Boys d’ont cry: drama futurista para ir confesados

Conocí al actor Francesc Garrido en la Casa de América cuando una mañana me perdí y me encontré viendo una película alucinante, La silla. La película es de 2006 según papá Google pero creo que estaba rodada antes, pues se desarrollaba en unos solares de Mataró que yo, familia de emigrantes, había conocido muy bien antes y con antes de la remodelación olímpica que trajeron Los juegos. Unos solares terribles y surrealistas, de polígonos industriales en reciente abandono, al lado de las Tres chimeneas de cemento que ya no echan humo pero entonces todavía lo echaban, aunque ya poco. Y era él solo con la silla en un drama existencial, sin otra compañía que la silla por aquellos solares, como una folklórica con la bata a cuestas. Francesc Garrido.

Su actuación era tan intensa que me pareció (cualquier adjetivo se ha desgastado y ya no sirve, pongan el que para ustedes equivalga a «fuera de serie»).

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Es el caso que lo vuelvo a ver ahora en Madrid compartiendo protagonismo con Armand Guillén sobre el escenario de la Cuarta Pared y me quedo otra vez sin adjetivos ni epítetos que me valgan. ¿Qué ha estado haciendo durante todos estos años este actor? Su cara me resulta familiar pero no recuerdo haberlo visto desde La silla. Sin duda ha estado entrenando en el silencio y la oscuridad, pues su expresión sombría se ha acentuado y la concentración de que hace gala (sin falsas modestias) te obliga a seguirlo segundo a segundo como si se tratara del oráculo de Delfos. No se le mueve una vena, o un capilar por pequeñísimo que sea, que no signifique.

Me divertí enormemente con esta función sobre la naturaleza humana y las leyes del triunfo y no quiero que ningún pensamiento, ni de actualidad política ni de la innombrable ya sabéis qué, me la estorbe. El interés con que la seguí al recuperar esta cara sufrida me mantuvo alerta, siempre entre la fascinación y la sonrisa a las que la acción dramática acompañaba y daba pábulo. Los dos actores se complementan eficazmente y el argumento va de sorpresa en sorpresa respetando escrupulosamente los caracteres. Para colmo, cuando uno se había hecho a la idea del ajuste de cuentas entre dos viejos amigos a causa de la traición al ideal y esperaba el dramón irreversible marcado por el resentimiento, todo se revuelve y aparecen elementos fantásticos que, como metáforas de la actualidad, hacen pensar también en otra cosa, en un más allá enloquecido y en otros personajes, si no tan fieles a la idea inicial, sí al menos fieles a sí mismos hasta el fin.

Lo que hará que la sangre derramada, como por arte de magia, nunca llegue al río. Como pasa en las segundas oportunidades salvadoras, siempre ocurre algo, una locura suprema o una tontería mayúscula, que hará pensar que a lo mejor todavía estamos a tiempo, y no digo de qué.

Ficha tecnica:

  • Título: Boys don’t cry.
  • Autora: Vistoria Spunzberg.
  • Dirección: Gloria Balañá / Altimira.
  • Reparto: Francesc Garrido y Armand Villén, Alicia González Láa, David Anguera.
  • Espacio escénico Meritxell Muñoz.
  • Vestuario: Marta Rafa.
  • Iluminación: Sylvia Kuchinov.
  • Espacio sonoro: Lucas Ariel Vallejos.
  • Una producción de Tantarantana Teatre S.L. y Festival d’Estiu Grec.
  • Espacio: Teatro Cuarta Pared (Ercilla, 17). Fecha: 31 de octubre de 2013.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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