«Caminante; no hay camino
se hace camino al andar»
Hace apenas ochenta años que se fue el poeta Antonio Machado (26 de julio 1875 – 22 de febrero de 1939), ni siquiera un siglo, por eso tal vez, su voz esta próxima, como la de un hermano que nos acompaña.
Aunque perteneció, en sus inicios literarios, al Modernismo, luego se unió a la Generación del 98, más tarde, su poesía derivó hacia un simbolismo ambiguo, un lirismo íntimo, tocado por la copla popular, tal vez, ese estilo poético este más cerca de nuestra contemporaneidad.
Machado cantó a España y muchos sudamericanos como yo, conocimos España a través de sus escritores modernos: Azorín, Pio Baroja, Miró, Unamuno, Antonio Machado y sus versos sobre aquella infancia en Sevilla, aquellos parajes de Soria, aquellos olivos y el Guadalquivir….
Su alma bohemia, en el Madrid finisecular, lo aproxima al teatro, superando la crisis familiar y económica. Con su hermano Manuel escriben, sueñan y descubren unidos París. Idas y venidas.
En 1902 publica su primer libro Soledades y entonces su vida toma el camino de las letras. Su libro Campos de Castilla, es el encuentro del poeta con su tierra y también con el amor por Leonor. Con ella viajó por España, llegó a París, estudió francės y se vinculó a la elite cultural parisina, conoció al poeta Rubén Dario, al filósofo francés Henri Bergson, pero también conoció la muerte de su ser amado.
Segovia, será su refugio por un tiempo
Por eso, cuando llegué a Segovia no me bastó recorrer la bella ciudad iluminada por el sol, presedida por el imponente Acueducto, que nos lleva a admirar una y otra vez al Imperio Romano, o deslumbrarse con la magnificencia de la Catedral, la última catedral gótica de España, destruida y vuelta a construir, incendiada y consagrada en 1768; imponente edificio, me pareció un reflejo de la siempre conflictiva, imperial y destructiva historia de España.
Por una callecita oblicua me esperaba la casa de Machado, en realidad, la pensión de doña Luisa Torrego, donde vivió el poeta desde su llegada a Segovia el 25 de noviembre de 1919 hasta 1932, año en que marchó para Madrid.
Su estancia en suelo segoviano se debió a su cátedra de francés en el Instituto de Segovia. Pero fue la creación de la Universidad Popular, fundada con un grupo de artistas y hombres de letras, su verdadera pasión.
El objetivo de la universidad era dar instrucción gratuita al pueblo segoviano. A esa universidad dedicó tiempo y esfuerzos y es, justamente, la Universidad Popular la que adquiere la vivienda y la convierte en museo en homenaje al poeta, recuperando muebles, documentos, libros, los rosales del jardín con las obras escultóricas y en cerámica del poeta, realizadas por Emiliano Barral y de Julián López Parras, respectivamente.
Fue, viviendo en Segovia, cuando recibe el nombramiento de Miembro de Número de la Real Academia Española, nominación que nunca esperó y que el poeta recibe como un verdadero honor.
La casa es pequeña, empotrada, con una escalera que nos conduce a una segunda planta, donde se aprecia la cocina con sus trastos de hierros y viejas hornallas, el modesto comedor y el cuarto donde, en vitrinas, lucen las ediciones de Machado, los libros de amigos, fotografías, documentos y cartas, sus trabajos para la Universidad Popular que tanto significó en su vida.
En su modesto dormitorio, casi el cuarto de un monje, recordé su historia de amor con Pilar de Valderrama, la dama madrileña a quien el poeta le dedica poemas con el nombre de Giomar, extraña musa, secreto amor, amor platónico, afinidades electivas que lo ayudaron en años difíciles.
Fue en Segovia donde Machado vive la prolamación de la Segunda República Española, ferviente republicano, iza el pabellón patrio…
.. «la primavera traía a nuestra
república de la mano.»
Con este cambio político, Machado se traslada a Madrid, se produce el reencuentro con su familia, mantiene las visitas furtivas con su musa y su labor literaria se inclina mas a la prosa que a la poesía.
Estalla la Guerra Civil y Machado, aunque no lo desea, parte al exilio junto a su madre y familia. Muere el 22 de febrero de 1939, en tierra francesa, donde está enterrado junto a su madre.
Sentada en el jardín florido, recordé cuando don Guillermo de Torre, profesor en la Universidad de Buenos Aires, nos leía en su cátedra de Literarua española Moderna, a Machado.
«El ojo que ves no es
ojo porque tu veas;
es ojo porque te ve. »
«Tu poeta
piensa en ti. La lejanía
es de limón y violeta,
verde el campo todavía.
Conmigo vienes, Giomar,
Nos sorbe la serranía.
De encinar en encinar
Se va fatigando el día.»
«Anoche cuando dormía
Soñė !Bendita ilusión !
Que una colmena tenía
Dentro de mi corazón,
Y las doradas abejas
Iban fabricando en él,
Con las amarguras viejas,
Blanca cera y dulce miel.»