Hemos salido indemnes del apagón energético que sufrimos a principios de semana. Lo inimaginable sucedió. En todas las simulaciones que se hacían habitualmente, jamás se contempló un cero energético absoluto en cuanto a la recepción de la electricidad necesaria para el funcionamiento de la nave.
El apagón inicial se vivió con sorpresa y perplejidad, con miedo y angustia por las consecuencias que se podrían dar en los puntos clave de nuestras instalaciones, la de los motores de desplazamiento, la del centro hospitalario, las de refrigeración y soporte vital. Afortunadamente los equipos de emergencia situados en estos lugares estratégicos se pusieron en marcha automáticamente a raíz del apagón.
Se consiguió que la nave no quedara a la deriva y sin control remoto de objetos estelares con los que pudiéramos colisionar. El hospital pudo funcionar en mínimos y pudimos respirar en sentido figurado y literal, aunque todo estuviera a oscuras y no pudiéramos comunicarnos entre nosotros, salvo las instrucciones por onda de radio pero estás iban en un solo sentido.
Las naves de la Federación están equipadas con motores nucleares, que están siendo sustituidos de acuerdo de los distribuidores por motores de curvatura menos peligrosos y menos contaminantes ya que no generan residuos radiactivos. También funcionan placas y velas solares que generan energía que permiten tanto desplazamientos como el funcionamiento de las instalaciones. La generación de electricidad por estas fuentes se hace según las necesidades de la nave, la energía generada tiene que estar sincronizada con la energía demandada.
Qué pudo pasar, aún se está estudiando, pero lo que es seguro es que no debería haber pasado y no puede volver a pasar. Parece ser que la falta de sincronía pudo causar la caída, la demanda estaba siendo normal, pero en un segundo se dejó de enviar la electricidad necesaria a la red causando el apagón, aunque no es seguro aún que esta sea la causa.
Los defensores de los motores nucleares en un intento de responsabilizar a las energías solares, limpias, quieren romper el acuerdo y mantener la energía nuclear, parece que ya han olvidado los desastres de las naves Chernoba y Fukisma.
Han sido desafortunadas las primeras declaraciones de nuestro Comandante en Jefe eludiendo toda responsabilidad y descargándola sobre la empresa encargada de la red eléctrica y de las empresas distribuidoras, sobre todo teniendo en cuenta que, en la primera, el principal accionista es la propia Federación, que es quien decide su presidencia y las políticas energéticas. Nos es buena estrategia.
Como tampoco lo es que los responsables de todas las plantas, enfrentados a la comandancia, se pongan de perfil en las duras, descargando toda su responsabilidad en el Comandante, y en las maduras sean ellos, o ellas, quienes presidan los desfiles y actos publicitarios para mayor boato. No es buena estrategia hacer de todo una guerra partidista y polarizar a la tripulación.
Esa tripulación que en los momentos de incertidumbre, como suele ocurrir en estas crisis, una vez pasado el primer impacto, supo mantener la calma, no cayó en los histerismos que algunos auguraban y esperó pacientemente a que la vuelta de la energía se fuera restableciendo. Una vez más se dio una lección de saber estar y comportarse en situaciones críticas.
Ya ocurrió cuando la inundación de la zona de los depósitos e invernaderos, los responsables del mantenimiento de las redes avisaron, pero los responsables estaban ausentes y no quisieron o no supieron ver el peligro, con el resultado de varios cientos de personas fallecidas a pesar de los esfuerzos de una tripulación abandonada. Reclamaron explicaciones a la Federación y denunciaron la tardanza en las ayudas apenas transcurridas unas horas del suceso, cuando varios meses después, todavía estamos esperando las suyas.
Con el apagón, durante unas horas se vivió con cierta angustia la ausencia de electricidad, pero la celeridad en la recuperación de la energía evitó males mayores, fue inaudito lo ocurrido pero también debemos felicitarnos por la respuesta dada, que a veces nos castigamos demasiado.
La situación vivida espero que haya servido para no olvidar los lugares a donde no llega esa energía como en la Cañada Real de Madrid, en la que desde hace unos años están condenados al frío o al calor por las decisiones políticas y escarmiento de la distribuidoras. Nadie parece acordarse de esas personas, de esas familias que viven en la oscuridad.
Lo nuestro ha sido un accidente, una incompetencia o una falta de previsión, nada comparable al sufrimiento planificado que está soportando el pueblo palestino, a los que no sólo están masacrando sino privando de vivienda, hospitales, escuelas, a quienes impiden el acceso a la luz o el agua condenados a vagar por su franja de la que también los quieren expulsar; o en todos los países que sufren las guerras injustas condenando a sus poblaciones a vivir en verdaderos infiernos.
Nuestro apagón debería servir para ser conscientes de la situación en la que vivimos y la que se vive en muchos lugares del mundo.