fuentes renovables -200.000 Mw en represas- y el resto no renovables, principalmente combustibles fósiles.
La Agencia Internacional de Energías Renovables (Irena) cifró 342.000 Mw la capacidad de generación eléctrica instalada en la región el año pasado, con avances en instalaciones de energía solar, con capacidad para 64.513 Mw, y eólica, que alcanzó a 49.337 Mw, pues la fuente hídrica se mantiene estable, 202.000 Mw.
La región latinoamericana y caribeña «puede incrementar su capacidad de generar electricidad a partir de fuentes como la solar o eólica, pero no puede ya triplicar su capacidad hidroeléctrica», dijo Blanco, quien fue secretario ejecutivo de la Olade en el período 2017-2023.
También Diana Barba, coordinadora de diplomacia energética en el colombiano centro de pensamiento Transforma, considera que «triplicar la capacidad de energías renovables de aquí al 2030 no aplica para América Latina y el Caribe».
«Lo que procede es mantener la proporción, que llegue así hasta el 2040, y en general disminuir las tendencias al uso de combustibles fósiles», dijo Barba a IPS.
La eficiencia, esquiva
En la región, las cifras sobre capacidad de energía verde mejoran cada año, pero las de eficiencia energética no van al mismo ritmo. Expertos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) han mostrado que solo la subregión caribeña ha hecho avances importantes en comparación la primera década de este siglo.
Medida en kilogramos equivalentes de petróleo (kgep) por cada 1000 dólares de producto interno bruto (PIB), el Caribe consumió 110 kgep durante la década 2001-2010 y disminuyó ese gasto a 67 unidades en 2022, mientras que el conjunto de la región bajó de 95 a 87 kgep.
En ese lapso, la subregión andina pudo bajar de 108 kgep a 90, América Central y México de 85 a 70, y el Cono Sur permaneció en 90, aunque la cifra es de 80 kgep si se excluye a Brasil.
La eficiencia, en la que la región muestra resultados más modestos, es fundamental para el triple propósito de ahorrar recursos, disminuir costos y, objetivo primordial en las COP climáticas, abatir las emisiones de carbono que contaminan el medio ambiente y calientan la atmósfera, precipitando el cambio climático.
Al respecto, el Foro Económico Mundial, que reúne anualmente a líderes políticos y económicos, aboga por electrificar el transporte y sobre todo destaca que las NDC deben centrarse en la demanda y oferta para mejorar la eficiencia energética industrial, solo mencionada en treinta por ciento de las NDC en el mundo.
En transporte, un estudio de la Olade destaca que el parque de vehículos livianos electrificados creció en cuatro años (2020-2024) más de catorce veces en la región, con un total de 249.079 unidades en circulación para el primer semestre de 2024.
Ese mercado -que conlleva mayor eficiencia energética y drástica reducción de las emisiones de carbono- lo lidera Brasil con 152.493 vehículos, seguido por México, Costa Rica, Colombia y Chile; pero Costa Rica tiene la mejor cifra per cápita, con 34 autos electrificados por cada 10.000 habitantes, seguida por Uruguay con diecisiete.
Ahora bien, en lo que atañe a la industria manufacturera, con un PIB anual de 874.000 millones de dólares (14 por ciento del PIB regional), la Cepal registra que consume cada año más energías renovables y menos fósiles como el combustible residual (fuel oil).
Pero su intensidad energética -indicador que mide la relación entre la energía que se consume y el PIB- pasó de 232 toneladas equivalentes de petróleo por millón de dólares de valor agregado, en la década de 1990, a 238 TEP en 2022, lo que sugiere que el sector industrial de la región no ha mejorado en su eficiencia energética.
Cuatro sudamericanos
Para evaluar esfuerzos necesarios y posibles de cada país para contribuir con las metas globales en capacidad de energías renovables, Transforma estudió cuatro casos, los de Argentina, Brasil, Chile y Colombia.
Barba explicó que Argentina y Brasil se consideraron por integrar el G20 (Grupo de los veinte, economías industrializadas y emergentes), Colombia por la capacidad de acción mostrada y Chile por su decisión de acelerar el fin de la operación de plantas térmicas, en tanto de México no llegó una información suficiente.
Argentina podría aprovechar su potencial de energía eólica en tierra y la energía solar a gran escala, pero Barba asienta que «sería superdifícil» triplicar en pocos años su matriz energética, cubierta solo en 37 por ciento por renovables, amén de que su actual presidente Javier Milei «apuesta a los combustibles fósiles».
Brasil puede aprovechar su potencial en energías renovables a gran escala, pero Barba observa «señales contradictorias» con relación a sus NDC, al favorecer la exploración y explotación de hidrocarburos en la Amazonia «en lugar de enviar una señal clarísima de cerrar esos proyectos en los ecosistemas estratégicos».
Chile podría alcanzar 96 por ciento de generación renovable en su matriz eléctrica para 2030, aprovechando fuentes como la solar, eólica, térmica y geotermia, y en Colombia es posible llegar hasta 80 por ciento de renovables en la capacidad eléctrica instalada, si continúa multiplicando sus instalaciones de energía solar y eólica.
De los países analizados, Chile es el único con una meta específica de reducción, de diez por ciento, en su intensidad energética, establecida en su plan nacional de eficiencia energética 2022-2026, y Transforma sugiere que los demás países adopten en sus planes metas semejantes de cara a 2030.
Por otra parte, están los llamados al ahorro, considerando que la eficiencia energética es «el primer combustible», la fuente más rentable o, en otras palabras, que la energía más limpia es la que no se usa.
Cuestión de finanzas
Giovanni Pabón, director de Energía en Transforma, ha afirmado que «el tema de financiamiento lo cubre todo. Si no tenemos un financiamiento asegurado podemos estar hablando un montón de cosas, pero al final es muy difícil llegar a obtener las metas que requerimos» en el Acuerdo de París».
Blanco resalta que, para el abordaje de su transición a energías verdes, países en la región «están muy afectados por las barreras existentes en sus ecosistemas de inversión, de acceso al financiamiento, sea por problemas institucionales, de políticas o de seguridad jurídica».
«Saltar la barrera no es imposible, pero se requiere trabajo y voluntad política, que muchas veces no está presente», agregó.
Recordó que en el panorama destacan los países con fuertes industrias extractivas, que se orientan más hacia los combustibles fósiles y les destinan subsidios.
Por último, Blanco consideró que la COP29, la segunda consecutiva en un país petrolero, es «una cumbre de transición», preparatoria de la COP30, que al realizarse en 2025 en la ciudad amazónica de Belém do Pará, con Brasil como anfitrión y líder puede arrojar resultados y compromisos más claros y firmes en materia de energías renovables y eficiencia energética.