Hace dieciséis años que murió el gran dramaturgo norteamericano Arthur Miller, fue el 10 de febrero de 2005, en su casa de Connecticut.
Tuve el privilegio de conocerlo en New York, en los años noventa, junto a su última esposa, la reconocida fotógrafa Inge Morath.
Cuando lo conocí ya era famoso y contraversial. Sus obras teatrales: «Todos mis hijos» (1947) «La muerte de un viajante» (1949), «Panorama desde el Puente» (1955), «Las brujas de Salem» (1953) y «Después de la caída» (1964), eran obras que representaban el teatro norteamericano innovativo y reflexivo, que se montaban en los escenarios internacionales.
Se hicieron versiones teatrales en España, en una de ellas trabajó mi querida amiga y actriz argentina Analia Gade.
En el 2002, Miller recibió en España, el Premio Príncipe de Asturias, y ha aparecido una interesante bibliografia dedicada al escritor y su influencia en España, entre estos libros se destaca «España y el teatro de Arthur Miller» por Ramón Espejo, de la Universidad de Sevilla.
Conocí a Miller en Nueva York, en 1994. Estaba invitada a la exposición de fotografías «España en los 50» de la fotógrafa austriaca Inge Morath, en el Reina Sofia Spanish Institut. Cuando llegué, muy temprano, estaba Inge dando los últimos retoques a la exposición, me acerqué a saludarla y a pedirle una entrevista para la revista Fotomundo de Argentina; le dió alegría, me dio sus datos, los teléfonos de su casa y trabajo y me pidió que la llamara a Magnum, la agencia de fotografías donde trabajaba y donde nos encontraríamos las próximas semanas.
Mientras cambiábamos impresiones de la exposición (eran fotos de España, de uno de sus viajes), ví un hombre alto en un rincón y le dije que se parecía a Arthur Miller.
– Es él –me contestó– yo soy su esposa. Venga que se lo presento porque él aprecia mucho Argentina.
Nos presentó y mientras Inge seguía arreglando luces y detalles de la exhibición, Miller me dijo que él quería mucho Argentina.
– En Argentina, siempre hay una obra mía en cartelera. Es sorprendente.
Era verdad, yo había visto casi todas sus obras y se seguían dando con elencos importantes.
Me preguntó por la versión de «Después de la caída», obra sobre el final de la vida de Marilyn Monroe, que interpretaba María Concepción César, y me dijo:
– Personas que la vieron en Buenos Aires me comentaron que se hizo una extraordinaria interpretación, hubiera querido verla. No es fácil ese papel… en Argentina hay muy buenos actores….
Claro que sí, le respondi, y cuando vi a Maria Concepción en Buenos Aires, le conté y lloró de la emoción.
Le comenté a Miller que yo era actriz y le hablé de mis filmes, entonces llamó a Inge y le dijo: «Adrianita es actriz, tenemos que ver sus películas»… Festejaron mucho y me comentaron que sus hijos también estaban relacionados con el cine.
Miller había estudiado periodismo, y comenzó escribiendo guiones radiales, siempre con vista en el cine. De su primer casamiento, con Mary Slattery (1940- 1956) tuvo dos hijos que estuvieron vinculados al mundo del espectáculo. Se divorció en 1956 para casarse con Marilyn Monroe quien se encontraba en el top de la fama, se divorció de ella en 1961. Encontró a Inge Morath, reconocida fotógrafa, con quien se casó y tuvo dos hijos, su hija Rebecca también vinculada al mundo cinematográfico.
Miller se acomodó en el recodo de la escalera y me comentó lo mucho que le gustaba el cine, que había sido candidato al Oscar por la adaptación de la película «El crisol». Su obra de teatro «Panorama desde el Puente» se había llevado al cine, comentamos el gran éxito que fue. Me dijo que había escrito, (creo en Argentina), The Misfits (Vidas rebeldes: Los inadaptados 1961) que filmó Marilyn y Clarck Gable dirigida por John Huston. Marilyn se suicidó poco después de terminar el rodaje. La muerte de Marilyn lo llevó a escribir «Después de la caída», mostrando el carácter autodestructivo de la estrella. Preferí no tocar el tema porque existían otras versiones. Entonces, le comenté las fotos de España de Inge.
– Para mi España era la Guerra civil. Yo tenía veinte años cuando estalló, nos conmocionó mucho. Y ya ve, Inge me mostró otra España, rural, profunda, de artistas y toros…son muy bellas sus fotos…
Lo eran, en blanco y negro, llenas de sugestión.
Le pregunté por su estadía en Buenos Aires.
Me comentó que lo habían invitado del Pen Club, y que recordaba con aprecio todos los agasajos que le hicieron. Se sintió muy feliz y le pareció Buenos Aires una ciudad donde había gran interés por el teatro de vanguardias, comentamos autores: Beckett, Ionesco y su teatro del absurdo, Sartre, Durrenmatt… y Miller. Qué buen teatro veíamos!
Miller pensaba que su teatro era requerido en Latinoamérica por sus enfoques sociales, en parte era cierto, porque su dramaturgia pertenecía al gran teatro polémico de posguerra. Me animé a decir que en la actualidad no había un teatro tan profundo y experimental como a mediados del siglo veinte. Miller coincidió y se quedó callado. Tal vez presentía la cultura light, los cambios del nuevo siglo que se aproximaban y que alcanzó a ver…
Por otra parte, Miller había tenido un gran éxito en los años cincuenta, con sus obras teatrales, la publicación de libros, y su activismo político y social, por ese activismo fue acusado de comunista y eso dió origen a su obra «Las brujas de Salem». En ese tiempo obtuvo el Premio Pulitzer y otros igualmente importantes.
Fue un escritor marcado por su ideología, su compromiso social y por su relación con Marilyn. Durante la década de los años setenta y ochenta se mantuvo apartado, escribiendo sus memorias y para televisión, fue a raíz del éxito de «Cristales rotos»(1994), que reapareció frecuentando eventos.
Me comentó que había viajado mucho en esos últimos años y que en todas parte había sido muy bien recibido. Estuvo con Inge en Europa, en China, en Rusia, y que ella era una excelente compañera de viaje, que nunca hubiera hecho esos viajes sin ella, que además hablaba español y otras lenguas.
Le comenté que deseaba ir a Rusia. Entonces, como empezaba a llegar gente, me apartó a un costado de la escalera y me dijo entusiasmado:
– Tienes que ir, es un país muy interesante. Te va a gustar mucho, vas a escribir muy buenas notas. Inge y yo hicimos un libro sobre Rusia, no tengo ejemplares para regalarte pero búscalo, te va ayudar y cuando llames a Inge recuérdale para que te demos más información. Debes conocer ese país extraordinario.
Parecía tan interesado que despertó mi definitivo entusiasmo por viajar a Rusia.
La gente los asediaba, me despedí y me dijeron que los llamara.
Así lo hice. Inge, me citó en la Agencia Magnum, fue la primer mujer fotógrafa aceptada en la empresa y conversamos en su escritorio. Le hice una entrevista muy interesante sobre su carrera fotográfica y sobre la percepción de la fotografía en el futuro. Aún, la foto digital no estaba en auge, todavía usábamos cámara analógica.
Luego, los llamé para invitarlos a Argentina por medio del Centro Cultural Borges de Buenos Aires. Estaban entusiasmados con la idea y conversamos varias veces para ver las posibilidades, pero finalmente desistieron, Inge me comentó que por la salud de Miller, tantas horas de avión, no era conveniente.
Volví a telefonear cuando encontré el libro «En Rusia» (1969) con fotos de Inge y textos de Miller. Inge me sugirió acercarme a la Agencia TASS, para que me ayudaran con las notas. Fue lo que hice cuando llegué a Moscú. Y aunque las cosas habían cambiado, puesto que Inge y Arthur, habían viajado a fines de los años sesenta, en plena Rusia comunista; y yo viajé en 1996, cuando ya la Perestroika había disuelto la URSS en 1991, los comentarios de Miller y los consejos de Inge me acompañaron durante el viaje. Y fue un viaje lleno de descubrimientos y maravillas.
Los llamé a mi vuelta de Rusia. Estaban felices de que hubiera hecho el viaje, comentamos sobre la casa de Pasternak, el Kremlin, la agencia Tass, que no se llamaba ya así, sobre mis artículos de Boris Pastenak y el Hermitage, y sobre los cambios operados en Rusia. Arthur, por teléfono me dijo que él había sido «el padrino» de ese viaje, que fuera a Connecticut a visitarlos.
Los volví a ver en 1998, en la Galería Leika de New York, la noche de la inauguración de una exposición, y fueron muy cariñosos conmigo presentándome sus amigos.
Al mudarme a Miami, los llamé para invitarlos si deseaban venir pero las enfermedades rondaban. Inge murió en el 2002 y volví a hablar con Miller cuando su muerte, algo inesperado ya que ella cuidaba de la salud de él.
La familia creó la Fundación Inge Morath para preservar su legado y la Agencia Magnum designó el Premio Inge Morath, en su honor. Cuando hablé con Miller, parecía muy apesadumbrado, me envió saludos para Argentina, y que siguiera viajando y escribiendo.
Con un «padrino» tan especial, no he dejado de hacer lo que me indicó: escribir y viajar y recordar el legado maravilloso de los grandes como él.
Ojalá volvamos a ver un montaje actual de «Panorama sobre el Puente» o de «La muerte de un viajante».
¡Gracias Arthur Miller!
👌
Conmovedora nota. Que revela la personalidad de estos grandes y la facilidad que tienen para relacionarse entre ellos. ¿Sera la sensibilidad por la cultura y el arte que los une? ¿O el talento de los tres?
Inge fue la fotógrafa durante el rodaje de The Misfits. Allí se enrolló con Miller. Enorme dramaturgo, he visto sus obras por el mundo. Siempre recordaré una representación de Panorama desde el puente en París, hace años, con Raf Vallone en el papel principal. Como todos los genios, cruel. Lo fue con Marilyn. ¡Que efímeros somos!