A medida que la Copa Mundial de la FIFA se aproxima, en Brasil, el país sede, sus calles se calientan con huelgas y manifestaciones que hacen pensar que la agitación social pueda subir a los niveles de la ola de protestas de junio de 2013, informa Fabiola Ortiz (IPS) desde Río de Janeiro.
Trabajadores de servicios públicos y de algunos privados vienen paralizando sus labores por varios días o decretaron huelgas indefinidas, con un ritmo creciente y el telón de fondo de 12 de junio, la fecha en que se inaugurará el Mundial de fútbol.
En la sureña ciudad de São Paulo, el viernes 23 se vivió el tercer día de huelga del transporte público, que en la jornada se extendió por otras ciudades del país y 11 municipios de la gran área metropolitana paulista.
El miércoles 21 unos 8000 policías marcharon hacía el área de los ministerios en Brasilia, en una protesta apoyada por la Policía Federal y la Policía Militar.
En las 12 ciudades que serán sede del Mundial están programadas más de 15 protestas para celebrarse en esa jornada inaugural de la Copa FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado).
Los sindicatos aprovechan que los focos estarán puestos sobre Brasil para presionar al gobierno con sus reivindicaciones. Incluso se sumaron funcionarios de consulados de Brasil en los continentes americano y europeo, responsables de expedir los visados para los que quieren asistir a los partidos de la Copa, que se clausurará el 13 de julio.
Personal del sector del aerotransporte y en particular del grupo LATAM Airlines (una fusión de las compañías Tam, de Brasil, y Lan, de Chile) amenazan con no trabajar o hacerlo muy despacio, lo que afectaría las operaciones aéreas en este país de casi 200 millones de personas.
Profesores de 90 por ciento de las universidades federales y estaduales y maestros de escuelas primarias de los estados y los municipios ya suspendieron las clases, mientras que en el sector cultural, muchas fundaciones públicas y museos han cerrado sus puertas.
«No está descartada una huelga general», admitió a IPS el secretario general de la Confederación de los Trabajadores en el Servicio Público Federal (Condsef), Sergio Ronaldo da Silva: «todo esto no se da por la Copa. Hace tiempo que discutimos sobre hacer una huelga. Nuestra demanda es extracopa y se arrastra desde hace años», aseguró.
De no haber cambios en la situación, Brasil se paralizaría durante el Mundial de fútbol, admitió el dirigente sindical, tras señalar que las autoridades involucradas no han dado fechas para las negociaciones. Así que, a medida que se acerque la inauguración, las relaciones pueden tensarse aún más, anticipó.
«Ese escenario ya tendría que haber sido previsto por el gobierno federal. Quieren mostrar la imagen de que Brasil es un país de primer mundo, pero nuestro sistema de salud está cercano a la quiebra, por falta de asistencia adecuada, e igual sucede con la educación y el transporte público», criticó Ronaldo da Silva.
En Brasil hay 1,3 millones de empleados públicos federales y la Confederación de los Trabajadores representa a alrededor de 80 por ciento del total.
«El 30 de mayo vamos a discutir una huelga general en nuestra confederación. El mensaje ya lo tienen desde las protestas de junio pasado», anunció el dirigente.
En fines de 2013, el gobierno firmó con diversos gremios y sindicatos más de 140 acuerdos laborales, que establecen compromisos como el incremento salarial de 15,8 por ciento, para hacerse efectivo en tres cuotas anuales.
Pero entonces la tasa de inflación prevista era muy inferior al nivel actual, de 26 por ciento interanual, reclaman los sindicatos. «De los acuerdos firmados, 70 por ciento no se está cumpliendo», subrayó Ronaldo da Silva.
Otro problema que aflige al sector público es el éxodo de los funcionarios. En 2011, durante el último concurso para su contratación, ingresaron 240.000 funcionarios y casi la mitad ya dejaron sus puestos, según la Condsef.
Desde febrero de 2012, los legisladores discuten en el bicameral Congreso legislativo varias propuestas para establecer barreras para los paros y huelgas durante la Copa. Actualmente, en el Senado se tramita el proyecto de ley 728/2011 que propone limitar las huelgas antes y durante el Mundial.
Según la propuesta, los sindicatos que convoquen a una huelga deberán avisar con 15 días de anticipación y mantener en sus actividades a 70 por ciento de los trabajadores.
El proyecto del gobierno para poner controles a las manifestaciones públicas y a las huelgas y actividades laborales reivindicativas está en el parlamento desde febrero, pero se duda de que sea aprobado en los próximos días.
En opinión del ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, los reclamos no pueden generar trastornos a la población, daños económicos y violencia social.
«Los policías que sirven a la Constitución saben que la huelga está prohibida por sentencias del Supremo Tribunal Federal. Podemos utilizar la Fuerza Nacional de Seguridad Pública y las Fuerzas Armadas para garantizar la ley y el orden», tranquilizó.
Además, el ministro de los Deportes, Aldo Rebelo, afirmó el 13 de este mes que su pronóstico para el Mundial es de un ambiente de fiesta y celebración. Para él, las protestas violentas serán muy aisladas.
«Manifestaciones, si acaso ocurren serán actos aislados. Creo que el país está preparado porque la legislación brasileña protege las manifestaciones pacíficas y frena las violentas. Me parece que no hay tanta gente interesada que la Copa se vuelva un tumulto por protestas violentas», consideró Rebelo.
«Pienso que estamos preparados, que la seguridad pública va a funcionar. La integridad de los visitantes e invitados está asegurada. No hay riesgo», subrayó.
No obstante, el integrante del Instituto de los Abogados Brasileños y especialista en derecho deportivo, Pedro Trengrouse, advierte que hay un clima de frustración, muy distinto al entusiasmo con que en 2009 fue recibido el anuncio de que Brasil hospedaría la Copa.
«La expectativa exagerada que el gobierno generó en la población no fue correspondida. Ha prometido mucho y ha entregado poco. El panorama ha cambiado y las protestas son reflejo de estos cambios», dijo Trengrouse a IPS.
Cuando Brasil fue elegido como sede del Mundial de 2014, las protestas no estaban en la cabeza de nadie, recordó, porque entonces 80 por ciento de la población apoyaba ser sede, según las encuestas.
Actualmente, en cambio, 55 por ciento de las personas encuestadas apunta que la Copa probablemente traiga más problemas que beneficios al país.
Durante 2008 y 2009, Trengrouse trabajó como consultor de las Naciones Unidas al servicio del gobierno brasileño para asuntos legislativos vinculados al deporte, en especial los de la Copa.
Para el abogado, el gobierno asoció el Mundial con las grandes transformaciones estructurales que Brasil necesitaba, pero que tendrían que haber sido hechas con o sin el megaevento deportivo.
En dos años más, Río de Janeiro será también sede de los Juegos Olímpicos de verano.
«Hay que encontrar un punto de equilibrio. El derecho a la huelga es inalienable del trabajador para luchar por mejores condiciones. Pero las huelgas no pueden dañar a la población. Hay oportunismo en algunos sectores. No se puede aceptar que las protestas deriven en delitos, vandalismo y actos fascistas», afirmó el especialista.