Siempre resulta agradable felicitar a un colega de profesión cuando las cosas le van bien. Pero si, como en este caso, se trata de un humorista de la talla de Forges, que se desliza y mueve en el campo del humor, gremio en el que uno ha hecho también sus pinitos durante años, la felicitación va acompañada de alegría y reconocimiento a un buen saber hacer. Y este es el caso del susodicho.
Ayer, 14 de mayo de 2014, cumplió Forges 50 años haciendo humor, según comentaba el maestro al reproducir en El País una viñeta que le publicaron el 14 de mayo de 1964 en el desaparecido diario madrileño Pueblo. Se dice pronto 50 años, pero son muchos años, créanme, en los que Forges ha ido dejando lo mejor de sí, porque no es solamente un humorista, es un maestro en el arte del mensaje, ya que muchos de sus chistes son auténticos editoriales que con unos simples garabatos dicen mucho más que páginas enteras de sesudos comentaristas.
“Madrid: 3.964 baches menos”, lleva por título la noticia en la que aparecía la primera viñeta de Forges en dicha fecha, noticia que hacía alusión a los baches que habían tapado los obreros municipales en un momento en que la madrileña calle de Méndez Álvaro era la campeona de los baches, pero tiempos también en que Madrid tenía cerca de tres millones de habitantes, pero igual número de mierdas o cagadas de perro, por lo que había que ir dando saltos para no pisar alguna de las grandes, parecidas a un sombrero cordobés que reposaban sobre el asfalto. Tal vez por eso algunos castizos denominaban a esta ciudad como la “Villa del oso y del mierdoño”.
Tiempos aquellos de 1964 en los que un servidor de ustedes, un joven barbilampiño por entonces de 19 años velaba sus armas de soldado en el cuartel Inmemorial número 1, de Madrid, percibiendo una “soldada” de dos reales diarios, es decir, media peseta, que hoy equivaldría a dos o tres céntimos de euro; tan parco era el estipendio que le llamaban “sobras”. Tiempos en que conjuntos musicales como Los Brincos nos brindaban canciones como “Lola”, “Con un sorbito de champán”, Juan y Junior melodeaban “Anduriña” y Los Pekenikes, buenos músicos instrumentales, tocaban “Frente a palacio” o “Lady Pepa”. Creo recordar que un tal Arespacochaga era alcalde de Madrid, mientras Franco, el Generalísimo, nos seguía guiando “por el Imperio hacia Dios», como pueblo elegido que éramos.
Pero junto a todo esto Forges, el Forges de nuestro recuerdo siempre estaba ahí, al pie del cañón, haciendo humor, diciendo en broma lo que otros no se atrevían a decir en serio, ya que los humoristas eran –algunos seguimos siendo- como los bufones de la Corte. Incluso algunos políticos tenían acuñada una jodida frase a la hora de saraos e inauguraciones a las que había que asistir en función de la profesión consistente en que a los periodistas “hay que echarles de comer”. Por eso algunos también acuñamos entre dientes una frase nuestra, que rezaba, más o menos: “Cuántas gambas hay que comer para llevar un plato de lentejas a casa”.
Los personajes de Forges eran, siguen siendo, universales: funcionarios en su función, trabajadores, náufragos perdidos en remotas islas, las viejas de pueblo, Concha, Blasillo, Romerales, estudiantes en paro, ejecutivos agresivos, empresarios de puro en ristre y tantos otros. Han creado escuela, nos han hecho reír, cabrearnos, resignarnos. Peo ahí sigue el maestro, al pie del cañón, dándole a los pinceles. ¡Felicidades Forges, y larga vida para que sigas acercando a las personas a través del humor, de la sonrisa, que es la distancia más corta entre las personas!