En 2013 se ejecutaron casi 100 personas más que en 2012 en todo el mundo, según el informe anual de Amnistía Internacional (AI): 778 en total frente a las 682 anteriores.
Una cifra solo relativa si tenemos en cuenta que en el cómputo no figura China, la mayor dictadura del mundo con un récord de varios miles de ejecuciones anuales, aunque sus autoridades consideran que la cifra es un secreto de estado. El 95% de las ejecuciones registradas tuvieron lugar en Oriente Medio y el norte de Africa.
El aumento de ejecuciones tiene su origen fundamentalmente en dos países: Irán (369 ejecuciones) e Irák (169), seguidos de Arabia Saudí (79), Estados Unidos (39, el 40% de ellas en el estado de Texas), el único país americano donde persiste la pena de muerte, y Somalia (34). “Un grupo muy pequeño de países –dice el secretario general de AI, Salil Shetty- han cometido la mayor parte de estos asesinatos absurdos financiados por los estados”.
Junto a ellos, cuatro países, Indonesia, Kuwait, Nigeria y Vietnam, han vuelto a introducir la pena de muerte en su derecho penal, a pesar de que desde hace veinte años se asiste a una reducción del número de países que recurren a ella: en 2013 han sido exactamente 22. Un ejemplo es Marruecos donde, a pesar de continuar vigente en la legislación, la última ejecución se llevó a cabo en 1993: el fusilamiento del comisario Tabet, jefe de inteligencia en Casablanca, condenado por abusar sexualmente de 118 chicas menores de edad.
Entre los países que en 2013 hicieron un alto en la aplicación de la pena de muerte se encuentran Gambia, los Emiratos Arabes Unidos, Pakistán y Bielorrusia lo que significa también que en ese año no se llevó a cabo ninguna ejecución en Europa ni en Asia Central.
Los distintos métodos de ejecución que se practican en el mundo incluyen electrocutar al reo, decapitarle, ahorcarle, ponerle una inyección letal y llevarle ante un pelotón de ejecución para morir fusilado. En algunos lugares las penas capitales se aplican en público, “para escarmiento de la población”; es el caso de Irán, Corea del Norte, Arabia Saudí y Somalia. Otra veces en cambio se llevan a cabo en el mayor secreto, sin siquiera informar a la familia o a los abogados, como ocurre frecuentemente en China; y en algunos, como Japón, se niega oficialmente que existan.
La ejecución de la pena de muerte no siempre se aplica a criminales condenados por asesinatos: “Hay lugares donde se condena a la pena capital por robo o tráfico de drogas, adulterio o blasfemia, delitos económicos y diversas formas de traición contra el estado, delitos todos que no deberían considerarse crímenes mayores”, según Amnistía Internacional, que denuncia que muchas de las condenas pronunciadas en 2013 lo fueron en base a confesiones obtenidas bajo tortura y en juicios injustos, cuando no auténticos montajes; y que algunos de los ajusticiados cometieron los delitos cuando eran menores de edad.
No obstante las cifras y las circunstancias, la organización internacional de muestra en su informe optimista con respecto al futuro: la pena de muerte tiende paulatinamente a desaparecer en el planeta; cada vez es mayor el número de personas que la considera “cosa del pasado”.