Los animales se comunican entre ellos, generalmente de formas imperceptibles para nosotros.
No podemos, por ejemplo, oír los sonidos que hacen los hipopótamos sumergidos en agua a través del tejido adiposo que tienen bajo de la mandíbula y como sellan sus orejas para que no les entre agua, oyen a través de los huesos que transportan las vibraciones hasta su oído interno.
Pulpos y ballenas tienen también esa capacidad.
De otras formas de comunicación animal, nos damos cuenta cuando oímos zumbar a felices mosquitos, por tenernos a pocos centímetros de distancia.
O vemos a los perros, olerse las colas y secretearse en las orejas.
A los pericos también les encanta secretearse; tuve un par que acabé regalando porque me tenía harta que se pusieran de acuerdo para destruir frutas, orquídeas y rosas.
Bailando en el aire es como las abejas melíferas obreras informan a sus colmenas lugar y distancia de las mejores flores; el estudio para descifrar su danza vibratoria lo hizo el biólogo austríaco Karl von Frisch y por él obtuvo en 1973 el premio Nobel de Medicina.
Los ratones usan orejas y colas para avisar la cercanía de peligros o comida y para lo mismo, los elefantes levantan las cabezas y los equinos relinchan; elefantes, delfines y pingüinos, tienen llamadas especiales para sus crías.
El periodista Sergi Alcalde, en un artículo del 13 de agosto 2024 para National Geographic, afirmó que en los bosques nubosos de los Andes ecuatorianos los machos del pájaro saltarín alitorcido frotan las plumas de sus alas 107 veces por segundo para atraer a las hembras.
Capacidad que captó la atención de Charles Darwin y a ella se refirió en «El origen del hombre y la selección en relación al sexo», se llama ecolocalización porque les sirve para orientarse.
Y la tienen así mismo, los casi ciegos murciélagos; que se comunican contrayendo la laringe hasta doscientas veces por segundo; mientras más rápido, más cerca lo que quieren comunicar.
Para lucir más esplendorosos en sus bailes de apareamiento sobre los árboles, los presumidos pavos reales limpian las hojas para que el sol ilumine sus plumas.
Las arañas se hablan con zumbidos y deben estar muy pendientes, porque cada especie lo hace de forma diferente y pueden quedar atrapadas en redes ajenas.
Muchas veces nadando en el mar, he sentido toquecitos; son de peces que perciben su entorno a través de la electricidad, mientras más grande el pez, más potente el toque eléctrico que en el caso de anguilas y tiburones, puede llegar hasta 350 voltios.
Cada julio miles de ballenas jorobadas regresan de sus zonas de alimentación en Chile a reproducirse en una bahía del Pacífico de Colombia y se comunican con cantos y brincos con los lugareños de Buenaventura, que se reúnen en el Festival Mundial Ballenas y Cantaoras alrededor de la estatua de una ballena para recibirlas con historias, bailes y música.
Hasta hace relativamente poco se dejaban acariciar, mientras jugaban alrededor de los veleros; dejaron de hacerlo al aumentar las lanchas de motor.
Desgraciadamente no les va tan bien, a los animales marinos utilizados en espectáculos.
Este 8 de enero, George Sandeman informó en una nota para la BBC acerca de las orcas Wikie de veintitrés años y su hijo Keijo de once que, a consecuencia de años de exhibición, solo saben estar entre humanos.
Y tras el cierre del zoológico Marineland Antibes de la Riviera francesa porque las nuevas leyes los prohíben, los gerentes querían enviarlas a uno japonés, pero el gobierno francés se opuso argumentando que las leyes de bienestar animal en Japón son menos estrictas que las europeas y el viaje de trece mil kilómetros les causaría demasiado estrés.
Ante la insistencia de los activistas de llevarlos a un santuario canadiense frente a la costa de Nueva Escocia y soltarlas en el mar, los investigadores expresaron dudas de que les guste la libertad y piensan en su miedo por estar en un sitio diferente al que están acostumbrados.
Y pueden tener razón, porque la BBC reportó esta semana que cuando fue cerrado por remodelación el acuario Kaikyokan de Japón, un pez casi murió de tristeza y sus cuidadores tuvieron que pegar fotos de personas a lo largo de las vidrieras para que volviera a alegrarse.
Táctica que, además de los vídeos, había sido ya usada por otros zoológicos durante la pandemia, cuando notaron que estaban muriendo por extrañar a las visitas.
Y que la comunicación es decisiva para el bienestar animal se comprobó nuevamente cuando investigadores de la Universidad del Sur de Dinamarca revisaron los casi once mil sonidos registrados durante tres meses en un micrófono que a fines de 2022, colocaron a un delfín nariz de botella.
Extrañados de que «Delle» llevara semanas en el canal Svendborgsund área que no era la suya y que viajara solo, algo excepcional para una especie altamente social, los científicos descubrieron que platicaba con él mismo, lo que podría reflejar su imperiosa necesidad de interacción social.