Bolivia, elecciones generales sin lecciones aprendidas de la pandemia

Ollantay Itzamná¹

Bolivia vive su primer proceso electoral, luego del Golpe de Estado (2019), bajo un violento régimen dictatorial que expresamente se niega a salir del poder por las urnas.

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Bolivia, acto electoral, OCT2020

Luego de dos masacres de indígenas movilizados en resistencia al Golpe, miles de bolivianos heridos, centenares de encarcelados por diferencias políticas, y otros tantos criminalizados (perseguidos penalmente), finalmente, el próximo 18 de octubre, 7.3 millones de bolivianos van a las urnas a elegir a 177 autoridades del Órgano Ejecutivo (Presidencia y Vicepresidencia), Legislativo (166 legisladores) y representantes supranacionales (nueve en total).

Luego de la renuncia a su candidatura de la usurpadora, Jeanine Ánez, siete binomios presidenciales se mantienen en la contienda electoral. De éstos, según las diferentes encuestas, el golpeado Movimiento Al Socialismo (MAS) tiene amplias ventajas para ganar en primera vuelta. La constatación de las propuestas en el último y único debate de candidatos presidenciales explica el por qué Bolivia está dispuesta a volver a lo que llaman “Proceso de Cambio”, iniciado en 2006.

¿Qué quedó claro en el debate de candidaturas presidenciales?

Primero. De los siete candidatos, cinco proponen expresamente restaurar el régimen neoliberal, bajo la dirección o cooperación de organismos financieros internacionales. Por su parte Luis Arce, del MAS, es el único que plantea «recuperar la Patria para las y los bolivianos retomando el camino de la industrialización y productividad». Feliciano Mamani, único candidato de origen indígena, no trasciende, ni explica con claridad su propuesta.

Segundo. De los siete candidatos, únicamente Arce tiene la idea clara e integral de lo que busca hacer con la economía boliviana. Su lógica es «producción – empleo – estabilidad – certidumbre bajo la dirección del Estado». Y, tiene a su favor el haber hecho de la «economía boliviana un referente internacional», por varios años, cuando fue ministro de Economía y Finanzas. Los otros seis candidatos se agotan en conocidas promesas aisladas como «creación de empleos por horas», «impulso a la empresa privada»… es decir, lo que Bolivia ya intentó por varias décadas con un altísimo costo social y miseria.

Tercero. Los siete candidatos se encuentran anclados en la ilusión del «desarrollo prepandemia» (Arce, denomina «desarrollo sostenible»). Ninguno incorpora en su propuesta la «variable» de los efectos socioeconómicos vividos por la pandemia COVID-19, y otros posibles. Mucho menos se atreven a trascender, en sus propuestas económicas, el binarismo progresismo – neoliberalismo, que a la larga, ambos por perseguir el «desarrollo» encaminaron al mundo a la pandemia. En el relato de Arce, candidato del MAS, incluso creo que desapareció la idea del Buen Vivir como horizonte ideológico.

Esta realidad, graficada y resumida en los relatos de candidatos presidenciales de Bolivia, constata que las y los bolivianos sobrevivientes a la pandemia COVID-19, el próximo 18 de octubre, deberán decidir entre el progresismo (que mostró su benignidad antes de la pandemia y del Golpe de Estado) y el neoliberalismo (criminal por sus impactos vividos).

Pero, en cualquier caso, al parecer, están condenados a optar por lo mismo: apostarle al desarrollo por más que un «invisible» virus nos ha demostrado que vamos por el camino equivocado. Y, estamos notificados que el cambio climático germina virus más letales con ciudadanía planetaria.

  1. Ollantay Itzamná es defensor latinoamericano de los Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos

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