No cabía esperar ninguna sorpresa : el presidente argelino Abdelmadjid Tebboune (*transcrito también como Abdelmayid Tebún) ha logrado su segundo mandato presidencial, tras obtener el 94,65 por ciento de los votos expresados en las urnas el día 7 de septiembre.
Al menos, eso es lo que ha dicho en Argel la Autoridad Nacional Independiente para las Elecciones (ANIE), que atribuyó un 3,17 por ciento a Abdelaâli Hassani Cherif (candidato del islamista Movimiento de la Sociedad por la Paz) y un 2,16% a Yousef Aouchiche (candidato del Frente de Fuerzas Socialistas, partido con gran arraigo beréber).
Más de una veintena de otros –potenciales–candidatos fueron directamente rechazados por las autoridades electorales o tuvieron que renunciar.
Aunque la ANIE se haya felicitado a sí misma por «la amplia transparencia» del proceso electoral y por «la madurez» de los votantes, la realidad es que resulta difícil disfrazar la atonía mayoritaria de las personas inscritas en el censo.
En la rueda de prensa de Mohamed Charfi, que preside la citada ANIE, no han faltado «las imprecisiones, contradicciones, ambigüidades e incoherencias», según un comunicado conjunto que firmó hasta el director de campaña del mismo presidente-candidato, junto a sus colegas de los otros dos candidatos oficiales. Un trío singular, sin duda.
El jefe de la ANIE dijo durante la noche que siguió a las urnas que había «una tasa media del 48 por ciento [de votos efectivos] poco antes del cierre de los colegios electorales», lo que no cuadra para nada con un censo que incluía a más de 24 millones de potenciales votantes, de los que apenas cinco millones [cifra oficial] se molestaron en depositar una papeleta en su colegio electoral.
Charfi dio cifras, sí, pero no precisó del todo el porcentaje de participación. Y si hacemos un cálculo utilizando sus propios datos, podemos entender que ésta no llegó matemáticamente al 23 por ciento.
Lo ha resumido bien Hasni Abidi, director del ginebrino Centro de Estudios e Investigación del Mundo Árabe y Mediterráneo, según el cual Tebboune apenas logró «319.000 votos más que en 2019, sin que haya logrado que se desplazaran [a depositar su papeleta de voto] nada más que cinco millones de electores entre un total de 24 millones de inscritos».
Añadamos a lo anterior, la desproporción de medios –durante la campaña previa– entre el presidente y los otros dos candidatos, tras un adelanto electoral no muy bien explicado y el largo rastro de detenidos de opinión y periodistas encarcelados para reprimir las protestas del Hirak (movimiento de protesta en favor de la democratización del país).
Según hemos sabido, tras publicar la primera versión de este artículo, la hostilidad del Gobierno argelino ha alcanzado también a diversos medios europeos e internacionales. Distintos corresponsales en el Magreb y los potenciales enviados especiales a Argelia vieron rechazadas sus demandas de visado para cubrir la votación presidencial en ese país.
Una semana antes de la votación del pasado 7 de septiembre, Amnistía Internacional destacó en Argelia «la represión severa de los derechos humanos, en especial de la libertad de expresión, de reunión pacífica y de asociación».
El gobierno endureció el Código Penal el pasado mes de abril, tras haber disuelto diversas asociaciones y partidos políticos, además de impulsar el cierre de los últimos medios independientes del país.
Las acusaciones de terrorismo, de espionaje y de recibir fondos extranjeros han sido utilizadas de manera arbitraria, como en el caso del periodista y editor Ihsane El Kadi, encarcelado desde diciembre de 2022. Después, fue condenado a cinco años de cárcel. Radio M y Mahgreb Émergent, los dos medios de los fue impulsor, se han visto abocados al cierre.
En un caso más reciente, Mohamed Tadjadit, llamado el poeta del Hirak, quien ya sufriera condenas anteriores, sigue encarcelado desde enero de 2024 bajo la acusación de terrorismo, quizá por persistir en su exigencia de cambios políticos.
Decenas de militantes del partido Reagrupamiento por la Cultura y la Democracia (RCD) –que no ha participado en la elección presidencial– fueron detenidos el 20 de agosto cuando intentaban conmemorar el 68º aniversario de un congreso histórico del oficialista FLN durante la guerra por la independencia.
Hace aproximadamente un año, Amnistía Internacional calculaba que unas 280 personas –periodistas, defensores de los derechos humanos, activistas civiles, etcétera– habían sido encarceladas durante el bienio anterior.
Periódicamente, y por temor a ver resurgir las protestas masivas del Hirak, las autoridades deciden interrumpir actos públicos o culturales con distintos pretextos. La censura sobrevuela los debates públicos.
El aparato administrativo, siempre bajo la sombra del poder militar, funciona con una eficacia desesperante para un país mayoritariamente joven que percibe –bajo las apariencias oficiales– un cierto olor a corrupción. Es lo que –en árabe dialectal– esos mismos jóvenes argelinos llaman también hogra: los desprecios, el desdén y los abusos de un poder altivo y estricto, cuando mira hacia abajo.
De ahí surgen las ganas de emigrar, de marcharse a algunos países cercanos o inscritos en el imaginario deseable, posible, sobre todo a Francia y España.
Y los apparachiks argelinos nunca sienten a fondo la necesidad de modificaciones sustanciales, sobre todo si –como es ahora el caso– saben que las sanciones a Rusia por la invasión de Ucrania amparan la exportaciones del gas y el petróleo de Argelia, pase lo que pase en el interior del más extenso de los países africanos.
https://www.theguardian.com/world/article/2024/sep/06/algeria-election-steady-erosion-human-rights
Argelia, que también está en primera línea de choque contra el islamismo que agita el Sahel es una prioridad estratégica para el llamado Occidente. Y como en la geopolítica de nuestra época el planeta entero está lleno de incertidumbres, los estrategas de las principales potencias agradecen la imagen exterior de Argelia: un sistema inconmovible y una rutina geopolítica.
Sobre todo tras la expulsión de las tropas francesas y de otros estados occidentales en varios países de esa extensa región africana subyacente al Magreb, donde han sido sustituidas por los mercenarios rusos de la estirpe Wagner.
En Argel, sin embargo, todo está bien atado. Antes y después de la jornada electoral del sábado 7 de septiembre.
Y desde luego, los generales y los apparachiks del sistema en el que figura el mismo Abdelmadjid Tebboune, siguen nadando en aguas de un escenario político que –para muchos argelinos– parece destinado a ser eterno.