Cuando se abren hoy los Juegos Olímpicos 2024, París se encuentra transformada en una ciudad en estado de sitio…olímpico.
Perímetros de seguridad en todos los barrios, cuarenta mil barreras, calles desiertas y cerradas al tráfico, 45.000 policías y gendarmes, a los que se añaden los militares desplegados en el marco de la lucha contra el terrorismo, y el refuerzo de 1800 policías extranjeros.
En nombre de la «seguridad» y de «la lucha contra la delincuencia y la amenaza terrorista», la libertad de circulación ha sido limitada y reglamentada mediante el uso de un código QR. Una ciudad militarizada que invita a los parisinos al éxodo rural, que esconde sus miserias debajo de la alfombra, con la expulsión de los sin techo y de las chabolas fuera de las zonas urbanas más visibles.
«Cachez moi cette misère que je ne saurai voir» (escondan esa miseria que no quisiera ver) es la tácita consigna que ha acompañado los preparativos de esta ceremonia oficial.
Por cierto que el grupo parlamentario Francia Insumisa ha reclamado ya una comisión de encuesta popular y un control parlamentario sobre los atentados a las libertades fundamentales, las derogaciones del derecho laboral, los desastres ecológicos y las consecuencias provocadas por el «negocio» deportivo, ligadas a la organización de estas olimpiadas.
Suficiente para que este cronista se retire a una zona rural donde se puede todavía respirar en libertad. Desde estos parajes en donde la vida continúa su curso, les envío unas reflexiones sobre la semana política transcurrida, con noticias más importantes y esenciales que los JO.
Pequeña victoria contra la prensa neofascista
Una pequeña pero simbólica victoria fue la reciente decisión del ARCOM (Autoridad de regulación de la comunicación audiovisual y numérica) de no renovar la atribución en 2025 del canal C8 en la TNT, debido a su reincidencia en probados delitos de xenofobia y de incumplimiento de la deontología periodística.
Dicho de otro modo el Arcom confirma que la propaganda fascista no debe beneficiarse del dinero de los contribuyentes que financia la TNT (Televisión numérica terrestre).
Los «excesos» del animador neofascista Hanouna (que le valieron a C8 multas por valor total de siete millones seiscientos mil euros) han sido condenados, lo que no impedirá a este propagandista al servicio del grupo Bolloré participar en el futuro en otros canales de radio y televisión del mismo grupo (como Canal Plus o Europe 1).
La medida tomada por el Arcom es saludable, pero muy limitada, pues ha renovado en cambio las frecuencias TNT de CNews, otro canal ultraderechista, reincidente en idénticos delitos que C8, del mismo oligarca Bolloré, cuyo imperio continuará a propagar la «normalización» del fascismo a través de su red audiovisual y en la prensa escrita, con la bendición de la citada Autoridad.
La decisión del Arcom aunque positiva es de limitado alcance, ya que no pone en tela de juicio la atribución de esas frecuencias a una decena de oligarcas que controlan en Francia 90 por ciento de los periódicos y 55 por ciento de las televisiones.
Mientras el Arcom ha rechazado la candidatura del canal independiente de izquierdas ‘Le Media’, examina en cambio favorablemente la atribución de un canal al grupo del millonario Daniel Kretinsky. Inquietante.
El Nuevo Frente Popular propone su primer ministro
Otra pequeña victoria ha sido esta semana la designación de la candidatura de Lucie Castets, joven y brillante ‘enarca’ de izquierdas (licenciada del ENA escuela nacional de administración) como posible primer ministro del Nuevo Frente Popular. Una propuesta que ha sido rechazada inmediatamente por el jefe del Estado, en el más absoluto desprecio del resultado electoral y de las tradiciones democráticas en Francia.
Cuando todos los comentaristas al servicio de Macron nos anunciaban la imposibilidad de un acuerdo en el seno de la frágil coalición de izquierdas, la personalidad de Lucie Castets ha permitido encontrar un denominador común para resolver la difícil ecuación política.
Un perfume de esperanza renace frente a la alianza anti republicana[1] de la derecha y del neofascismo, que tratan de impedir que la coalición de izquierdas pueda gobernar el país aplicando su programa mínimo de aumentos salariales y de abrogación de la ley sobre la edad de la jubilación, entre otros puntos importantes.
Entre las olimpíadas en modo psicosis de seguridad, el control de la prensa por un puñado de oligarcas, la persistencia de una prensa de opinión y propaganda abiertamente fascista (grupo Bolloré), y el desprecio total de Macron por el funcionamiento democrático del parlamento, rechazando admitir su desastrosa derrota electoral y personal… un denominador común antidemocrático recorre Francia.
Poco separa en francés estas tres palabras tan diferentes: trêve, rêve y grève. Macron apuesta por una tregua (trêve) olímpica, para ganar tiempo en sus alianzas con la ultraderecha. Pero mientras la izquierda parlamentaria continúa su empecinado trabajo, el movimiento obrero y sindical, a mi entender, debería apostar por hacer realidad lo antes posible el sueño (rêve) de una huelga general (grève) para que sea respetado el resultado electoral.
- Nota: en Francia, desde la revolución, en 1792 , que puso fin a la monarquía parlamentaria nacida en 1789 derrocando el poder absoluto del monarca, el concepto republicano es sinónimo de democrático.